Cerró sus puertas la Feria del Libro Tandil 2008
El evento contó a lo largo de 13 días con homenajes a gente vinculada al arte, por ejemplo el Universo Yunque y a la Biblioteca Bernardino Rivadavia en el marco de su centenario, presentaciones de libros, lecturas para los más chiquitos, espectáculos artísticos que apuntaron siempre a lo local. De este modo, la Feria llegó a su término con un espectáculo final, ?Ronda de amores?, con la participación del coral del Colegio de la Sierra; la voz e interpretación de textos por parte de Pascual Pina y como instrumentistas Federico Greco en cello, José Alcobruni en bandoneón y guitarra, Laura Cincuegrani en guitarra y mandolina, Fernanda Vázquez en flauta y guitarra, Mariano Milán en percusión y Laura Ravioli en piano. También se presentó una pareja de bailarines integrada por María José Hernet y Gustavo Retamoso, con la idea y dirección general de Guillermo Zambrino.
Con este lindísimo espectáculo llegó a su fin la 6ta. edición de la Feria del Libro.
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La mirada de Lester
El secretario de Cultura de la Unicén, Julio Lester habló con El Eco de Tandil, aportando su mirada sobre el evento: ?Creo que ha sido una Feria que ha respondido a las expectativas que teníamos en cuanto a las personalidades convocadas; otros años hemos tenido más afluencia de público porque también había pesos pesados y en esta oportunidad fue más local, regional y con figuras algunas más convocantes que otras. Esperemos que el año que viene levantemos la puntería o los presupuestos para traer figuras del peso necesario porque acá el esfuerzo lo está haciendo la gente que viene de afuera con su stand y realmente no sé si estarán conformes o se habrá correspondido con sus gastos.
La construcción de
nuestra identidad
El escritor Miguel Rosenzvit presentó, su tercera novela, “Fiebre negra”, que fuera seleccionada como finalista del Premio Planeta, por un jurado integrado por Marcos Aguinis, Marcela Serrano, Osvaldo Bayer y el editor Carlos Revés.
En el marco de la Feria, el escritor capitalino dialogó con el público en una charla que contó con la presencia del profesor Patricio Pittaluga como moderador. La novela de Rosenzvit se sitúa en una zona brumosa, haciendo un muy buen intento por buscar desde la ficción, respuestas a preguntas que las distintas visiones historiográficas han dejado al margen. ¿Qué significaba ser liberto en la Buenos Aires de 1820? ¿Dónde estaban y qué hacían los negros en el período que se extiende desde 1820 a fines del siglo XIX?
Poco después de la presentación, el autor conversó con el equipo de prensa de la Feria del Libro acerca de los puntos más salientes e innovadores de su abordaje.
-Sin dudas, “Fiebre negra” tiene el mérito de introducir a los negros al pulso de la historia de aquellos años de la naciente urbe de Buenos Aires…
-Sí, eso llama la atención cada vez que lo presento en distintos ámbitos. Hay un libro titulado “La gran aldea” de Lucio López donde la trama transcurre en 1860 y, al igual que los testimonios de visitantes extranjeros, nos hablan de una Buenos Aires violenta, sucia, llena de gente, un hervidero donde ya estaban presentes prácticas como la riña de gallos y el pabellón de tiro; el Riachuelo ya estaba contaminado por la actividad de los mataderos y saladeros y se insinúan otras cuestiones de absoluta vigencia.
Yo creo que el inconveniente de los textos de historia, tan preocupados por “acomodar” las estadísticas demográficas, es que borran las historias cotidianas, las que transcurren en el mercado, la calle y otros espacios.
-¿Cómo rastreaste ese proceso de “negación” de la población negra?
-Estuve cinco años leyendo publicaciones de la época y otras obras. Realmente, no me resultó difícil porque esta negación es declarada, deliberada y de carácter público, legitimada por la mayoría. Pienso que el hecho de negar una parte importante de nuestra población -los negros constituían el 30% del total en aquellos años- no sólo es inadmisible desde la supuesta cientificidad de los datos oficiales sino también desde el patrón sobre el que construimos la propia identidad.
-¿Por qué elegiste el género ficción?
-Elegí la ficción porque es lo único que sé hacer y no me parecería responsable hacer otra cosa. Pero, a través de “Fiebre negra” los medios se mostraron interesados por reflejar el trabajo que se hizo desde la Universidad de Tres de Febrero y de otros que han empezado a incursionar en el tema de la negritud.
A lo largo de este proceso me he encontrado con diversas anécdotas. El caso de Horacio Salgán, por ejemplo, es bastante ilustrativo. Una vez se le preguntó por qué el ritmo que le imponía al piano era tan especial, parecía que tocaba las teclas como tambores. El respondió: “se lo debo a mis ancestros africanos”; es decir, no lo niega cuando muchos lo hacen o lo hicieron, como fue el caso de Bernardino Rivadavia. Su madre era negra y, a medida que fue adquiriendo mayor protagonismo en la arena política, la fisonomía que mostraban sus retratos también fue cambiando hasta borrar cualquier huella asociada a la negritud. Al sargento Cabral lo han retratado blanco y era negro, y la lista sigue.
Hay un hecho puntual que debemos tener en cuenta: la libertad de vientres no supuso la abolición de la esclavitud, ésta llegó recién en 1853. La Asamblea del año XIII estableció que el hijo de una esclava era liberto; en 1853, se eliminó la esclavitud, todos los hombres y mujeres que residían en Argentina eran libres. Pero Buenos Aires no acató la Constitución del 53 y siguió siendo esclavista hasta 1860: este espíritu de la época es el que he intentado reflejar en la novela.
La primera reflexión que surge, al respecto, es el modelo de nación que pensaron los padres de la patria: Mitre, Alberdi, Sarmiento y otros…
Sin dudas, ésa es la punta del ovillo. La urgente necesidad de construir una Argentina blanca y europea era un objetivo declarado; se puede rastrear en cualquier publicación oficial y en la minucia con que se borró a los negros -a los indios también- del proceso de construcción de una identidad nacional. (Prensa Feria del Libro).
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