TURISMO CARRETERA
“Cuando me enteré, me temblaban las piernas, para mí Roberto era inmortal”
“Chueco” Romero fue testigo cercano del accidente fatal de Mouras. En Lobos, venían luchando por el liderazgo. A casi 28 años, el olavarriense repasa con detalles el episodio que acabó con la vida de uno de los grandes ídolos de la historia del TC.
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Por Fernando Izquierdo, de esta Redacción
fernandoizquierdo@hotmail.com
El 22 de noviembre de 1992, el Turismo Carretera se quedó sin su principal figura de ese entonces.
En el semipermanente de Lobos, Roberto Mouras lograba la victoria más cara de su carrera. La número 50, que lo coloca como el segundo más vencedor en la historia de la categoría, sólo superado por el mítico Juan Gálvez. Lograrla, le costó la vida, literalmente.
Tras el fortísimo impacto del Chevrolet número 9 sobre el talud y la peor noticia, que llegaría minutos más tarde, el silencio que invadió el entorno de aquel trazado rutero se volvió una muestra inequívoca del respeto y la admiración que el “Toro” de Carlos Casares había cosechado en todo el pueblo tuerca argentino.
Venerado de manera muy especial por los hinchas de Chevrolet y Dodge, marca con la que logró sus tres títulos, pero respetado de manera unánime.
Uno de los testigos más cercanos del fatal despiste en la ruta 205 fue José María Romero, quien había largado junto a Mouras en primera fila y bregaba por darle alcance a la “Chevy” que lideraba en pista y en los relojes en esa penúltima competencia del año.
En ese talud terminó de desintegrarse el sueño de Mouras de regalarle un título a la parcialidad de Chevrolet.
A metros del accidente, el “Chueco” de Olavarría veía como la fatalidad le pasaba cerca, tal como ocurriría un año y medio más tarde con la muerte de Osvaldo “Pato” Morresi, en La Plata.
A casi 28 años del luctuoso episodio que se llevó la vida de unos de los ídolos más imponentes del último medio siglo de TC, Romero recuerda los detalles con extrema precisión.
Y los comparte con El Eco de Tandil:
“Nunca pude compartir un podio con Roberto y creo que ése iba a ser el día. Me parece que lo iba a superar, mi auto andaba muy bien. Ya había funcionado bárbaro durante la carrera anterior, en San Lorenzo”, comienza narrando.
-¿Qué recordás del accidente?
-En un momento, Roberto toma distancia y pega una bloqueada muy importante, en la (Ruta) 41, después de hacer el cambio de mano en la caminera. Cuando llegamos a la horquilla, cerca de boxes, pegó una “planchada” de unos 70 metros, la goma echó mucho humo. Cuando entramos en la zona más veloz, estalla la goma. Yo veo que vuela parte de la trompa y el auto impacta contra un talud de tierra que, según me enteré cuatro años después, había mandado a colocar él. Roberto recorría los circuitos, era veedor de la ACTC y hacía recomendaciones para la seguridad de los pilotos. Se mató contra su propio montículo.
-Shockeante…
-Sí, para mí Roberto era inmortal. Di una vuelta más y cuando pasé por el lugar vi que había mucha gente reunida. Cuando volví a pasar por ese cambio de mano, recuerdo que vi la bandera roja mostrada por el “Colorado” Zubeldía. Me metí a boxes y mi equipo me preguntó qué había visto. Para mí, era sólo un golpe.
-¿Cómo te enteraste?
-Vi llegar un auto con las luces prendidas, por la pista, pero en sentido contrario al de la carrera. Cuando se bajó Zubeldía y vi que se agarró la cabeza, me di cuenta. Se me aflojaron las piernas y me largué a llorar. Ahí constaté que el accidente del querido “Toro” había sido fatal. Para mí, él era campeón ese año.
-¿Su estilo de ir siempre al límite le jugó una mala pasada o simplemente lo atribuís a una fatalidad?
-Fue una fatalidad. Él transitaba muy fuerte las chicanas, golpeaba el auto en los “pianitos”, yo veía que acomodaba el espejito cuando los pasaba. Pero era su forma de correr, siempre iba al frente. “Pincho” (Oscar Castellano) describe muy bien la rivalidad que tuvieron, se daban durísimo, tuvieron muchas peleas y choques en pista porque ninguno de los dos aflojaba. Lo de ese día en Lobos fue una desgracia, y fue en mis narices. Fue una enorme pena, para la categoría y para el automovilismo argentino en general.
-¿Era presagiable el accidente por cómo venía transitando su Chevrolet en esa final?
-Roberto ya había tenido problemas en la serie. Dos de sus gomas estaban “planchadas”. Recuerdo que (Agustín) Dopico quiso darle las suyas, pero Roberto se negó. Ocurre que con una goma que ya no tenía dibujo, marcabas una diferencia muy grande, ganabas dos o tres segundos por vuelta. La goma lisa era mucho más rápida, para frenar, para doblar…Roberto confió en sus cubiertas. La bloqueada del accidente fue muy importante. Quizá, también tenía algún problema en la suspensión. Él no era un piloto de bloquear de esa manera, te hacía la diferencia frenando unos cincuenta metros más adentro que el resto de los pilotos. Y manejaba con gran delicadeza, llevaba el volante con la punta de los dedos, como una señorita. Gracias a él aprendí a rebajar de cuarta a segunda para hacer la chicana de Ascari, en el autódromo de Buenos Aires. Como también a cómo hacer algunas otras chicanas. Aprendí mucho de él, al igual que de “Pincho” (Castellano), Emilio (Satriano), “Jhony” (Juan Antonio De Benedictis) y “Urreta” (Roberto Urretavizcaya).
-Has vuelto más de una vez al lugar del accidente.
-Sí, estoy trabajando como camionero y suelo pasar. Siempre que paso, paro. En mi segundo viaje con el camión que tengo actualmente, estuve. Saqué unas fotos, las subí a las redes y se viralizaron. El primero que me mandó un mensaje para felicitarme fue Hugo Mazzacane (presidente de ACTC). Es un lugar especial donde se mató Roberto, con girar apenas la vista uno puede ver el santuario que está por ahí. Su monolito está en un lugar ideal para que la gente siempre lo salude y lo recuerde. Si hubiese sido en otro lugar, pasaría más desapercibido.
-¿Coincidís con quienes aseveran que Mouras y Castellano fueron los dos últimos grandes ídolos del TC?
-No sé si es tan así. Ha habido y hay otros pilotos importantes. Como “Jhony”, Satriano, (Guillermo) Ortelli, (Christian) Ledesma y “Gurí” (Omar Martínez). Yo siempre me he sentido un privilegiado por haber corrido con ellos. El automovilismo cambia, eso está claro. Ya no están las carreras en ruta o las históricas en las que el piloto hacía mil kilómetros sin bajarse del auto. Yo sigo disfrutando del Turismo Carretera, los autos de hoy son bárbaros. Tuve la suerte de presenciar las últimas tres visitas de la Fórmula 1 a Buenos Aires, y a los autos que vi ahí, en algún modo, los puedo comparar con los TC actuales. Van muy fuerte, frenan uno encima del otro, tienen una velocidad de curva importante…los TC de hoy son prácticamente unos prototipo.
-¿Presenciar el accidente de Mouras te hizo pensar en el retiro? ¿Tu familia te lo pidió?
-No. Nos angustiamos, pero seguimos. También fue duro lo del “Pato” Morresi (N. de R.: murió en una carrera en La Plata, en 1994). Cuando se accidentó, yo estaba en boxes porque había abandonado, pero transité junto a él en determinado momento de la carrera. Fue otro duelo muy grande, fuimos a su velorio en San Pedro.
-¿Nunca se te cruzaba la idea de dejar?
-Lo pensé una vez en Balcarce, cuando vi volcar a “Jhony” (De Benedictis). Ese día sí me asusté mucho. También estaba en boxes, fue durante una clasificación. Cuando vi el vuelco, me largué a llorar abrazado a un palo y me dije: “No corro más”. Además, “Jhony” es mi amigo, venía a Olavarría a rectificar los motores y nos encontrábamos a compartir charlas.