Barth, el rauchense que se ganó el corazón aurinegro
Fue uno de los mejores centrales que disfrutó Santamarina. Protagonista del ascenso al Argentino A en 2006 y de muy buenas campañas en esa categoría, repasa una trayectoria que previamente incluyó pasos por Gimnasia y Grupo Universitario.
Desde sus épocas en el Argentino B y hasta bien consolidado en el Argentino A, Santamarina disfrutó de un marcador central de alta categoría. Ariel Barth se había hecho conocido en la zona con la camiseta de San Lorenzo de Rauch, su ciudad natal, y alcanzó en Sarmiento de Ayacucho un nivel que lo puso como objetivo de varios clubes.
Gimnasia lo incorporó para el campeonato local y en Grupo Universitario tuvo una temporada en buen nivel, más allá de haber perdido la categoría en el Argentino B 2004/2005. Sus condiciones no pasaron desapercibidas para el aurinegro, que lo llevó para 2005/2006, ciclo que terminó con el ansiado ascenso al tercer escalón del fútbol nacional.
Desde entonces, Barth tiene un lugar preferencial en el afecto del hincha de Santamarina. Permaneció en el club hasta 2010, con la salvedad de que en la temporada 2008/2009 jugó para Huracán de Tres Arroyos. Después, la región cuyana fue donde exhibió su juego. En Desamparados de San Juan alcanzó estatura de ídolo y fue donde más tiempo permaneció, aunque también pasó por otros clubes de esa provincia, por Juventud Unida Universitario de San Luis y por Deportivo Maipú de Mendoza.
De vuelta en Botafogo, su club de origen, jugó el año pasado la Unión Regional Deportiva. Entonces, los más jóvenes de la zona pudieron conocer un central de movimientos elegantes, fuerte en el juego aéreo y en el uno contra uno, con gran lectura del juego para anticipar ataques rivales y preciso en el manejo de la pelota.
Hoy, recorre en la memoria una trayectoria sobresaliente.
-¿Cómo se dieron tus primeras salidas para jugar fuera de Rauch?
-Yo me había ido a estudiar Educación Física a La Plata y dejé de jugar, pero al poco tiempo volví a laburar con mi viejo. Ahí, dos amigos como el “Rata” Rattiguen y Jorge Heredia me propusieron ir a Sarmiento de Ayacucho. Estuve en otros clubes de la Liga, como Ferroviario y Labardén.
-¿Sarmiento fue un espaldarazo para tu carrera?
-Sí, porque permitió que me vieran y me conocieran en la zona. Jugué Argentino B en Racing de Olavarría. Después, Juan Cía me propuso ir a Gimnasia, en el torneo local tandilense. Nos dirigió el “Turco” Oudoukian, un lindo equipo con Valverde, Toletti, “Leo” Rossi y Sollazo, entre otros. Antes había estado en San Lorenzo, que hizo una especie de selección de Rauch para jugar el campeonato de Tandil.
-¿El siguiente paso fue en Grupo?
-Claro, torneo local y Argentino B. Era un campeonato largo, temporada completa. Tuvimos primero de técnico a Néstor Armendáriz y después a Oscar Mendoza. Había un buen grupo de jugadores de Tandil y otros que vinieron de Buenos Aires. Estaban Michel, Cerfoglia, Weimann, Cristian Pérez, Fadón y el “Colo” Nosei, entre otros. Anduvimos bien en el segundo torneo, pero quedamos últimos en la general de la zona. Me acuerdo que nos alquilaban una casa atrás del estadio San Martín, yo me quedaba algunos días, junto a los chicos que no eran de la ciudad, como los mellizos Díaz, Pacheco, Toro y Chunco. El tema es que entrenábamos en el club Hípico y no teníamos en qué ir. Entonces, nos consiguieron unas bicicletas y nos cruzábamos toda la ciudad. “Puchi” Mendoza nos esperaba para empezar la práctica, a veces llegábamos tarde.
-¿Tu nivel de esa temporada te llevó a Santamarina?
-De Grupo fui a Santamarina, para el torneo local y el Argentino B, con el “Negro” Conti. Fue la campaña que después estuvo Vicente Pernía y terminamos ascendiendo con Mario Gambini. Con él jugábamos con línea de tres, con Matías Méndez, Juan Forchetti y yo de líbero. Había un plantel bárbaro, con “Purre” Cardoso, Valverde y el “Chavo” Alustiza. Nos costó encontrar los resultados, pero se nos empezaron a dar sobre el final. Agarramos confianza, teníamos al “Chavo” que hacía goles en todos los partidos y ascendimos en las finales con Rivadavia de Lincoln.
-¿Santamarina era muy distinto a Grupo?
-Era otro entorno de gente, por ser el equipo más popular de Tandil. Pero yo no pensaba en eso, trataba de jugar con tranquilidad. Lo que viví en el aurinegro fue muy lindo, la mayoría de los años fueron positivos y se hicieron grandes campañas.
-¿No notaron el cambio de categoría? Varios de ese plantel del Argentino B terminaron siendo figuras en el Argentino A.
-Es verdad, se hizo otro torneo excelente y perdimos la final del Apertura en San Juan, con Desamparados, en esa definición por penales donde parecía que nadie la quería meter.
-¿Al año siguiente tuviste la lesión más seria de tu carrera?
-Me rompí ligamentos de la rodilla, en un partido con Guillermo Brown de Puerto Madryn, en una de las primeras fechas del Clausura. En la pretemporada, en un amistoso en cancha de Ferro, había tenido un mal movimiento y salí de la práctica. En un reducido antes de viajar, me pasó lo mismo. En Madryn me encararon, quise girar y sentí el dolor.
-¿Cómo fue viajar más de mil kilómetros en esas condiciones?
-Me tuve que comer las quince horas del viaje de vuelta con el pobre “Manolo” Villalon poniéndome hielo en la rodilla.
-¿Tras la recuperación, volviste haciendo un gol?
-Sí, contra Huracán de Tres Arroyos, en Tandil, y ganamos 1 a 0. En la primera jugada salí a cruzar afuera, me pusieron el cuerpo y me tiraron como cinco metros. Yo venía pensando más en la rodilla que en la pelota. Cuando me levanté, me di cuenta que estaba bien y me olvidé de la lesión. Me saqué eso de la cabeza y salió un gran partido.
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Centrales de jerarquía y los cruces con River
-¿Con qué central te sentiste mejor de todos los que compartiste dupla en Santamarina?
-Con todos, pero tengo más relación con “Pipa” Beratz, porque fuimos compañeros también en Desamparados. Pasaron Mauro Palomeque y “Moncho” Madrid, entre otros, grandes jugadores. Otro que recuerdo bien es Forchetti, porque era joven pero tenía la experiencia de haber jugado en Boca y enseñaba mucho dentro de la cancha.
-¿Con Palomeque fueron a Huracán de Tres Arroyos?
-Sí, nos llevó Tenaglia junto con Matías Méndez. Había mucho entusiasmo para pelear arriba y no se cumplieron los objetivos, nos salvamos del descenso faltando pocas fechas.
-¿Cómo se dio el regreso a Santamarina y tu posterior salida?
-Fue para jugar la temporada en la que perdimos la final con Patronato de Paraná y la Promoción con la CAI de Comodoro Rivadavia. Nos faltó plantel, sentimos el desgaste, los lesionados y los suspendidos. Después de eso, Santamarina se desarmó, estaba muy complicado. Entonces me fui a Desamparados, en 2010, con Beratz y Gerardo Corvalán. En el primer año, ascendimos al Nacional B.
-¿De qué manera se dio esa temporada?
-Como el ascenso de Santamarina en 2006, con cambios de técnicos durante el torneo. Al final agarró Daniel Garay, un “profe” del club, para dar una mano y empezamos a ganar. Pasamos todos los cruces con lo justo, algunos con desventaja deportiva y le ganamos la Promoción a San Martín de Tucumán. El partido bisagra había sido el primero con Unión de Mar del Plata, que dimos vuelta un 2 a 0 y ganamos 3 a 2. Después, empatamos de visitantes y agarramos confianza.
-Ahí, llegaron a un Nacional B donde había caído River.
-Estaba River y otros equipos como Quilmes, Rosario Central, Instituto, Gimnasia, Huracán… Para nosotros, por ser el primer año, nos costó mucho y terminamos descendiendo. Le ganamos en la última fecha a Central, pero no nos alcanzó. Sentía que colectivamente esos equipos sacaban diferencia. No conocíamos tanto la categoría y eso pesaba.
-¿River les marcó mucha ventaja?
-El primer partido se jugó en Huracán, a puertas cerradas, porque River tenía suspendida la cancha. Nos ganaron bien, aunque en algún momento estuvimos cerca del empate. Me expulsaron por un insulto al aire. En San Juan, en la segunda rueda, la diferencia en el juego fue más amplia.
Corazón dividido
-¿Con Desamparados terminás muy identificado?
-Sí, porque su gente es muy fanática y el ascenso de 2011 es muy recordado. Después de eso, nos perdonaban todas.
-¿Tu siguiente club fue Juventud Unida Universitario de San Luis?
-Claro, fui para el Argentino A y terminamos perdiendo la final por el segundo ascenso con Guaraní Antonio Franco de Misiones, por ventaja deportiva. Fue el año que subió Santamarina. En Tandil perdimos 1 a 0, con un gol sobre la hora. Después, estuve un año y medio en Maipú de Mendoza, y volví a San Juan para jugar en Peñarol y en Alianza, antes de volver a Desamparados.
-¿Se renovó el romance?
-Estábamos peleando para no descender y me tocó hacer un gol clave para quedarnos en el Federal A. Estuve un año más y me volví a Rauch.
-Juegan Santamarina-Desamparados. ¿Por quién hacés fuerza?
-¡Por un empate! Son dos clubes que me dieron mucho, donde estuve más tiempo jugando, y en los dos me tocó ascender. Por ahí ahora estoy más identificado con Desamparados, porque es más reciente y porque su gente te lo hace sentir de otra manera. Pero de Tandil también tengo los mejores recuerdos.
-¿Cómo te sentiste en la vuelta al nivel local, en Botafogo?
-Me dio la posibilidad de jugar, entrenarme y estar bien. La parte física se siente, es algo lógico que vaya perdiendo en ese aspecto. Pero le pude aportar algo al club y me sentía en condiciones. Este año iba a seguir jugando, veremos qué pasa el que viene.
-¿Te cruzaste con excompañeros?
-Nos enfrentamos con Diego Bucci. A Matías Méndez lo vi, pero justo ninguno de los dos jugó ese día. Otros que me crucé en el Agrario fueron Cristian Pérez, Nahuel Santos y Jorge Weimann. Siempre es lindo reencontrarse con tan buena gente.
-¿Se proyectan chicos prometedores en Rauch? Siempre fue una buena cantera.
-Sí, pero pasa lo mismo de siempre. Hay chicos que juegan bien, pero a cierta edad tienen que elegir entre jugar o irse a estudiar, y a veces se corta la carrera. El compromiso con los entrenamientos también es algo que debe mejorarse.
-¿Sentiste de chico que en otra ciudad más grande hubieras tenido mayores posibilidades?
-Nunca pensé en poder vivir del fútbol o jugar profesionalmente. Siempre querían llevar a probarme, pero nunca me decidí a hacerlo con ganas. Ahora me arrepiento, pero cada uno en su momento toma las decisiones que le parece son las mejores.