Volver a viajar después de la pandemia y la ilusión de ir de La Quiaca a Ushuaia en una Fiorino
Camila Saavedra y Nicolás Blazini son una pareja tandilense que, junto a su pequeña hija Paz, planean cruzar de Norte a Sur el país en una camioneta Fiat Fiorino acondicionada para funcionar como una "casa rodante", que ya los ha llevado por otros puntos del mapa. La pasión por viajar no se detiene y, aún en cuarentena, puede florecer como un proyecto lleno de ilusión y ganas al saber que el mundo sigue estando ahí, al alcance de la mano.
Camila Saavedra y Nicolás Blazina son dos tandilenses que sueñan con recorrer el país a bordo de su camioneta Fiat Fiorino que acondicionaron para viajar y hacer de ella un mundo minúsculo con lo necesario para devorar kilómetros. Con viajes previos a la Patagonia, Chile y Brasil, cuando pase el temblor y se restaure la “normalidad” tras la pandemia, planean unir los extremos Norte y Sur de Argentina a través de la mítica Ruta 40, la columna vertebral en paralelo a la Cordillera que conecta a lo largo de más de 5.200 kilómetros provincias y poblados, en medio de paisajes propios de un relato onírico.
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Pero no están solos, la inquietud viajera que se inició de a dos, pronto sumó entre sus filas a Paz, su hija de cuatro años que los acompaña a todos lados. Así, la camioneta modelo 2015 ha sufrido diversos cambios acorde a las necesidades que han ido surgiendo sobre la marcha y debieron colocar butacas traseras para que la niña viaje en su sillita reglamentaria, adaptando otras normas de seguridad. Hoy, el vehículo tiene hasta cama y cocina para facilitarles la vida en sus itinerarios.
Y aunque Paz es aún pequeña, adora salir a la ruta con sus padres y se amoldó muy bien al particular modo de viajar. “Al principio nosotros dos dormíamos en los asientos delanteros, de una forma medio rústica, pero en cuarentena empezamos con el proyecto de ‘camperizar’ la camioneta para después largarnos a esta aventura”, contó Camila en diálogo con El Eco de Tandil.
Mi casa, mi camioneta
En la jerga viajera, se llama camperizar un vehículo al arreglo que se le hace para que funcione como una casa rodante. Durante este periodo de aislamiento Nicolás, que es chef y no está trabajando, se dedicó a mejorar la Fiorino para que los acompañe en su próxima aventura.
En diciembre, entonces, piensan partir rumbo a La quiaca, para comenzar a moverse hacia el Sur en un periplo que, estiman, les llevará tres meses. Y que quizás sea el germen de una aventura aún más duradera y grande, como emprender una travesía por Latinoamérica, ya con otro vehículo más propicio para aguantar el duro trajín. “La Ruta 40 va a ser como una prueba piloto, si nos bancamos eso podemos pensar en ir más allá”, compartió Nicolás.
“El desafío fue adaptarla para tres. La camioneta es sólo para dormir, viajamos, comemos en algún lado, caemos en un camping, nos vamos arreglando”, siguieron. El desafío, también, fue lograr acomodarse en un espacio tan pequeño, porque Nicolás mide casi 1,90 metros y no entra con facilidad en cualquier recoveco. Esto les causó gracia al principio, pero supieron acomodarse y rearmar el espacio para caber con holgura. También van a tratar de aislar térmicamente el interior, para no sufrir los extremos de temperatura, entre otros detalles que vuelven más confortable su uso y la convierten en apta para grandes distancias.
De este modo, la camioneta se transforma por un tiempo en su pequeño mundo y ya se acostumbraron a llevar todo a cuestas. Inclusive aprendieron a elegir lugares para detenerse, ya sea una estación de servicio o un camping, o cualquier sitio que les permita libertad y les garantice cuestiones mínimas para pasar la noche.
Se hace camino al andar
En estos tiempos parecería utópico pensar en volver a viajar, pero para algunos puede ser un buen momento para diseñar sus recorridos y comenzar a imaginar cómo se podrán encarar los viajes de ahora en más. Es probable que la manera de trasladarse y conocer nuevos lugares cambie a partir de todo esto, y debamos acostumbrarnos a otras posibilidades y otras formas.
La independencia que les otorga disponer de su propio vehículo-casa también tiene otras ventajas. Si la coyuntura exige minimizar el contacto entre personas y extremar las medidas sanitarias, el hecho de no compartir demasiado espacios comunes con otras personas puede verse como un punto a favor. Así lo describió Camila al señalar que “es un buena opción porque no vas a un hotel, nadie tiene que limpiar ni desinfectar, cada uno se maneja y adopta las medidas de higiene. Se anda de manera económica, fácil y adaptada”.
Además, repararon en la enorme libertad que se desprende de desenvolverse a su tiempo, en lugares al aire libre, respondiendo a sus propios horarios, ganas e intereses, sin dejarse llevar por horarios o actividades impuestas por el afuera. Así, toda la tierra es cancha y la naturaleza brinda sus infinitas posibilidades para disfrutar del camino. Y la próxima experiencia los entusiasma para animarse a considerar un cambio de vida y dejar todo por un tiempo para irse a explorar el mundo. Porque saben que la vida son dos trazos y un borrón, y que hay que hacer lo que se desee mientras se puede. Más allá de la casa, del lugar fijo, de los trabajos y de las cosas mundanas.
En este sentido, y como Paz aún va al jardín e incluso la práctica educativa se ha transformado en una experiencia a distancia, creen que no será difícil encarar una vida itinerante por un tiempo, que los lleve a descubrir otros sitios, otras personas, otras formas de estar en la tierra.
“Vamos a ver qué pasa”, se despidieron, sonrientes, con la ilusión intacta pese al encierro y la incertidumbre de los últimos meses, conscientes de que siempre hay luz en el camino y un tiempo para cumplir los sueños.
Las aventuras de Nicolás, Camila y Paz pueden seguirse en el perfil de Facebook “Pazeando Tandil”