Real, el tandilense que se coronó en Colombia
Dirige a América de Cali, campeón del fútbol de ese país. Las claves de un entrenador joven y en constante crecimiento, con recuerdos de esta ciudad y elevadas aspiraciones.
El nombre de Juan Cruz Real siempre resuena en el deporte tandilense. Surgió como un interesante proyecto durante la década del ’80 en las categorías formativas de Independiente, desde donde se proyectó a su homónimo de Avellaneda para completar esa etapa previa al fútbol grande.
Allá por mediados de los ’90, compartió plantel con figuras como Faryd Mondragón, Néstor Clausen, Jorge Burruchaga, Ángel “Matute” Morales, Diego Cagna y José Luis Calderón; y en algún tramo con César Menotti como director técnico. Luego, su carrera de mediocampista ofensivo transitó por destinos tan disímiles como Deportivo Español, Millonarios de Bogotá, Arsenal de Sarandí, Independiente Rivadavia de Mendoza, Almirante Brown de Arrecifes, Haití, Chile y Canadá.
En el país norteamericano, el tandilense empezó a vincularse con la dirección técnica, a través de la formación de jugadores. De ahí a Belén de Costa Rica, Olimpo de Bahía Blanca (como ayudante de campo de Cristian Díaz), Estudiantes de Mérida de Venezuela y el salto a Colombia: Alianza Petrolera, Jaguares de Córdoba y América de Cali, donde a seis meses de su llegada consiguió el campeonato. Actualmente está radicado en Bradenton, al sur de Tampa, en Estados Unidos.
El club caleño es el punto alto en la trayectoria de Real, quien a sus 44 años emerge como un entrenador en condiciones de llevar adelante una fructífera trayectoria. Desde Cali, dialogó con este Diario para recordar otros tiempos y desgranar aspectos de su exitoso presente.
-¿Cómo vivís este tramo posterior al título y anterior a la vuelta a la competencia?
-Ya trabajando nuevamente, porque el 14 empezamos la Copa de Colombia y el 17 la Liga. Por el tema de la Copa América, los calendarios se hicieron más apretados.
-¿Pudiste disfrutar con la familia?
-Pude ir a Estados Unidos, donde estoy radicado, y ya volví a Cali para hacerme cargo del equipo.
-¿Siempre tuviste claro que ibas a ser entrenador?
-Sí, mientras jugaba tenía esa idea. Después se fue dando en la realidad.
-¿Hoy te sentís identificado con Colombia?
-Como entrenador, el nombre lo tengo en Colombia. La realidad es que soy argentino, pero la vida me llevó por distintos lugares. Me toca hacer la carrera fuera de mi país, salvo en 2016 cuando estuve en Olimpo de Bahía Blanca como primer asistente de Cristian Díaz. Después, todas las experiencias fueron fuera de Argentina.
-¿Ya de futbolista comprendiste que en esa carrera hoy estás en un lugar y mañana en otro?
-Sí, además yo me fui de Tandil a los 14 años. Me fui solo a Independiente y después se movió toda mi familia. Es decir que de chico tuve ese interés de ir por las cosas, de buscarlas. Como entrenador eso se potencia, es normal. Uno se quiere quedar mucho tiempo en un lugar, pero es difícil.
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Llegar al campeón
-¿Cómo fue llegar a un club grande como América, que además venía de ser campeón?
-Fue difícil, porque hubo prejuicios. Yo venía de trabajar en dos clubes colombianos, en los cuales los objetivos se habían logrado, pero en ambos casos esa meta era evitar el descenso. Hubo que pelear para sobrellevar esa situación. También estaba la incertidumbre de ver cómo iban a responder los jugadores para la exigencia del club. Tuvimos la mejor respuesta desde el primer día.
-¿Cuál fue el gran cambio a aplicar en América?
-La forma de jugar, la metodología de entrenamiento. No es fácil aplicar eso en un equipo que viene de ser campeón, pero contamos con la predisposición de los jugadores. Encontramos un grupo de buena gente, con ganas de seguir mejorando y aprendiendo. A partir de ahí empezamos, las cosas se fueron dando y construimos la campaña que nos llevó a ser campeón.
-¿Cómo jugaría, en lo ideal, un equipo de Real?
-A mi me gustan mucho los equipos que son protagonistas, que tienen la iniciativa del partido. Tuve la oportunidad de formarme, obtuve la licencia UEFA. Trato de mezclar esas cosas que vi en Europa, con la idiosincracia del jugador que me toca dirigir, en este caso en Sudamérica. Me gusta atacar y arriesgar, con juego elaborado. En general es eso, no me gustan los especulativos y que esperan el error del rival.
-¿A los equipos colombianos los notás muy lejos de los mejores de Argentina y Brasil?
-El jugador colombiano es muy bueno, aunque la Liga seguramente está un escalón por debajo de Argentina y Brasil. Acá hay equipos fuertes. La actuación a nivel internacional no fue muy buena, pero también hay diferencias económicas. A nosotros nos tocó contra Inter y Gremio en Copa Libertadores. Competimos muy bien, aunque no nos alcanzó para superarlos.
-Y se les escapó por poco llegar a la Copa Sudamericana, con el tercer puesto de la zona.
-Sí, en un partido en que nos sentimos muy perjudicados. Le fuimos ganando a Gremio, 1 a 0 de visitantes, y dieron once minutos de adición. Nos cobraron un penal sobre la hora, pasaron cosas raras y nos tocó quedarnos afuera.
-¿Cómo fue adaptarte y adaptar a tu equipo a esta situación de tanta inactividad y luego partidos sin público?
-No fue fácil, es un cambio grande para todos los grupos. Tratamos de hacerles entender a los futbolistas que tenían que ir por más. En cuanto al entorno, hubo que trabajar para sobrellevar eso. Hoy recibimos el reconocimiento del público. Nos tocó eliminar en cuartos de final a Nacional de Medellín y en semifinales a Junior de Barranquilla, que son los planteles más fuertes económicamente. Y en la final con Santa Fe, que fue el que más puntos sacó en la ronda regular.
-¿Sacaron una ventaja amplia de locales y sufrieron de visitantes?
-Sí, fue fundamental el 3 a 0 como locales, porque sabíamos que íbamos a jugar con un equipo fuerte y en la altura. Sobre el final del primer tiempo nos hicieron dos goles, pero luego nos recompusimos y tuvimos chances claras. Creo que en las tres eliminatorias fuimos justos ganadores.
Caminando hasta Buga
-En las imágenes de la final se te vio con un gran crucifijo. ¿Qué representa para vos?
-Soy de una familia creyente y eso es importante para mi. Al llegar a Cali, conocí la historia de la basílica de Buga, un poblado a unos 70 kilómetros de Cali. Visité ese lugar, me cautivó y fui varias veces. Se generó una repercusión, pero es algo que venía haciendo desde antes. Es algo personal, aunque la exposición pública hace que se haga conocido.
-Trascendió alguna promesa. ¿La pudiste cumplir?
-Sí, llegué el lunes y la hice el martes. Era ir caminando hasta Buga. Arrancamos con un amigo del club, sin avisarle a nadie, con la idea de parar a mitad de camino a descansar y seguir al día siguiente. Pero América es un club muy grande, trascendió y nos empezaron a decir que se estaba acumulando gente en Buga para acompañarnos. Así que decidimos hacerlo en un solo día. Fue emocionante llegar allá y ver a todos los que nos alentaron.
-¿Cuánto tiempo tardaron?
-Fueron catorce horas, una locura. Todavía me duelen las piernas.
Aquella ’76
-¿Integraste un gran equipo de Independiente de Tandil en tu formación?
-Sí, esa categoría era muy buena, salimos campeones varios años. Recuerdo todo del club, los compañeros obviamente. Estaba Pedro Latorre a cargo del fútbol, Daniel Blanco como uno de los entrenadores y “Crespito” Larrocea, el masajista. Injustamente me estoy olvidando de alguno, pero todos fueron importantes en la formación.
-¿Quién era el mejor de Tandil en esa clase, vos o Mauro Camoranesi?
-Camoranesi, sin lugar a dudas. Ya de chico marcaba diferencia y mostraba lo que podía dar. Tuvimos una amistad muy linda en esos tiempos, andábamos juntos para todos lados. Mis padres tenían un negocio para la zona donde vivía él, en Alberdi para el lado de Arana. Cuando me fui a Buenos Aires, nos volvimos a encontrar cuando él fue a Ferro. Y ya de profesionales, yo jugaba en Deportivo Español y él en Banfield. Perdimos contacto y volvimos a hablar hace algunos años, por teléfono.
-¿Tenés buenos recuerdos de esos tiempos iniciales?
-Los mejores, de Tandil y después de Independiente de Avellaneda. Se recuerda con más cariño esos años que los de profesional, cuando ya cambian las cosas y no se disfrutan tanto.
-¿Cómo había surgido la posibilidad de irte?
-Porque el padre de un compañero de una categoría superior, Oscar Errecalde, el padre de Fernando, consiguió una prueba en Independiente. Quedé y ahí empezó todo.
-¿Era imposible consolidarse para jugar mucho en Independiente de Avellaneda?
-Siempre digo que por algo llegué en un club de esa dimensión, y que también por algo no tuve continuidad. Empecé a ir a préstamo a otros lugares y así siguió la carrera. Hoy, como entrenador, entiendo muchas cosas que tal vez en ese momento no entendía. Además, me di el gusto de jugar en el equipo del cual soy hincha desde siempre.
-¿Puede ser un objetivo dirigirlo?
-Es un sueño. No lo digo ahora, que está complicado con el tema del entrenador, sino que es algo de siempre. En el mediano o largo plazo, es algo que me gustaría concretar, en lo profesional y lo emocional.
-¿En América existe un proyecto para mucho tiempo o no es algo tan estable?
-Pasa que estos clubes grandes exigen ganar siempre. Ojalá sea mucho tiempo, pero al final la realidad te la marcan los resultados.