A 24 años de la muerte de Mouras: un símbolo de los carreteros
Un símbolo de los carreteros caía el mediodía del 22 de noviembre de 1992. Ídolo máximo y emblema del “moño”. Respetado y admirado por todas las marcas rivales. Difícil fue la reacción y comprensión de aquel momento. Han transcurrido 24 años de la trágica desaparición de Roberto Mouras en el semipermanente de Lobos, cuando conseguía su tributo número 50 en la máxima, que lo ubica segundo en la tabla de ganadores de la folklórica categoría nacional, sólo superado por Juan Gálvez, quien sumó 57 conquistas. Fue tricampeón con Dodge, siempre de la mano de Omar Wilke y Jorge Pedersoli, en las temporadas 1983, 84 y 85, aunque se convirtió en el máximo ídolo de la hinchada de Chevrolet, pese a que no consiguió el tan ansiado título con la histórica marca. Recuerdos imborrables han quedado del “Príncipe” de Carlos Casares, nacido en la localidad bonaerense de Moctezuma el 16 de febrero de 1948. En las rutas y pistas argentinas han quedado epopeyas gloriosas de su notable paso, desde aquel Bergantín de su abuela materna, pasando por el Chevrolet 400, el Torino naranja con el que debutó en la Vuelta de Chivilcoy del año ’70, la” Chevy” con la que se integró al equipo oficial de la Comisión de Concesionarios Chevrolet, el imbatible “7 de Oro” de las seis victorias al hilo, los Dodge del tricampeonato y la coupé Chevy de sus últimas entregas.
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En los corazones han quedado grabados las memorables batallas mano a mano, con “Pirín” Gradassi, Juan María Traverso y los duelos vibrantes con Oscar “Pincho” Castellano en la década del ’80, con un profundo respeto y admiración de ambos, debajo de los autos. Mouras fue notable en lo deportivo y grande como ser humano. Hablaba poco, pero transmitía seguridad y sabiduría. En silencio, tendía su mano franca para ayudar a cuanto niño lo necesitara. Su fuerte desafío era la corona con Chevrolet, pese al protagonismo y a sus desvelos no pudo alcanzar el tan ansiado objetivo con esa marca. Se fue entre aplausos y lágrimas, llevándose el último tributo al cielo, para compartirlo con quienes hicieron grande el Turismo Carretera.
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