Periodismo en tiempo de pandemia
Liliana Manna, la reconocida periodista tandilense afincada desde hace décadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, habló con La Vidriera sobre el rol de los medios de comunicación en el marco del Covid-19. Información confiable, el rol del periodista inherente a la profesión. Vivencias personales en el día a día con la pandemia.
“Los más afectados son, sin duda, los trabajadores de la salud”, afirmó Liliana.
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-El periodismo es una vocación de servicio ¿se nota esta disposición en el tratamiento de la pandemia?
-Convengamos que el periodismo implica, entre muchas otras cualidades, una vocación de servicio. Quienes lo ejercemos jamás debemos olvidar que somos un “medio” de comunicación. Un “camino” para llegar a alguien o a algo. Hay periodistas que saben hacerlo y otros que no tienen idea. En este último punto es muy factible que quienes están al frente de un programa no sean periodistas. Pero ese es otro tema. Creo que muchos colegas logran cumplir con esa vocación de servicio. Y son aquellos que investigan, hasta agotar todas las posibilidades, la veracidad de tal o cual información. Cuando somos conscientes de nuestras limitaciones para tratar temas médicos, es imprescindible rodearse de los profesionales que estudiaron para tener la información más acertada. Los periodistas podemos contribuir, en casos como el que nos compete en este 2020, con información, servicio tal como comunicar números telefónicos para que la gente haga consultas sobre la enfermedad; repetir una y otra vez cuáles son los síntomas del Covid y en qué momento estar en alerta; reiterar cuantas veces sea necesario cómo debemos cuidarnos; repetir una y otra vez, más ahora que vienen las vacaciones de verano, qué requerimientos son necesarios para ingresar al lugar elegido. En fin: Informar de todo aquello que pueda ser útil para el ciudadano.
Fuentes confiables
-¿Cuál es la responsabilidad del periodista en estos tiempos?
Nuestro mayor capital… es la credibilidad. Por lo tanto, la responsabilidad periodística en estos momentos, pasa por no hablar sobre el tema sin conocimiento de causa. Hay que Leer y escuchar TODO. Y cuando digo TODO me refiero a consultar los sitios específicos como por ejemplo, Universidad de Oxford, Conicet, y muchos más y empaparse de la mayor cantidad de información posible sobre el tratamiento de un tema tan difícil. No estoy de acuerdo con los programas que se manejan con panelistas que discuten sobre la efectividad o no de una vacuna incipiente, o sobre quién tuvo la culpa de haber errado el conteo de las víctimas fatales del coronavirus, o si tal o cual Ministro debe renunciar o no. Son discusiones estériles que no hacen más que introducir “la grieta” en un tema tan delicado como es una pandemia. La responsabilidad pasa por acercarse a la verdad lo más que se pueda, a través de fuentes confiables.
-Las personas están hiperinformadas a través de distintas plataformas ¿cree que chequean o se quedan con lo que se dijo en el canal, sitio, radio, diario, preferidos?
-Los lectores, oyentes y telespectadores, no suelen chequear la información. Desgraciadamente muchos se informan, únicamente, por las redes que, a mi criterio, no son las fuentes de información más creíbles. Muchas veces el receptor se informa por redes, diarios, radio o televisión, y al ver que la información no coincide, contribuye a aumentar su confusión general sobre una pandemia que también tiene sus efectos colaterales. La gente hoy, en una gran mayoría, lee sólo los títulos. Y ahí se queda. Sin profundizar en el contenido de la nota periodística.
Actitudes altruistas
-Trascendidos, radio pasillos, corrillos existieron desde siempre ¿cómo combatir las falsas informaciones que parecen multiplicarse?
-Mi responsabilidad, como periodista, pasa por chequear con las fuentes más cercanas a esa información, si esos trascendidos, radio pasillos, y corrillos son falsos o no. Cuántas veces hemos dado por muerto a alguien conocido… y, sin embargo, sigue gozando de buena salud.
-Muchos argentinos se ofrecieron como voluntarios para ser testeados con la vacuna de Oxford. ¿Durante estos tiempos ha visto actitudes altruistas como estas?
-Respeto a quienes se han ofrecido como voluntarios para testear una vacuna. A estas actitudes no las he visto porque sencillamente no hemos vivido nunca una pandemia. Sí conozco otras muestras de altruismo en estos tiempos: los que han padecido el Covid 19 y donaron plasma para los centros de salud donde se atiende a los infectados.
El virus no hace distinción
-Periodistas, conductores, panelistas parecen ser los más afectados y en donde se concentran los casos de “famosos”. ¿Qué pensará el público? ¿Este virus no hace distinción?
Los más afectados, sin dudas, son los que trabajan en salud. En cuanto a los “famosos” infectados soy de las que piensa que NADIE tendría que ir a los estudios. Los “famosos” son seres humanos como cualquier otro y no están eximidos del contagio. Trabajan en lugares cerrados. Sin aire acondicionado porque está comprobado que su uso favorece la circulación del bicho. Por más elementos sanitizantes que se instalen en radios y canales de televisión, considero que no alcanza. Está claro que el virus… no hace distinción.
-¿Cree que el mundo vive una zozobra constante o solamente pasa en Argentina?
-El mundo entero vive esa zozobra. Pruebas al canto: España está siendo atacada con un rebrote brutal de la enfermedad. Y hasta discuten si aplicar o no el toque de queda en todo el país.
-¿Le parece que la gente joven le tema al virus?
-No soy partidaria de las generalizaciones. En el circuito juvenil que me rodea son conscientes de que pueden contraer la enfermedad y también de que pueden transmitirla (sin saberlo) a sus adultos mayores. Sí me cuesta entender a los jóvenes que programan encuentros “clandestinos” en alguna casa o algún festejo de cumpleaños o por otros motivos. Ahí sí pienso en qué pasa por la cabeza de esos jóvenes. Posiblemente, la impunidad que les da la edad (“a mí no me puede pasar porque soy joven”) les puede jugar un mal momento. Les pasa también a muchos adultos.
La incertidumbre…
-¿Qué sensación le provoca que una persona de riesgo esté hace siete meses en cuarentena y sin ninguna respuesta cierta de que “no va a enfermar?
-Pertenezco al rango etario de “persona de riesgo”. Llevo más de 200 días cumpliendo el aislamiento social, con todo lo que implica, y vivo la sensación que, en algún momento, voy a enfermar. Soy de las que pese a la pandemia me hice los controles anuales de salud sin tenerle miedo a un resonador, a un aparato de rayos, ni a un laboratorio, ni a una guardia a donde tuve que recurrir en dos oportunidades. No me dejo llevar por el pánico. Yo también me puedo contagiar. Y puedo asegurar que salgo a la calle sólo cuando es necesario y tomando todos los recaudos posibles. En los lugares a los que he concurrido han tomado todas las precauciones y eso me tranquiliza. Nadie puede darme la certeza de que no voy a enfermarme.
-No hay nada peor cosa que vivir en la incertidumbre ¿lo ve así o no?
-Es cierto. Vivimos en la incertidumbre. Pero reitero: que la incertidumbre no aturda nuestras vidas y se transforme en pánico. Sería algo así como sentarse en el mejor sillón de tu casa y esperar a que el virus llame a tu puerta. No es así como debemos enfrentar esa incertidumbre. La incertidumbre, literalmente, significa no poder identificar un futuro que ni siquiera sabemos si se va a cumplir. Conozco lo que fue vivir en la incertidumbre mientras esperaba los resultados de una biopsia o de algún estudio médico. Pero sabía que en 14 días tenía el resultado. En el caso de esta pandemia, jamás imaginada, ni siquiera tenemos un lapso determinado para ponerle fin. Yo la sobrellevo en el día a día como mejor puedo. Me sostienen mucho los afectos y el estar activa laboralmente en modo home office.
La mirada de los más chicos
-Usted es abuela ¿qué habla su nietita –la mayor- del coronavirus? ¿Cómo hacen con el jardín? ¿Extraña a sus compañeritos?
-Mi nieta mayor se llama Emilia. Tiene 5 años y medio. Cursa pre escolar. Su hermano, Felipe, tiene 2 años y 8 meses. Cursa sala de 2 (no es obligatoria) Es Emilia quien ya tiene absoluta conciencia de lo que está ocurriendo. En poco más de 200 días de aislamiento habrán venido a casa en unas 4 oportunidades con los protocolos pertinentes. Por ejemplo: ni bien entraban a mi casa, corrían a lavarse las manos con mucho jabón. En cuanto a las clases por zoom, Emilia tiene conexión dos veces por semana. En alguna oportunidad, antes de empezar el zoom, Emilia se puso el uniforme de su colegio para participar de la convocatoria escolar. Y claro que extraña a sus compañeros. Felizmente, sus padres acuerdan con los padres de esos amiguitos, encuentros al aire libre en plazas o parques cercanos. Felipe lo disfruta menos. Ni siquiera terminó sus días de adaptación. Por lo tanto ni conoce a sus compañeritos. A veces “se engancha” con el zoom y otras… no. Sí tengo que decir que admiro a todos los padres que estuvieron en la misma situación que mi hija quien, junto a su marido, siguieron dando clases de educación física a sus alumnos. Los progenitores han tenido que sacar “conejos de su galera” y agudizar su capacidad creativa para tenerlos aislados de la vida que llevaban hasta el 20 de marzo. Fue una prueba de fuego. Y todavía no se terminó.
“No seamos estúpidos”
Tandil, su ciudad, pasó el miércoles pasado de estadio amarillo a rojo; sin embargo está mucho más flexibilizado todo que en la etapa 1. Pero restoranes vuelven a cerrar, gimnasios y natatorios con menos capacidad y muchos comerciantes a punto de cerrar.
Vengo siguiendo de cerca el avance del Coronavirus en mi ciudad. Y no oculto mi preocupación. Creí que volver a semáforo rojo implicaba el cierre de algunos comercios en donde pueden juntarse muchas personas aunque se respeten los protocolos establecidos por el Municipio. A lo mejor a más de uno le puede sonar mal que el doctor Lunghi haya dicho “no seamos estúpidos”. Esa expresión implica que los ciudadanos actúen con absoluta responsabilidad: salir de sus casas en caso necesario y evitar los encuentros en bares y confiterías para compartir un café con amigos, por ejemplo. Cuando en CABA se instauró el aislamiento total, la ciudad se convirtió en una ciudad fantasma. Con el transcurso de los meses la aparición de nuevos casos fue disminuyendo en la Capital y ya se liberaron algunas actividades. El fin de semana del Día de la Madre se habilitaron los shoppings: fue la muestra más clara de la enorme cantidad de “estúpidos” (apelando a la calificación del doctor Lunghi) que fueron a hacer sus compras allí. Entiendo la medida tomada por el Intendente. Lo que más me preocupa es que haya mencionado que en el Hospital quedan sólo cinco camas con más de 100 infectados aislados, y haber recordado que falta personal de salud.
El virus ya está instalado en todo el país. Actuemos con responsabilidad social. Cuidémonos con lo que tenemos a mano: barbijos, alcohol en gel y distanciamiento. Ojalá no tengamos que llegar, otra vez, a cerrar los comercios. Los que han perdido sus trabajos están sufriendo demasiado. Va a costar muchísimo recomponer el circuito productivo. El costo de esta pandemia es demasiado alto. Y no parece solucionarse pronto.
-Por otro lado se habla de temporada de verano. Personalmente lo siento más como un mensaje esperanzador que una realidad. ¿Cómo lo ve?
-Será una temporada de verano acotada. Personalmente, por primera vez en 30 años, será la segunda vez que no viajaré a Villa Gesell a gozar de mi merecido descanso anual. La situación de incertidumbre no me permite enfocarme en las vacaciones. Las localidades del Partido de la Costa no están equipadas como para enfrentar un brote de coronavirus en plena temporada. No confío ni en la sanitización prevista para los micros de larga distancia. Familiares que viven en Mar del Plata me acaban de comunicar que, en algunos balnearios, no habrá sectores para colocar las sombrillas. Sólo habilitarán las carpas con 6 integrantes autorizados, y se alquilarán con distanciamiento. Confieso que no me animaré a viajar ni a Chascomús en la próxima temporada estival. Creo que fue más una expresión de deseos que una realidad posible el anuncio hecho por las autoridades pertinentes.
Cansancio, frustración y un futuro
-¿Tiene algún conocido o amigo del área de salud o paciente que haya tenido el virus? ¿Qué le dicen?
-Me ha tocado de cerca con compañeros de la radio infectados que no la pasaron bien. Y actualmente lo estoy viviendo, a la distancia, con afectos muy queridos de Tandil.
También han fallecido por esta enfermedad, padres de amigos muy queridos y compañeros de trabajo. En todos los casos sintiendo la impotencia de no poder abrazarlos. Esta maldita enfermedad no se manifiesta de igual manera en cada paciente. En todos los casos que me tocaron de cerca sí hubo una coincidencia: el miedo a que se les complique con el correr de los días.
Reconozco que estamos en la etapa de la “fatiga pandémica”. Quizás la más difícil. Cuando creemos que ya no aguantamos más estar aislados de nuestras familias y amigos y que ya no soportamos un zoom más. Quisiéramos poder abrazarnos mañana mismo. Pero no podemos hacerlo. Ya sabemos que el virus no se extinguió en el verano europeo. Es más: reapareció con los primeros fríos del otoño. ¿Qué nos haría pensar que en Argentina podríamos quedar eximidos de su ataque sin piedad?
-¿Cómo cierra la nota?
-Rescato este análisis del New York Times: “El virus ha seguido diferentes recorridos en estos países (Francia, Alemania, España, Italia, República Checa) de acuerdo con la forma en que sus dirigentes han intentado detener la propagación del virus con restricciones diversas. Pero lo que todos comparten es el hartazgo de la población y una tendencia cada vez mayor a que la gente esté dispuesta a correr el riesgo de enfermarse, ya sea porque desean llevar a cabo alguna actividad o porque no tienen alternativa. Sin final a la vista, muchas personas están acudiendo en tropel a bares, fiestas familiares, boliches y eventos deportivos casi con la misma frecuencia que antes de la aparición del virus, y otros deben regresar a la escuela o el trabajo, pues las comunidades buscan resucitar la economía. Además, una gran diferencia con la situación en la primavera es que los rituales de esperanza y unidad que ayudaron a las personas a soportar la primera ola del virus han sido sustituidos por el cansancio y la frustración.
“La gente ya no quiere adornar sus ventanas con corazones ni jugar a encontrar peluches”, dijo Katie Rosenberg, alcaldesa de Wausau, Wisconsin, una ciudad de 38 mil habitantes donde un hospital abrió un pabellón adicional para tratar a pacientes de Covid-19. Ya se hartaron”.
Perfil
Desde hace 47 años trabajo en radio. Esporádicamente también pasé por la televisión. Pero la radio, sin dudas, es la que me conquistó desde mi infancia transcurrida en mi Tandil natal. Soy periodista, locutora nacional y productora de contenidos. Logré conjugar las tres profesiones. Hoy por hoy estoy dedicada con exclusividad a la producción periodística y a la producción de documentales en Radio Nacional. En este último punto quiero decir que me ha dado enormes satisfacciones laborales el reconocimiento internacional de muchos de esos trabajos ante jurados de altísima calidad profesional. Tuve la oportunidad, también, de ejercer la docencia formando locutores en la Escuela Eter, y productores de medios audiovisuales en Tea Imagen.