LIGA NACIONAL DE BÁSQUETBOL
Hace un cuarto de siglo, “Chino” Zulberti se llenaba de gloria con Independiente de Pico
El 24 de junio de 1995, el elenco pampeano se consagró con el tandilense como capitán. El extirador repasó detalles de la campaña.
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Por Fernando Izquierdo, de esta Redacción
fernandoizquierdo@hotmail.com
Para Jorge Zulberti, la tercera fue la vencida. Tras dos finales perdidas, el 24 de junio de 1995 el tandilense consiguió el tan anhelado título de la Liga Nacional de Básquetbol.
Lo hizo como integrante del plantel de Independiente de General Pico, protagonista excluyente de la máxima competencia a nivel país en los ’90, que se subió a lo más alto tras vencer en el play off decisivo por 4-1 a Olimpia de Venado Tuerto.
De esa manera, “Chino” dejó atrás el trago amargo de la ‘91/’92 cuando con GEPU de San Luis se quedó en las puertas de la gloria ante Atenas de Córdoba; y el de la ‘93/’94, cuando ya en filas del rojo pampeano se vio postergado por Peñarol de Mar del Plata (en la ‘98/’99, Zulberti jugaría su cuarta final de Liga A, otra vez en Independiente, cayendo ante Atenas).
Hoy es el día en que se cumple un cuarto de siglo de aquella conquista inolvidable para la historia del deporte pampeano. Con un tandilense como protagonista de relevancia en medio de un plantel con figuras de la talla de Esteban De la Fuente, Facundo Sucatzky, Pablo Lamare y Melvin Johnson.
Nunca otro jugador de esta ciudad conquistó con ese grado de protagonismo un título de la Liga Nacional, lo cual enaltece lo conseguido por Zulberti a mediados de los ’90.
Hoy, radicado en La Plata, este exalero -cuyo principal atributo era la puntería desde el perímetro- se animó, en compañía de El Eco de Tandil, a un extenso repaso de aquella campaña:
“Conseguir ese título fue, de alguna manera, sacarnos la sangre del ojo. El año anterior habíamos perdido la final contra Peñarol, en la primera temporada del club en la Liga Nacional. Nuevamente, logramos pelear por el título ante los históricos de la Liga, como Atenas, Ferro y Peñarol”.
-Habían estado muy cerca en 1994.
-Sí, no supimos, en la final ante Peñarol, reponernos de la salida de Michael Wilson, quien nos dejó “en banda”. Se fue después del quinto partido de las semifinales ante Atenas. Tuvimos que enfrentar a Peñarol con un solo extranjero. Para nosotros, Michael era un jugador muy importante, tanto en el juego como para el grupo. Cuando se fue, nos caímos anímicamente. Estoy convencido de que, con él, hubiésemos sido campeones.
-Se mantuvo la base y, al año siguiente, se logró el objetivo.
-Claro. Hubo solamente dos cambios. Llegó Esteban De la Fuente en lugar de Hernán Trentini, y en reemplazo de Wilson contrataron a Malru Dottin. La cosa fue fluyendo. La derrota del año anterior significó una lógica frustración, pero por otro lado nos dio la energía y la experiencia de cara a la final del ’95 ante Olimpia. No para mí porque ya había jugado una con GEPU, pero aquélla ante Peñarol fue la primera final de Liga para varios compañeros. En momentos, importantes uno reacciona a través de su experiencia. Fue positivo llegar a la final ante Olimpia habiendo disputado otra un año antes. Una definición así tiene cierta trascendencia, está rodeada de nervios, de mucha gente pendiente y demás.
-¿Qué aportó Dottin en su intento de suplir a Wilson?
-Cuando llegó, era jovencito, salía por primera vez de Estados Unidos. Empezó con mucha timidez y dudas, llegaba a un equipo que venía de ser subcampeón, con una estructura armada. Se encontró con cierta hostilidad, con subirse a un micro en General Pico y viajar un día y medio para jugar en Comodoro Rivadavia. Pero terminó adaptándose muy bien y jugando en un nivel bárbaro. No era la primera ni la segunda opción ofensiva, jugaba un poco de lo que le dejaba el resto. Cuando Esteban (De la Fuente) se puso bien, el equipo explotó y tuvo un crecimiento exponencial en su nivel. En la segunda fase, creo que perdimos sólo dos juegos, y en los play off terminamos con record de 10-1, solamente perdimos un partido en la final ante Olimpia. En un momento, nuestro sentimiento en la cancha era que no había nadie que nos pudiese ganar.
-También, la importancia de mantener a Mario Guzmán como entrenador.
-Se mantuvo el cuerpo técnico completo, la dirigencia, la base del equipo, el sistema y la dinámica del juego. Había que acoplarlo a Esteban (De la Fuente), un jugador inteligente, talentoso y solidario. Cuando él se puso bien y nos dio lo que sabíamos que podía dar, dimos un salto de calidad. Él se amoldó al juego nuestro, no es que antepuso el suyo. Se acomodó a nuestro altísimo ritmo de entrenamiento, trabajábamos muchas horas, y nos ayudó estar en una ciudad chica, sin grandes distracciones como Mar del Plata, La Plata o Buenos Aires. El equipo, al margen de haber salido campeón, creo que marcó una época. Es muy recordado por su forma simple y dinámica de jugar al básquetbol.
-¿Quiénes eran los líderes del plantel puertas adentro?
-No había alguien muy marcado en ese aspecto. El capitán era yo. Mario (Guzmán) me había asignado la idea de que ayude con la dinámica del grupo. Él me tenía mucha confianza, yo tenía 28 años y había jugado una final de Liga en GEPU. Pablo Lamare, que conocía mucho el club, y yo teníamos cierta ascendencia. Lo mismo que Michael Wilson el año anterior al del título. Después, hay jugadores que son líderes dentro de la cancha, por presencia, por conocimiento del juego, por jerarquía. Esteban lo era, pero en el vestuario era un tipo callado. Pero era un grupo bastante compacto en ese sentido, no había líderes absolutos. Se adquirió una dinámica de grupo gestada a partir de cosas que sucedían en la ciudad. Todas las semanas recibíamos invitaciones desde pueblos de la provincia de La Pampa para comer asados, salir a cazar o lo que fuera. Así, construimos una química muy linda. Éramos un grupo unido, dentro y fuera de la cancha, más allá de que pudiésemos tener individualmente un poco más de afinidad con determinado compañero. Es claro que sin un buen grupo no podés salir campeón.
-¿La filosofía de juego del equipo y las pretensiones del entrenador cuadraban con tus características o debiste hacer ciertas “concesiones”?
-Era un equipo que jugaba mucho al ritmo de Facundo (Sucatzky, el base titular). Era muy jovencito, tenía 21 ó 22 años. Era rapidísimo, pasaba muy bien la pelota, aportaba mucho gol, un jugador muy completo. Y yo venía de un par de años de jugar con mucho ataque rápido. A veces, nos hacían un gol, y salíamos velozmente y, en dos pases, estábamos anotando en el otro lado. Mario dejó fluir nuestro juego. Después, en el cinco contra cinco, nos pasábamos muy bien la pelota, teníamos dinámica. Aparte, contábamos con jugadores aplomados, con experiencia, que entendían el juego. Hoy, a la distancia, veo que Mario dejaba que juguemos con libertad y desarrollemos todas esas virtudes.
-¿Cómo capitán aconsejabas a tus compañeros o te mantenías como uno más del plantel?
-Tenía cierta incidencia. Por ejemplo, en charlas con los dirigentes para pelear premios y demás. También hablaba con los juveniles, buscaba solucionar problemas que pudieran surgir en las relaciones entre compañeros. Yo hablaba mucho con Mario, él confió en mí. La mía era una voz escuchada por ser el capitán. Quien ocupa ese puesto tiene una importancia tácita, hay gente que no sabe quién es el capitán de cada equipo, pero el grupo lo tiene claro.
-¿En ese equipo mantenías una afinidad basquetbolística especial con algún compañero?
-No puedo nombrarte a alguien. Era un equipo muy inteligente, que se pasaba mucho y muy bien la pelota. Cuando el equipo se disponía a ejecutar un sistema ofensivo para que yo tome la bola en la esquina y lance de tres puntos, mis cuatro compañeros trabajaban para que eso pase, para que yo reciba un buen pase en el momento adecuado. Teníamos grandes pasadores como Facundo, Esteban y Melvin. En el juego, no tenía una afinidad específica con alguien. Podía tenerla en lo personal, el deseo de que juegue más minutos alguien que fuera mi amigo, como Pablo Lamare, con quien actualmente tengo una amistad.
-¿Qué significó en lo personal el primer título luego de perder dos finales?
-Un alivio. Pensaba que quizá nunca me tocaría, ha habido grandes jugadores en la Liga Nacional que no han podido obtener un campeonato.
-Mucho se cuestionó la procedencia de los recursos económicos utilizados para la campaña de Independiente de Pico en su consagración.
-Como ocurre en este momento con equipos del Interior, de provincias como Santiago del Estero o Formosa, Independiente se beneficiaba con aportes provenientes de la política, de gente allegada al Gobierno. Lo mismo viví en Andino de La Rioja y GEPU de San Luis. El básquetbol nunca ha sido autosustentable para los clubes, a excepción de aquéllos habituados a jugar finales generando grandes recaudaciones. En Independiente de Pico específicamente, había muchos particulares que aportaban dinero por querer al club. Como también había gente relacionada a la política que conseguía cosas para la institución. Después, no sé decirte si era dinero mal habido o no. Lo cierto es que el fervor de la gente por aquel equipo era enorme, todos querían aportar.
-¿Por qué se dio tu alejamiento apenas fueron campeones?
-Porque al año siguiente, se estableció una categorización para los jugadores nacionales. A mí, como a otros compañeros, nos catalogaron como clase A, y había un límite de jugadores de ese rango por plantel. Fue una de tantas determinaciones erróneas que se tomaron a lo largo de 35 años de Liga Nacional, como también ocurre en el deporte argentino en general cuando se intenta tapar agujeros. Fue un mamarracho que duró un año y que sirvió para desarmar un equipo que era imbatible.