RUGBY
Mercanti quiere seguir progresando en España
El pilar formado en Los 50 descansa en Tandil U Entusiasmado con su experiencia europea, dejó Ciencias Cajasol tras el ascenso, y le apunta otro equipo de la División de Honor
Andrés Mercanti pegó varios golpes de timón en los últimos tiempos. En el verano de 2018 decidió dejar Los 50 y probar suerte en Alumni, y ocho meses después estaba en un avión rumbo a Sevilla, para sumarse al Ciencias Cajasol, de la segunda categoría del rugby español. Por estos días, el pilar de 25 años, reconocido por su tamaño y su temperamento, recupera afecto perdido en Tandil, tomando envión para regresar por más al Viejo Continente.
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Por supuesto que Los 50 es su punto de referencia en la ciudad. “Estoy entrenando en el club, los acompañé a Santa Rosa el sábado pasado. El ‘Flaco’ Orbaiceta, me hizo un plan de entrenamiento para no perder el ritmo en estas semanas que voy a estar acá. Extraño mucho el club, más allá de que ya quedan pocos jugadores de mi camada. Me gusta ir con mi viejo, estar ahí. Juego desde los 10 años en el club, pasé gran parte de mi vida, eso de la segunda casa no es un verso”, dice Andrés.
Tras una campaña arrasadora, con solo dos derrotas en las instancias finales, Ciencias Cajasol se adjudicó el campeonato y el ascenso a la Liga de Honor, pero como suele suceder, el plantel que alcanzó el gran objetivo fue desmantelado: “No voy a volver al mismo equipo. Decidieron desarmar el plantel que consiguió el ascenso y no quedó ninguno de los argentinos. Una lástima porque fuimos los que hicimos el esfuerzo para ascender y queríamos estar en la División de Honor. Hay una chance muy buena de arreglar con Ordizia, que es un club vasco de muy buen nivel que tiene buenas referencias mías por el entrenador (Manuel Mazo) que tuve en Ciencias”.
-¿Cómo fue tu primera experiencia viviendo afuera?
-Estoy contento. Me ayudó mucho ir conociendo a la gente para no sentir tanto el cambio de vida. Tuve que adaptarme a vivir con una persona que apenas conocía. Tuve que tener más paciencia, ser más tolerante, cosa que acá no hacía, porque cuando mi viejo me decía algo que no me gustaba lo mandaba a la mier… (risas). Al principio conviví con otro argentino, un cordobés de La Tablada que era muy diferente a mí y no nos llevábamos muy bien. Después me mudé con Santiago Pando, otro cordobés, pero de Tala, y cambió todo porque es un pibe espectacular. Somos muy amigos, aunque ahora se volvió a Córdoba.
-¿Cómo fue tu llegada a Sevilla?
– Llegué a Ciencias Cajasol con una beca universitaria. Hice un par cursos que me sirvieron mucho, aunque el de cocina era más para pasar el rato. Es algo que tenés que cumplir para tener el visado de estudiante en España, pero también me ayudó para conocer a otra gente que no fueran mis compañeros de equipo.
-¿Y la adaptación?
– Yo nunca fui muy abierto en cuanto a relacionarme, pero cuando llegué allá me costó mucho los primeros meses. No entendía nada de lo que hablaban, tienen un acento muy marcado los andaluces y hasta que les agarré la mano la sufrí bastante. No podía creer que habláramos el mismo idioma y que no pudiera entenderlos. También me costó adaptarme a la idiosincrasia de ellos, porque son muy correctos, muy derechos, y nosotros siempre buscamos la forma de hacer alguna trampita. Trataba de hacerles ver que había caminos más fáciles para hacer algo, pero ellos no se apartaban de los procedimientos que tienen establecidos. Pasaba en la vida diaria y en el rugby mismo.
-¿Cómo es el nivel del rugby español?
-Lo que está claro es que nuestra escuela de rugby es muy superior a la de ellos. Acá en Tandil, sin ser una potencia en el rugby de Argentina, se enseñan algunas cosas que allá todavía no llegaron, en cuanto a lo formativo. Hay buenos jugadores en España, tal vez no tan técnicos como los argentinos, pero creo que el problema está en los maestros, los profesores que tienen a su cargo las categorías formativas. Falta gente capacitada. Yo no tenía obligación, pero me gustaba colaborar con las divisiones juveniles, y me daba cuenta de que los entrenadores no le aportaban cosas a los jugadores, sobre todo en cuestiones técnicas. Es mucha arenga, mucho grito, en España el rugby se vive más como si fuera el fútbol acá.
– ¿Tienen una buena infraestructura?
Están lejos de toda la estructura profesional que hay en el rugby argentino. No tienen clubes, así que son equipos apoyados por empresas o universidades, que juegan en canchas de los ayuntamientos locales. No tienen instalaciones propias y no hay un sentimiento de pertenencia al equipo como hay acá. Los jugadores cambian de equipo todo el tiempo, algo que para nosotros es un poco inentendible, porque yo jamás me iría a jugar a Los Cardos o Uncas. No hay un espacio para compartir con tus compañeros de equipo, no existe juntarse para un asado o para tomar una cerveza.
– ¿Pudiste conocer otros lugares?
-Más allá del rugby, pude conocer varios lugares de Europa. Estuve en el Boca-River de Madrid y me fui contento porque soy de la banda roja. Una experiencia única. Conocí Portugal y también nos juntamos con Nacho Calles y con Facundo Gigena (pilar cordobés ex Jaguares y actualmente en Leicester de Inglarterra) en Asturias y la pasamos muy bien.
-Hace menos de un año estabas en Alumni, un par de meses antes de que saliera campeón.
-El paso por Alumni fue fundamental para mí como jugador y como persona. Estuve casi ocho meses y me quedó un cariño muy grande por el club. Crecí mucho como jugador, aprendí un montón de cosas. Yo llegué a Buenos Aires con un bolsito y estuve dando vueltas por un tiempo, gracias a Berni (Quaranta) y a otros chicos de Tandil que me daban alojamiento. Cada tres días me mudaba, hasta que conseguí un trabajo por medio de la familia de Franco Battezzati (centro de la primera de Alumni), y me acomodé.
– Subiste muy rápido a Primera.
-Había muchos buenos primeras líneas, pero yo estaba convencido de que podía jugar, porque no me fui de acá para conformarme con una Preintermedia. Básicamente quería estar con Bernardo, porque aunque nos peleamos todo el tiempo, somos amigos desde muy chicos, y al principio me costó. Arranqué en la Pre C y a Berni no lo veía en todo el entrenamiento. El me decía que los golpee a todos, que así iba a subir. Al poco tiempo pasé al segundo grupo de entrenamiento, que ya tiene a chicos de muy buen nivel, pero que por cuestiones personales no pueden dedicarle tanto tiempo al rugby. Y un par de semanas después, en una entrada en calor, me di cuenta de que faltaba Guido Cambareri y otros pilares de primera y me dijeron “Tandil, andá a entrenar con el primer grupo”. Y desde ese día no bajé más. Empecé a estar en el banco de primera como suplente de Cambareri, que es un animal en el scrum y un personaje bárbaro, es un nene en cuerpo de gigante. Nos hicimos muy amigos.
– ¿Te sentís parte del título?
-Me siento parte del campeonato de Alumni. Fue una alegría enorme ver a los chicos que compartieron el plantel conmigo y que se esforzaron todo el año poder festejar un título. Me puse muy contento por ellos y un poco triste por mí, porque hubiera querido estar ahí. Pero son decisiones que uno toma. No me arrepiento, porque también es cierto que la vida en Buenos Aires te vuelve un poco loco. Desde que llegué perdí mucho peso, pesaba 120 kilos y cuando me fui estaba en 106 y eso se notaba en el scrum. El stress me jugaba en contra, aunque no me daba cuenta. Viajar dos horas para llegar al laburo en Pilar, dormir poco, comer mal. Una tensión permanente que te va comiendo de a poco sin que te des cuenta. Me quedó una cuenta pendiente con Alumni, me gustaría un día volver a jugar ahí. Pero ahora mi objetivo es seguir en Europa, llegar al nivel más alto posible, y tratar de llegar a un equipo de Italia o Francia.
– ¿Cuáles son tus virtudes y tus defectos como pilar?
-Siempre me costó un poco el scrum, sobre todo por ser tan alto, pero de a poco fui mejorando, aprendiendo cosas. Era ir a entrenar el martes y saber que iba a ir para atrás o que tenía que dejar todo para no desentonar y que me tuvieran en cuenta para el fin de semana. Por ahí me sentía más cómodo en las formaciones móviles y en el juego suelto, porque Alumni tiene un estilo muy dinámico.
– Qué recuerdos tenés de aquellos entrenamientos con la preselección de Los Pumitas?
– Me acuerdo que entrenaba con Matera, Lezana, Isa, Lavanini, ya eran jugadores distintos. Ibamos con mi viejo y con Bernando todos los miércoles en colectivo a entrenar a Buenos Aires, en el Anexo del SIC. Salíamos de Tandil a las 5 de la mañana, llegábamos al mediodía, comíamos algo y de ahí en tren y micro al lugar de entrenamiento. Y después de lo que nos tocaba, gimnasio, campo, lo que fuera, otra vez la vuelta a Tandil y llegar a las 3 de la mañana. No me quedaban muchas ganas de ir a la escuela, más allá de que nunca fui muy estudioso. Pero el entusiasmo que tenés a esa edad te hace superar todo.