Hay ceremonias en la tormenta
Tres días después del fallecimiento de Diego Maradona, en el estadio San Martín era imposible abstraerse al suceso que conmovió al mundo.
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La bandera aurinegra a media asta, en el mástil cercano a la esquina de Rivadavia y Pueyrredón, era el primer indicio del respeto por el resonante suceso.
Una vez que los once de Santamarina saltaron a la cancha, por los altoparlantes se escuchó el relato de Víctor Hugo Morales, en ocasión del gol a Inglaterra en México ’86. Uno y otro, ya instalados con valor de leyenda en el imaginario popular.
Los veintidós jugadores y la terna arbitral se ubicaron en el borde del círculo central, con la pelota en el medio, para el respetuoso minuto de silencio, al cual le siguieron generosos aplausos. Las palmas fueron por igual de futbolistas, cuerpos técnicos, jueces, dirigentes y periodistas; los únicos que tuvieron acceso al estadio.
A esa altura, la amenazante tormenta le había dejado paso a una tarde de clima pesado y agradable.
Las referencias maradonianas se extendieron al entretiempo, cuando la música se hizo presente a través de Rodrigo, Las Pastillas del Abuelo y Manu Chao.
Ya en la zona de boleterías, entrada la noche, tomaba forma el mural con la eterna imagen del “10”. La que, desde ese lugar, recibirá a cada visitante al San Martín.