PRIMERA NACIONAL
Más corazón que cabeza, el gran pecado de Santamarina
Al aurinegro le falta manejar mejor los momentos de cada partido. Las claves de un equipo con potencial y mucho para mejorar.
El Santamarina post-pandemia se aferra a una posibilidad matemática para mantener aspiraciones de superar la zona en la Reválida de Primera Nacional. Descontarles cuatro puntos a Quilmes y dos a Instituto de Córdoba, con seis en juego, es poco menos que imposible, más teniendo en cuenta que esos equipos deben enfrentarse en la próxima fecha. Casi tan difícil como alcanzar a Almagro, distante a seis unidades. Si bien el aurinegro acortaría a tres en caso de ganarle el domingo venidero, luego debería hacer lo propio en Jujuy y esperar que el tricolor caiga con el desahuciado Chacarita, en la jornada final de la zona.
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Con ese panorama y a sabiendas de que el objetivo de clasificación es algo lejano, la mira debe estar puesta en febrero, cuando se ponga en marcha la temporada larga.
Por ese motivo, los cinco partidos jugados hasta ahora deben servir para que Pablo Ricchetti obtenga conclusiones hacia el futuro inmediato.
Santamarina ha repartido virtudes y defectos en los 450 minutos de juego que desarrolló en este mes de competencia oficial, desde el victorioso debut del 28 de noviembre frente a Quilmes, a la caída del lunes pasado frente a Brown de Adrogué.
Entre las primeras, la más notoria es la saludable intención de jugar en corto desde el fondo. A partir de esa premisa, generó espacios gracias al adelantamiento del rival, para lastimarlo con ataques surgidos desde la pelota dominada. En ocasiones, falló en la movilidad necesaria para que ese recurso prospere y eso se volvió en contra, con el peligro que conllevan las pérdidas en terreno propio.
En el haber, queda claramente la falta de serenidad para llevar adelante un plan de juego en los momentos adversos. Cae con facilidad en el intercambio de ataques, incluso cuando la situación requiere aquietar el ritmo. La capacidad de manejar los momentos es propia de los grandes equipos y puede adquirirse con el tiempo, para que el corazón no le gane siempre a la cabeza. Al respecto, no debe perderse de vista que el aurinegro tuvo en su formación titular del lunes un jugador de 20 años (Depietri), dos de 21 (Donato y Santillán -al igual que Iturra, el otro “5” que suele estar entre los iniciales-) y tres de 22 (Arregui, Boolsen y Kabalín). No están lejos de esas edades Leiva (23) y Casas (24); todos ellos haciendo sus primeras armas como profesionales y que nunca jugaron en categorías superiores. Es evidente el salto hasta los experimentados del plantel: Barsottini, Mariano González (ambos con 39) y Michel (37).
Con esa característica, los bajones en medio de un mismo partido son algo habitual, como así también las buenas actuaciones manchadas por errores puntuales. El caso más notorio, el lunes, fue el de Patricio Boolsen. El zaguero venía cumpliendo con gran eficacia en su función, hasta que en el minuto 85 falló en un cruce, con el equipo algo descompensado, y Mateo Acosta aprovechó para poner el 2-1. Treinta segundos antes, el arquero visitante Mauro Ruggiero se había agigantado para tapar una definición de primera de Martín Michel. Esa acción impactó en el ánimo aurinegro, ya que hubo demasiados lamentos y una réplica letal. Como esos boxeadores de mandíbula floja, que van al frente pero sienten en exceso los golpes, faltó capacidad para absorber la circunstancia adversa.
El domingo, Almagro traerá a Tandil su condición de líder y sus aspiraciones de asegurarse la clasificación. Será un desafío más para un Santamarina que debe sacar a relucir otros atributos.