Vilela y un viaje a los años más felices
A los 32 años “Nico” Vilela logró lo que siempre quiso el cantante Roberto Carlos: un millón de amigos en las redes sociales, donde se lo conoce como Nico Ilustraciones, pero más allá de esa masividad todavía disfruta el compartir sus trabajos en muestras como la que por estos días se expone en las sedes de Diagnóstico Médico de Martino.
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Para este público, Nico reserva siempre sorpresas: cuadros que no han salido a recorrer el mundo digital y que permiten tomar contacto con el trazo y la materia que la pantalla del celular o de la computadora suelen aplanar o disimular.
Nico Vilela es un artista que suele recrear atmósferas cotidianas, paisajes que logran empatizar rápida y profundamente con el espectador. En la obra de Vilela es siempre el niño quien interpela: lo hace de igual a igual a ojos de otro niño pero desde la nostalgia cuando quien enfrenta la obra ya tiene encima algunas décadas de vida.
Llegó a Tandil tras una infancia y adolescencia en Las Flores. Vino a estudiar Historia en la Unicen pero rápidamente se dio cuenta de que lo suyo era otra cosa. Era dibujarla. Se inscribió en el IPAT Tandil y allí terminó la carrera que le ha dado un título pero también una estructura a un saber que siempre estuvo allí, en germen.
“En la Secundaria era el típico alumno que se sentaba al fondo del aula para poder dibujar. En mi familia todos dibujamos”, cuenta. “El dibujo es algo que viene con nosotros; en la sangre, se podría decir”.
En el ámbito del IPAT, Nico se sintió rápidamente “en casa” y empezó a mostrar lo que sabía hacer. “Ya metido en mi mundo, comencé a publicar en una pequeña revista que salía en el diario El Eco de Tandil todos los domingos”, cuenta. Tras imprimir sus primeros dibujos e historietas se dio cuenta de que se iba a dedicarse definitivamente a la ilustración.
“Quería publicar, ilustrar historietas, cuentos y todo lo que estuviese a mi alcance. Y cuando quise darme cuenta ya me estaba dedicando de lleno a esto. El dibujo siempre estuvo conmigo; primero como compañía y entretenimiento, y ahora como forma de vida”.
Formado en el trazo, sabe que la síntesis es fundamental para transmitir un mensaje y llega a ella con virtuosismo aunque sin perder de vista que detrás de toda forma debe haber un alma: una emoción o una idea que la sustente.
“Yo varío mucho. Me pasa que en las redes hay momentos en los que quiero generar un chiste y a veces busco despertar otras sensaciones. Nunca hay que perder de vista eso, lo que se transmite, el clima que se crea con cada obra. Cuando dibujo a dos personas sentadas tomando mate de noche, busco ese clima a través de todos los recursos técnicos que tengo a mano. Uno debe sentir ese anochecer, la brisa que cae y pega en la espalda o la sensación de estar sentado sobre el pasto húmedo. Son sensaciones atravesadas por las propias vivencias que son compartidas”, relata.
“Esa es la síntesis que se debe buscar, aunque no siempre se logre: generar climas y tocar ciertos nervios con las ilustraciones. Eso es lo que interesa”, añade.
Nico se maneja a sus anchas en las redes sociales, pero no olvida que detrás de todo eso hay un mundo de materia y de dimensiones palpables. Reconoce que ese nuevo mundo ha expandido sus fronteras de exposición pero no agota el universo en donde se mueve como artista.
“Fue un espacio -cuando no había otros lugares- donde publicar. De hecho, es un espacio que fue creciendo de a poco y ahora es gigante”, asegura.
“En ese ámbito, tanto el aplauso como la desaprobación uno las recibe inmediatamente. Es un mecanismo que a esta altura ya me tiene acostumbrado. Aun así, cada tanto me sorprende. Llevo 10 años metido allí. Me genera mucho placer cuando alguien se ríe o se conmueve con uno de mis dibujos, pero me angustio también cuando un halago se convierte en insulto” confiesa.
La obra de Vilela despierta una empatía inmediata. Es que sus componentes provienen del mundo cotidiano, del barrio, de los patios de la memoria anclados en los días de la infancia. “La identidad que creo con mis seguidores viene del hecho de que uno vive más o menos las mismas cosas que el otro. Mi infancia no debe de haber sido muy distinta a la de los demás y eso crea el vínculo” dice casi al mismo tiempo que reconoce que disfruta de esa relación que se establece a través de una obra.
“Me gusta saber a que, a veces, un dibujo puede cambiarle el día a una persona, la puede hacer feliz”.
La muestra que por estos días se expone en el Centro Médico de Martino está compuesta por cuadros que están “girando” con Nico desde hace mucho tiempo. Son viajeros incansables que ya conocen Misiones, Rosario y otros puntos del país. “Son cuadros que me vienen acompañando desde hace algunos años y que no los muestro en las redes sociales. La idea es que la gente que vaya a las exposiciones encuentre algo nuevo allí”, resalta.
“A diferencia de lo que comparto en forma digital, en estos trabajos se encuentran las pinceladas, las marcas del trabajo”, dice respecto de los acrílicos sobre soporte de tela o madera que fueron cuidadosamente distribuidos, por las responsables de Espacio Nido, en las instalaciones de De Martino, en España 82 y España 73.
Todos ellos tienen a niños como protagonistas. Recorren paisajes fantásticos e irreales. Y no hay tecnología, construcciones o mecanismos que los aten. Son niños aventureros que invitan a sumarse a un viaje conocido pero ya olvidado por el paso de los años y el peso de las formalidades.
“Creo que se trata de una invitación a ser ese niño o esa niña recorriendo ese paisaje. Sentir que uno está también ahí. Una invitación, además, a sentir los aromas de esos paisajes, los olores y las atmósferas. Cuando un niño enfrenta una de estas obras se identifica de inmediato porque se trata de lo que ellos hacen a menudo: salir a correr, trepar árboles e inventar juegos de la nada, pero también se identifican los adultos aunque en su caso lo hagan desde la nostalgia”, detalla.
La obra de Vilela es engañosamente ingenua. Propone un salto en largo a esos años que pasaron tan rápida como profundamente. Son un viaje de ida a un tiempo del que no es fácil volver. ¿Quién quiere volver de sus años más felices?