Continúa en cartelera ?La calle del infierno?
A los 15 comenzó teatro en un taller que se dictaba en El Hormiguero: La Escuela del Globo, con una modalidad casi académica, docentes que viajaban desde Buenos Aires para encontrarse con un puñado de entusiastas, entre los que Yanina iba amasando su oficio. Al año siguiente, con el nacimiento del Club de Teatro, sus inquietudes se mudaron a aquella pequeña sala del fondo del Cervantes pero de un modo poco convencional: "En realidad, acompañé a una amiga y me terminé quedando. Ahí arranqué en el grupo de adolescentes, y me fui quedando, crecí…”.
Comenzó a cursar Educación Inicial en la Unicén mientras aprovechaba la oferta de talleres teatrales que iban surgiendo en distintos espacios y en 2008 incursionó en la Facultad de Arte, pero los tiempos de la familia y de otros compromisos dificultaron la continuidad. No obstante, las tablas del Club de Teatro siguieron enriqueciendo su curiosidad, construyendo su formación, trazando otros objetivos que trascienden la formación actoral. "La gente que acude a los talleres va a aprender teatro pero también a pasar un buen momento, a comunicarse". Se probó en el drama y la comedia. Y ante esa disyuntiva no se decide: "A mí me gusta vivir otras vidas. Me gusta vivir las historias que viven los personajes. Me divierte probar cómo hubiese sido yo en otra vida".
Mini creaciones
-¿Qué supone la formación y el entrenamiento actoral en tu caso?
-Para mí, el entrenamiento es hacer teatro independiente. He participado en cursos de clown, matches de improvisación, la experiencia en Payamédicos, etc. Todos estos espacios me han ofrecido herramientas de trabajo y, en el caso de Payamédicos, el servicio que hacemos nos permite realizar funciones todas las semanas. Ves 3 ó 4 pacientes: con cada uno de ellos improvisás una mini creación. Es volver a empezar, no traés la historia preparada y el encuadre siempre se teje con pocos o ningún recurso.
-¿Y la sucesión de funciones?
-Te afila, totalmente. Te conecta cada vez más: con las chicas (Gaby y Mariana) funcionamos como un sistema. La cantidad de funciones es proporcional a la posibilidad de que crezca el proyecto, estoy convencida de eso. Y lo mismo sucede cuando podemos poner nuestro trabajo a lo ojos de distintos públicos, como sucedió con "Empollando milagros", con el que abrimos un Mayo Teatral, pero también lo llevamos a la cárcel de Barker, para los internos. Nos abrió un campo de experiencias maravilloso.
-¿Cómo encuentra ese mecanismo de lo que le entusiasma, lo que le motiva?
-En pocas palabras, es lo que me atraviesa. Leo la obra, busco disparadores en el texto, cuestiones de identidad con el director, con el grupo de trabajo, la química con el elenco. Hago las cosas que me atraviesan desde estos lugares. Y, como si esto fuera poco, encuentro cosas mías que no conocía. Cuando hago teatro me puedo poner a jugar en una situación. Siempre digo que las obras me hablan. No es casual. Siempre los textos me enseñan algo de la vida, que luego necesito contar también a los demás. Porque, a través del teatro y de los personajes uno puede decir cosas que no puede o no sabe decir de otro modo.
-¿Qué te enseña el personaje de La Juani?
-Es alguien que por alcanzar un sueño soporta cualquier cosa. No sabe muy bien si es su propio sueño o es el que le dictaron, el que le dijeron que tenía que tener: el auto, la casa, el marido, el perro… Y, en relación a los otros dos personajes, la Juani tiene una mirada esquiva con las otras dos. Las mira de reojo. Critica silenciosamente la ordinariez, las búsquedas que realizan. No las cree válidas como las de ella. Pero lo que ella sueña es lo que ella piensa que los demás quieren.
-¿Qué nuevas motivaciones te ofrece "La calle del infierno"?
-Es un gran desafío y creo que no sólo en lo personal, sino en el trabajo colectivo con mis compañeras. Fue muy interesante porque no queríamos repetirnos. Intentamos implicar mucho al público en esta puesta, trabajamos con otra idea del espacio escénico mas despojado, más virtual. Y salimos a contar una historia con mucho respeto porque creemos en el público, en su potencial, en su forma tan particular de construirnos desde su mirada. Creo que hay que quebrar cierta arista del mito teatral. Al teatro hay que disfrutarlo, tanto haciéndolo como viéndolo. Hay que quebrar prejuicios que no hacen más que alejar al público de las salas. Por eso son importantes todos los espacios: las salas convencionales, los espacios alternativos, los nuevos formatos, los clásicos… nos nutrimos de todo.
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Payamédicos
Realizó un taller en la Facultad de Arte, como proyecto de extensión. Yanina fue parte de esa instancia y luego, cuando la organización civil precisó formadores en cada lugar, Yanina se sumó a la iniciativa. Recibió la capacitación en San Juan, junto con referentes de todo el país, y otro tandilense: Jorge Montagna. Ahora son ellos los que forman aquí y en la zona.
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