De mecánico pobre a magnate y agente
Hasta la madrugada del 4 de agosto de 2007, Franklin Durán era un acaudalado empresario venezolano radicado en Miami, socio de Guido Antonini Wilson, con quien mantenía una amistad de más de 20 años y compartía una vida de múltiples aventuras y negocios.
La incautación del maletín con 800 mil dólares en Buenos Aires cambió radicalmente su historia: el primer gran golpe lo recibió poco después de su detención, al enterarse de que Antonini había colaborado con el FBI y que no había dudado en tenderle una trampa para entregarlo a la Justicia.
La segunda puñalada llegó de parte de otro de los acusados, Carlos Kauffmann, el hombre con quien compartía millonarios negocios, desde las empresas Venoco ?productora de derivados del petróleo? y Perfoalca ?proveedora de taladros a Pdvsa?.
En su declaración ante la corte federal de Miami, Kauffmann amplió las pruebas que lo comprometerían aún más con los servicios de inteligencia de Venezuela, lo que fue negado rotundamente por el empresario.
Durán, de 41 años, se crió en barrios humildes de Caracas hasta que como mecánico se aficionó a los automóviles de carrera y en ese ambiente conoció a hombres de negocios acomodados, según indicaron fuentes consultadas por El Nuevo Herald.
Con el paso de los años, Durán se hizo de una gran fortuna al incursionar en los sectores petrolero, de construcción y aviación: llegó a invertir en bonos rusos de deuda pública y en una empresa norteamericana multinacional que operaba algunas plantas de producción de derivados del petróleo en Venezuela.
Finalmente puso su mira en la petroquímica Venoco en la que Kauffmann también invirtió y que ahora podría ser expropiada, según anunció el propio presidente venezolano, Hugo Chávez. (NA)
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