Daguzán y el fútbol, la otra cara del periodista
Un día como hoy, pero de 2013, se apagaba la vida de Fermín Claudio Daguzán, uno de los periodistas más sobresalientes que dio esta ciudad. Tenía 43 años y había pasado 15 de ellos desplegando su tarea en este Diario, con características que no abundan: capacidad, creatividad, vocación, honestidad y perfil bajo.
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En este espacio, la idea es homenajearlo desde otro lugar, el de deportista. O, al menos, a modo de humilde recordatorio, repasar algunos aspectos de sus incursiones futbolísticas, que las tuvo desde chico.
Para conocer al periodista, basta con recurrir a las colecciones de El Eco de Tandil. Esta página, en cambio, intenta ayudar a imaginarlo dentro de una cancha de fútbol.
La casa de Pinto al 900 fue la cuna de Fermín. O Claudio, como siempre lo identificó su familia para diferenciarlo del nombre de su padre. Y también fue su primera cancha, el lugar en que recibió el regalo más preciado de chico: la pelota. En el garaje se hacían interminables los “cabeza a cabeza” de una punta a la otra, donde el anfitrión era invencible gracias a su fuerte cabezazo.
Establecer el primer contacto del pequeño Daguzán con la redonda, de manera formal, lleva inevitablemente al Colegio San José. El baby fue armado por Manuel Rodríguez y Lalo Linari, y se jugaba sábados y domingos. En aquellos equipos estaban Ricardo Stoddart, Leandro Magneres, Gustavo Liggerini, Fabián Rivas y Leonardo Maiarú, entre otros.
De ellos, “Lenga” Magneres detalla que “con Fermín jugamos de compañeros en los tres primeros años; y en equipos distintos en cuarto, quinto y sexto. Volvimos a estar juntos en séptimo y fue la única vez que salimos campeones”. El nombre del conjunto que integraban remite claramente a la época: Atlético Malvinas.
Los caminos de ambos amigos siguieron juntos en ese 1982. Magneres describe que “ese año nos fichó Jorge Merigo, alguien que lo quería mucho y lo puso de capitán en la clase ’69 de San José. Cuando fui con mi mamá y mi papá a firmar la ficha a la Liga Tandilense, justo antes había firmado Fermín”.
Merigo, Antonio Procopio, Roberto Seijas y Horacio Becchi fueron los entrenadores que tuvo entre 1982 y 1986. Los hermanos Julio y Daniel Montenegro, Martín Aranzabe, Jorge Pagnacco, Guillermo Pecelis y Pablo De Diego aparecen como compañeros en distintas formaciones de esos años.
Además, Daguzán tuvo una convocatoria para un seleccionado de clases ’68 y ’69, a cargo de Enrique Torres, para una competencia de carácter nacional.
Otro amigo de aquellos tiempos, Gustavo Liggerini, recuerda la organización de partidos en la Plaza de las Banderas, infaltable en cada viernes. “Eso duró de segundo a quinto año de la secundaria, entre dos equipos ya armados con alumnos de San José. Lo organizábamos entre nosotros, jugábamos a las 2 ó 3 de la tarde. Llevábamos para armar los arcos, era un clásico”, recuerda el “Profe”, el actual director técnico de Ferro Carril Sud de Olavarría.
Al rojinegro
Además de su vínculo con San José, Daguzán tuvo un paso por Independiente, club al que fue en 1987 con Leandro Magneres y donde fueron dirigidos por Pedro Latorre. “Lenga” tiene presente el recuerdo: “Jugamos el primer torneo del año para San José, pero al no haber Primera B, en la segunda mitad de la temporada podíamos pasar a otros clubes. Muchos fueron a Ferro, otros a Grupo y nosotros a Independiente, porque lo conocíamos a Latorre de ir a la pileta del club. En esa cuarta división, estaban Mauricio Barragán, el Negro Coronel, Jorge Taglioretti y Pasquita Gutiérrez. Había otros chicos de la misma edad que habían pasado a Primera”.
Aquel tiempo en el rojinegro, asegura Magneres, “fue especial para Fermín. Algunos tíos y el papá eran hinchas de Independiente, él iba de chico a ver a ese equipo y tenía una simpatía por el club”.
Salir jugando
Ni la cancha de la quinta San Gabriel ni la categoría en que se jugaba parecían ser escenarios ideales para el estilo futbolístico de Daguzán, que insistía en darle prolijidad a cada intervención en un sector peligroso para su equipo.
Así lo resume Daniel Pérez, su técnico en cuarta división en 1987 y en tercera en 1989: “Dagu era un lírico, siempre quería salir jugando. Yo le pedía que la revoleara, que no arriesgara tanto”.
Liggerini coincide en la apreciación: “Era un jugador exquisito. No era agresivo en el uno contra uno, pero tenía muy buena lectura del juego”.
El “Loco” Pérez, que actualmente dirige a Loma Negra, guarda los mejores recuerdos de aquel plantel y rememora que “después de cada partido íbamos al bar Tito. Ahí organizábamos el asado que íbamos a hacer en la quinta San Gabriel, donde jugábamos como locales. La verdad es que disfrutábamos mucho”.
Por supuesto que el Daguzán futbolista no se agotó en las actuaciones oficiales, que fueron diluyéndose desde que se instaló en Buenos Aires para estudiar periodismo. Torneos comerciales, equipos entre amigos y turnos de fútbol cinco nunca faltaron en la vida de quien supiera dejar su huella, no solamente en las letras sino también dentro de las canchas.
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Leandro Magneres y Fermín Daguzán. La pelota, infaltable compañera.
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Una formación de un torneo de fútbol 5, a mediados de los ’90. Arriba: Bernardo Viana, Juan Suárez García, Ignacio Sarrasin, Juan Usandizaga y Fernando Pedersen. Abajo: Martín Gómez y Fermín Daguzán.
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