Albino Bianchi, la vida en sesenta y cuatro escaques
Con notable vigencia, sobresale en el ajedrez local y de la zona a través del tiempo. El campeón tandilense revela sus principales virtudes y su postura con respecto a la mejoría de programas de inteligencia artificial.
Pocos casos, en la historia del deporte tandilense, se asemejan al de Albino Bianchi. El ajedrecista se mantiene en los primeros planos desde fines de la década del ’70, cuando dio el salto a la categoría superior y prometía una trayectoria auspiciosa. Con el tiempo, cumplió con creces aquellos pronósticos.
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Encaramado en las primeras posiciones de cuanto torneo haya y reiterado campeón tandilense, supo ganarse un lugar de privilegio en el juego de estrategia.
Este Diario lo entrevistó para conocer más de su extensa y productiva carrera.
-¿Cómo fue tu primera vinculación con el ajedrez?
-Empecé a los 12 años, en el club Ramón Santamarina, en la escuela del doctor Héctor Mónaco, el abuelo de “Pico”. Mi hermano Rodolfo había aprendido en la escuela y eso nos acercó a jugar. En esa época había mucha actividad, porque también estaba el Círculo Rivadavia.
-¿Te atrapó de inmediato?
-Sí, enseguida me gustó. Mónaco fue el único profesor que tuve, porque después fui aprendiendo por mi cuenta.
-¿De qué manera se fue dando ese aprendizaje?
-Estudiando y compitiendo, son las dos formas de ir tomando conocimientos.
-¿En qué momento diste el salto y te diste cuenta de que ibas a ser un jugador destacado?
-Puede haber sido cuando gané un Sub 16, que había organizado Santamarina. Yo no era el favorito, porque había chicos más grandes y que llevaban más tiempo jugando. Estaban los hermanos Hugo y Alfredo Río, Pablo Amici y otros chicos de mayor experiencia. Desde entonces, empecé a competir con continuidad.
-¿Te costó mucho llegar a Primera?
-Ascendí en 1979, a los 15 años. En esa época se destacaban Luis Carrera, Norberto Comelli, Juan Pablo Garmendia, Alfredo Dahur, Amadeo Nicola, Norberto Méndez, entre otros. En el ’84, gané mi primer título en esa categoría.
-¿A ellos los veías como referentes por su juego?
-Sí, eran los jugadores que miraba para aprender. No había computadoras, la manera de tomar conocimientos era ver jugar a otros. También acudíamos a los libros y los recortes de los diarios. En el Círculo Rivadavia, nos juntábamos a analizar partidas que eran publicadas en diarios o revistas.
-¿Quiénes fueron tus principales rivales a través del tiempo?
-Jorge Ballent, Walter Bernardo, Roque Retamar, Cristian y Facundo Rodríguez, Matías Degorgue, entre otros. Todos excelentes jugadores.
-¿Cuáles fueron tus mejores torneos fuera de Tandil?
-Jugué muchas veces el Abierto Internacional de Mar del Plata y el Playas de Necochea, por equipos, además de los regionales y provinciales. En Necochea llegamos a salir terceros y cuartos, con rivales de toda la provincia y capitalinos, que tenían los mejores jugadores del país.
-¿Ahí se notaba mucho la diferencia?
-Se notaba cuando tocaba enfrentar a los de la Federación Metropolitana. Dentro de la provincia, generalmente hemos estado entre los equipos más fuertes.
-¿Qué otros rivales de alto nivel tuviste?
-Uno muy recordado fue cuando vinieron Ben Larsen, Rubén Felgaer, Juan Carlos Hase y Marcelo Tempone. Curatola organizó un torneo con jugadores de Tandil, Olavarría y Azul, para jugar con esas grandes figuras. También en Mar del Plata me ganó la búlgara Antoaneta Stefanova, que era campeona europea y luego fue campeona mundial.
-¿Tuviste algún momento más sobresaliente que otros en tu trayectoria?
-Tal vez haya sido cuando terminé en el puesto de 7 a 12 en el Abierto de Mar del Plata, a medio punto del ganador, hace unos cinco años. El campeón argentino de ese momento, Diego Flores, quedó en el puesto 13.
-¿Ganarle a Felgaer fue otro punto alto?
-Sí, eso fue en el torneo argentino por equipos en Mar del Plata. Él fue varias veces campeón argentino y participó en Olimpíadas de Ajedrez.
-También habrá alguna derrota inesperada.
-Varias. El ajedrez, quiérase o no, es un juego machista. Perder contra una mujer nunca es lindo. Una de las que me ganó fue Gabriela López, de General Rodríguez. Ese torneo fue en Santamarina y lo terminé ganando, pero todos se acordaban más de mi derrota contra ella.
Paciencia y constancia
-¿Cuál es la principal virtud que debe tener un ajedrecista?
-No hay una en particular. Se debe tener paciencia, estudio y constancia. Para llegar a cierto nivel, es necesario dedicarle horas, sobre todo cuando sos más chico.
-¿Qué tipo de jugador te considerás?
-Fui cambiando con el tiempo, pero siempre fui un jugador más bien agresivo. Las aperturas se van modificando, un poco también de acuerdo al rival.
-¿En el ámbito local se conocen todos?
-Sí, a nivel regional también. Eso es bueno, porque cada uno busca la manera de sorprender al rival.
Nunca el peón se come al rey
-¿Cómo viviste la evolución tecnológica que llevó al hombre a enfrentar computadoras?
-Las computadoras han ayudado para que crezca el nivel de juego. Hay programas como Alpha Zero, hecho por Google, que utiliza inteligencia artificial. Superó al programa anterior, que analizaba todas las posiciones, incluso las ridículas. La inteligencia artificial solamente analiza las mejores jugadas. Además, cuenta con sacrificios a largo plazo. Es decir, es capaz de entregar una pieza para su propio beneficio. El campeón del mundo, Magnus Carlsen, mejoró mucho su juego a partir de estudiar el programa.
-¿Te gusta jugar en esas circunstancias?
-El programa puede servir para analizar, pero no me gusta jugar contra un programa, no le veo sentido. La adrenalina es jugar contra alguien que siente, que debe tomar decisiones y puede equivocarse.