Nicolás de Martino: “Hay pocos países en el mundo tan solidarios en la salud como Argentina”
La madre ya lo veía con el uniforme de policía, ganándose el peso desde muy joven. Había que ayudar a “parar la olla” en la casa porque el salario de su padre colectivero apenas alcanzaba para llegar a fin de mes.
Pero Nicolás había elegido otra cosa para su vida. Allá por los años 60, un aviso del Ministerio de Salud de la Nación llamaba a inscribirse en el Bachillerato en Sanidad para ser paramédico, una formación que estaba muy en boga en Estados Unidos.
Recibí las noticias en tu email
Tenía 15 años y era poco puntual. Como llegó tarde para hacer la cola en el Instituto Nacional de la Salud (hoy Hospital Posadas), solo quedaban vacantes para ser técnico radiólogo. Y ahí empezó la historia que finalmente iba a transitar luego por la universidad y finalmente por la actividad pública y privada, con diferentes roles y responsabilidades.
Su nombre es Nicolás de Martino. La mayor parte de sus años destinados a la salud de Tandil y la región. Fue el primer director de Salud de Gino Pizzorno –lo sucedió a Miguel Lunghi en el cargo- y fue quien puso en funcionamiento los ATAMDOS en Tandil, las unidades de atención sanitaria que precedieron a los actuales centros de salud y empezaron a imponer la prevención integral (con psicólogos, trabajadores sociales y odontólogos, además de un médico) por sobre la cura de la enfermedad. Fueron un antes y un después en el sistema de salud local.
Hoy, mira lo que está sucediendo en el mundo, la pelea desigual contra el Covid-19, y admira la batalla que están dando sus colegas en todo el mundo. Recuerda que sus primeras prácticas fueron como agente sanitario, enseñando a la población de menos recursos a lavarse bien las manos, a desinfectar el hogar y piensa en la paradoja: “Pasaron tantos años, la medicina avanzó tanto y, sin embargo, acá estamos, otra vez, enseñándole a la gente a lavarse las manos”.
“¿Si volvería a elegir esta carrera? No tengo ninguna duda. Una y mil veces”, dice.
Los años y la experiencia en el difícil límite de la vida y la muerte no le han endurecido el corazón. Compara la actual pandemia con la de la Polio, cuando sus compañeritos de escuela iban desapareciendo de sus asientos. Y la voz le queda en un hilo. Nadie, ni siquiera un profesional de la Medicina, está preparado para cuando la muerte ataca tan descomunalmente como ahora.
-¿Así que empezó su carrera en la Medicina enseñando buenas prácticas de higiene?
-Cuando vos terminabas de cursar, el Ministerio te mandaba a hacer trabajo de campo a las poblaciones más humildes, a hacer educación sanitaria.
Teníamos que enseñar a la gente cómo se tenía que cuidar la boca o mantener la higiene para conservar la salud.
Y quién iba a pensar que, tantos años después, íbamos a estar en un punto similar: enseñándole a la gente cómo cuidar su salud con buenas prácticas de higiene, empezando por lavarse las manos.
-¿Tiene memoria de algo parecido a lo que se está viviendo hoy con la pandemia de Coronavirus?
-Sí. Me acuerdo de la Polio. Era más trágico aún porque se morían los chiquitos.
En tu memoria ponés y sacás cosas, pero siempre te quedan las situaciones dolorosas.
Yo me acuerdo de estar en la escuela primaria y un día te faltaba un compañerito y, a los pocos días, faltaba otro. La gente lavando las veredas. Las madres desesperadas.
Era una situación dramática, tan dramática como cuando uno ve ahora las fotos de Italia, España o Ecuador.
Además, en esa época la gente estaba más aislada que hoy. Apenas tenía algo de información a través de la radio o de los diarios, pero no había tanta información como ahora.
Lo increíble es que hoy, ante un virus de esta naturaleza, un ser biológico tan primitivo, no sabés muy bien cómo combatirlo. Y esto pese al enorme adelanto tecnológico que tenemos. Nos vuelve a poner en un lugar difícil como humanidad.
-¿La formación médica lo prepara para situaciones como ésta?
-Nadie está preparado del todo para afrontar una situación así. Aunque se estudie, es muy difícil enfrentarla. Nosotros, en la capacitación para directores de hospitales, veíamos cómo poner en “emergencia” un hospital. Pero hoy tenés que saber poner en emergencia a todo el sistema, que por otro lado es mucho más complejo y grande que antes. El funcionario que enfrenta esta tarea tiene que proyectar la cantidad de camas que se necesitan, las camas de terapia, los respiradores, medicamentos y los médicos especialistas. Hay que proyectar todo eso, además de los insumos y después el tema más complejo: conseguirlo en medio de una crisis.
-¿Qué le deja esta primera fase de la pandemia?
-Primero, que los chinos mintieron con respecto a la enorme contagiosidad del virus. Luego que a Italia, por tener una relación comercial muy fuerte con China, le llegó el virus rápidamente sin que pudiesen tomar precauciones. No pudieron prever nada.
Luego, que los países se han empezado a diferenciar por cómo abordan el tema. Porque una cosa es Italia y otra Estados Unidos o Brasil, porque ellos sabiendo lo que se les venía privilegiaron la cuestión económica por sobre la sanitaria.
Son dos visiones. La cuestión económica no deja de ser importante porque si no tenés un pueblo bien alimentado y con recursos también caes en un problema sanitario en el mediano o largo plazo, pero el tema es qué se privilegia en plena crisis.
Nosotros somos latinos, mucho más humanos. A nosotros nos cuesta ver que un viejito se desenchufe para darle su respirador a otra persona más joven. Eso lo podría hacer un británico o un alemán, pero la verdad es que no veo a un latino tomando esa decisión.
-¿Está conforme con la decisión que tomó el gobierno argentino?
-Sí. Fue la mejor decisión. Se priorizó el punto de vista humano, por sobre lo económico.
-¿Cómo ve la salida de la cuarentena?
-La salida va a ser lenta, paulatina, guardando y cuidando por un buen tiempo más a los grupos de riesgo.
Al mismo tiempo veo que se irá multiplicando la cantidad de testeos. El test masivo es fundamental y en eso hay coincidencia plena. Los alemanes están haciendo 8 mil testeos por día. En Aragón harán test rápidos sin que te bajes del auto.
Son test que tienen un margen de error pero permite ir flexibilizando. Y resolver así la forma de volver a la actividad económica, que no es una cuestión menor porque en algún punto se vuelve igual de angustiante para la población.
-Pese a que la inversión en desarrollo y tecnología, en el país, no viene siendo la mejor, se nota que existe una capacidad instalada para responder a estas cuestiones.
-Tal cual. Es importante tener los recursos humanos y tecnológicos para no depender de comprar fuera del país los respiradores y tener material para el testeo. Y nosotros tenemos esos recursos humanos en Argentina.
La verdad es que del total del presupuesto para Salud se destina poco a la prevención y a la investigación. Eso, de a poco, tendría que ir cambiando.
-¿Los argentinos tenemos un buen sistema de Salud?
-Estoy convencido de que el sistema sanitario argentino es uno de los mejores del mundo.
Te atendés en un hospital y, si no tenés ingresos, no pagás nada. ¿En qué otro país podés hacer eso? Pagás en todos. Si no, no te curan.
Hay pocos países en el mundo que sean tan solidarios en la Salud como lo es Argentina.
-Una rara mezcla de cobertura estatal, sindical y privada…
-Exacto. Tenemos una mezcla rara que se fue construyendo así a lo largo de la historia del país. No es como el sistema inglés que se diseñó de cero a partir de una guerra. Lo nuestro fue un desarrollo paulatino. Yo nací en un hospital público. Las obras sociales sindicales empezaron a tener sus propios espacios. Después aparecieron las prepagas.
No hay otra manera mejor de funcionar que en la interrelación estrecha entre el sistema público y el privado.
En Tandil, por ejemplo, tendríamos que hacer que nuestros sistemas informáticos se pongan al servicio de una histórica clínica única, donde figure lo que se hace el paciente cuando va al hospital pero también cuando asiste a un espacio de diagnóstico como el nuestro. Todo en un mismo lugar. Se puede hacer y se debe hacer para beneficio de todos los tandilenses.
-Le ha tocado vivir muchos cambios tecnológicos y avances notables en la medicina. De hecho, empezó leyendo una placa de rayos y ahora lo hace una con una imagen 3D. ¿Qué rescata de todo ese proceso de avance?
-Lo primero que se me ocurre para decir es que antes la gente se moría muy mal. Lo digo espontáneamente, así. Había más sufrimiento. Como médicos no sabíamos de qué se morían muchos de ellos. Hoy se sabe, al menos, hay un diagnóstico aunque a veces no se logre la cura.
La otra cosa para valorar es el poder de anticipación de la medicina y cómo los costos van bajando para hacerla accesible.
El conocimiento del genoma humano costó billones de dólares. Hoy, a través un estudio de este tipo podemos estimar de qué se puede enfermar un individuo en el mediano o largo plazo. Y eso hace que la medicina, con el tiempo, se vuelva más preventiva. Pero además, el estudio genético que hoy, en Estados Unidos, cuesta 1000 dólares, dentro de un tiempo va a costar 100 dólares. Vamos camino a la prevención para no tener que llegar a la instancia de la cura.
-Si tuviese oportunidad de arrancar de nuevo ¿elegiría la medicina?
-Si, claro. Una y mil veces. Me ha dado muchas satisfacciones. Muchas. Más de las que podría enumerar.