Denunció un robo a mano armada y ahora terminaría imputado por falso testimonio
Sin embargo, si bien ellos -dos hermanos y un sobrino- estaban sentados en el banquillo de los acusados, el protagonista iba a resultar otro ayer. Ni más ni menos que un testigo, el que oportunamente se dijo víctima de aquellos por un robo a cuchillo en mano. Ahora frente al juez, terminó “olvidando” aquel violento episodio y dijo ni siquiera recordar qué le había pasado con los Ciros, de quienes sí admitió conocerlos “de vista”.
Un detalle. El testigo en cuestión está bajo las mismas circunstancias que aquellos. Más precisamente arribó a la sala de audiencias esposado desde la unidad penitenciaria 37, donde purga una condena por otros hechos delictivos.
Otro detalle. El acusador vino en el mismo móvil policial de aquella penitenciaría con los que hace un año denunció. Sólo ellos y sus códigos lograrán descifrar qué pasó en el trayecto y cuál versión se ajusta a la verdad de lo ocurrido e investigado por el fiscal que llevó a juicio un caso que a priori -se especula- caerá en saco roto. Para más datos, sería muy probable que el ministerio público desista de la acusación, para alivio de los imputados y el defensor, que “ni transpiró la camiseta” en una audiencia en la que se ocultó más de lo que verdaderamente se buscó ventilar.
En efecto, Diego y Juan José Ciros (tío y sobrino) resultaron imputados de protagonizar el incidente con Diego Alejandro Ponce, quien el año pasado (el 17 de agosto) dijo haber sido víctima de un asalto. Según el fiscal Gustavo Morey, la “víctima” circulaba en su ciclomotor por la zona de la plaza Allende cuando fue interceptado por Juan José y Diego Ciros. Uno de ellos le aplicó un puñetazo que lo derribó de la moto. Discutieron y al propio Ciros se le cayó un cuchillo, al que tomó Ponce y le aplicó un puntazo. Diego Ciros, en tanto, se había llevado la moto.
La policía intervino, aunque al arribar al lugar el herido y sus allegados sólo requerían de una ambulancia, porque la policía “nada tenía que hacer allí”. Había sido un ajuste de cuentas del que sólo a ellos comprendía.
Fue así que el herido fue al Hospital para recibir las curaciones y se fue del centro asistencial sin aguardar el alta médica.
Recibí las noticias en tu email
Fuertemente custodiado, Ponce se sentó frente al magistrado, lo liberaron de las esposas y se adentró en su errático relato. No tenía –o no quería- nada por decir.
El fiscal insistiría hasta el hartazgo sobre lo que había expuesto en sede policial como en fiscalía, empero el joven se mantendría en su “amnesia”. No recordaba nada, ni siquiera reconocía haber dicho lo que figuraba en el expediente como su versión de los hechos.
Entre pregunta y pregunta, el fiscal le advirtió una y otra vez sobre la posibilidad de incurrir en el falso testimonio agravado. Pero Ponce se mantuvo en su silencio. Apenas terminó de reconocer que a los Ciros los conocía de vista y que en el último tiempo compartían la misma unidad carcelaria. También que compartieron el viaje hacia el juzgado para el juicio en cuestión.
Preguntado si había sufrido alguna amenaza o intimidación de parte de los que había sindicado, respondió que no, como también dijo saber los alcances del delito que podía terminar siendo acusado, con una pena en expectativa de diez años.
Agotada la paciencia, el fiscal dio por cerrado el interrogatorio con la frustración de ver cómo se le escapaba entre sus dedos la hipótesis acusatoria contra Diego y Juan José Ciros, ambos detenidos desde aquel episodio.
A pedido del defensor, el juez concedió un cuarto intermedio para acomodar las piezas de una estrategia que cambió radicalmente para las partes. Sería un hecho que Morey desista de la acusación en cuestión y pase a pedir que se investigue la comisión del delito de falso testimonio de Ponce.
Para finalizar, se debatirá sobre el tercero de los sucesos, que involucra precisamente a Carlos y Diego, quienes fueron sindicados como los responsables de una agresión que sufriera un vecino y que desembocara en una causa por “Lesiones leves”.
Ayer, los “famosos” Ciros, celosamente custodiados salieron de la sala como ingresaron. Fuertemente maniatados por esposas pero despojados de cualquier ánimo apesadumbrado. Todo lo contrario, lucieron sonrisas amplias y casi desafiantes. En la fugaz estadía matinal por los pasillos judiciales se habían alimentado del cariño de los suyos que los fueron a visitar como de la casi certeza de que por los hechos endilgados era más probable recuperar la libertad que volver a prisión.
Este contenido no está abierto a comentarios