Derechos humanos
Cuando llegamos a Vicente López y Neuquén, en la esquina justito, se aproxima una media docena de perros ladrando y dos pibes se acercan al móvil corriendo y saludando, y les pregunto sin son ?amistosos? y me aseguran que sí. El más chiquito da la vuelta al móvil y abriéndome la puerta me dice: ?señora, pasá, no tengas miedo?. La frase me mata de amor.
Apenas cinco años tiene Juan Cruz que me invita a conocer su casa y a esperar a su mamá que ?enseguida viene, señora, no te vayas?. Claro que no voy a irme si él entiende que fui de visita. Le sonrío y me devuelve la sonrisa con la ternura sincera de los chicos. No puedo dejar de mirarlo corretear de un lado para el otro, con sus ropitas humildes y una dignidad que me conmueve. ?Ahora tenemos casa?, dice con cierto orgullo y yo vuelvo a sonreírle.
Es chiquito y, por momentos, parece un hombre, se pone las manos en los bolsillos y comenta ?tenemos la leña verde, no podemos hacer fuego?. Y suena preocupado. Juan Cruz no va al jardín ni a la escuela, cuenta, porque no tiene mochila ni guardapolvo, pero parece que la conversación no le interesa demasiado cuando le digo que ?eso se puede arreglar? y vuelve a salir corriendo para mostrar que en el patio de tierra, desolado, frío, hay una canilla. Tienen agua.
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Con agua pero sin jabón
Tienen agua pero seguramente no se lavarán diez veces al día las manos como aconseja el doctor Víto Mezzina porque es impensable que una criatura que no cuenta en su casa con una cocina con bacha ni con un baño interior tenga que correr cinco o seis metros cada tanto para lavarse las manos que, indefectiblemente, volverán a contaminarse dentro de la casa de chapa ya que las buenas condiciones higiénicas allí no existen.
Trato de ser lo más objetiva escribiendo esta nota, pero por momentos siento mucha bronca y dolor ante la imposibilidad de cambiar el futuro de uno de los tantos chicos indigentes de la ciudad, del país.
¿Qué oportunidades puede tener Juan Cruz en el futuro? ¿Una, dos, ninguna?
Más seguro, ninguna y terminará convirtiéndose en un joven más de esta generación de chicos que crecieron con hambre, sin tener cubiertas sus necesidades primarias, sin que se respetaran sus derechos, porque se los están violando permitiendo que viva en condiciones infrahumanas junto a sus hermanos y su mamá.
¿Qué será de Juan Cruz cuando tenga 14, 15 años?, ¿podrá seguir la secundaria o se verá obligado a trabajar o lo que es peor, si se cruza con malas juntas ?como se dice habitualmente- podría caer en la droga y, seguidamente, en el delito? Es tremendo escribir esto pero sinceramente no puedo dejar de hacerlo porque es así, ¿se convertirá en un menor que delinca porque no tuvo oportunidad de conocer que todos tenemos derechos y deberes? ¿Será uno de los tantos que entran y salen de las comisarías y con los que algunos están muy enojados y siguen insistiendo en bajar ?aún más- la edad de imputabilidad?
Sin oportunidades
Hubo un tiempo negro, del que todavía no ha cicatrizado la herida, donde miles de jóvenes argentinos fueron asesinados. Y aunque nada justifique en absoluto el horror de la matanza ni haga menos dolorosa la vida de tantos padres que aún siguen buscando a sus hijos, muchos tuvieron la oportunidad de elegir luchar o no por sus ideales y así nos lo contaba Walter Fernández, de la Granja Los Pibes cuando hablamos sobre este tema.
Sin embargo, Juan Cruz no tendrá siquiera la posibilidad de pensar que merece una vida distinta y probablemente cuando vea que existe otra le generará un gran resentimiento. Y no es bueno el resentimiento, para nada.
Educación y trabajo
No puedo dejar de pensar que hay que hacer algo más que escribir, más que asistir, algo más porque en Tandil hay hambre. No podemos negarlo. Hay una generación de pibes que crecerán para repetir la historia de su familia, de insatisfacciones, violencia, desamparo, creyendo que el Estado tiene que proveerles de todo ya que desconocen la cultura del trabajo, de la educación.
Es tremendo que las escuelas se hayan convertido en merenderos más que en lugar de estudio, de enseñanza, al que los chicos acuden más para llenarse la pancita ?porque en el día es la única comida que hacen- que para saber quién fue Domingo Faustino Sarmiento. Y las docentes, los directivos están más preocupados por la merienda reforzada, que por explicar los contenidos de un programa educativo absolutamente decadente.
La miseria social, moral y económica de este país es tan grande que Tandil no puede ser la excepción, acá hay hambre, chicos en riesgo y sin posibilidad de llegar a tener un futuro que sea digno de vivir y el índice de delincuencia en los jóvenes es cada vez mayor y también la falta de contención parental.
A la deriva
¿Por qué Juan Cruz no puede dormir calentito de noche en su cama y desayunar como corresponde, por qué no lo llevan al jardín o al colegio, por qué no puede tener ropitas decorosas y una casita con pisos limpios donde tirarse a jugar con sus juguetes? Y a todas estas preguntas hay una respuesta única: porque no tiene nada.
Su casa es una tapera por donde se cuela el frío del invierno, son cuatro chapas levantadas donde esta familia se metió para dejar aquella carpa en la que vivía. Y cuando digo que no tiene nada es así, nada.
Claudia, la mamá, tal vez haya crecido en las mismas condiciones que sus hijos, paupérrimas, sin las necesidades básicas satisfechas: sin acceso a una casa digna, a la salud, a una alimentación adecuada. Y ella habrá crecido ?es muy joven, tiene 34 años- sabiendo que no existiría otra vida que la conocida hasta el momento, la de la escasez de todo, la de ir pariendo hijos, la de no poder mantenerlos y así, de algún modo, tener que entregarlos, tal como ha tenido que hacer con los dos menores que está criando su última pareja y con los mayores, que ya no viven con ella.
De la carpa a la tapera
Conocí a Claudia Rodríguez hace un par de años, tal vez algo más, cuando cerca del lugar que ahora vive había levantado una carpa ya que ella y sus hijos no contaban con un lugar para vivir. La volví a ver en estos días y tiene un nuevo hijo que no está con ella. En total son ocho, el mayor está en un hogar, la segunda con una pariente y los dos menores se los llevó el padre.
Claudia Rodríguez ya no vive en la carpa, pasó a otro lugar no menos paupérrimo, una casucha de chapas por donde entra la lluvia y la humedad y el viento da vueltas sobre el piso de tierra como si fuera un habitante más de la casa.
-¿Actualmente estás en pareja?
-No, estoy sola
-¿Por qué tantos hijos?
-Fueron viniendo
-¿Qué edades tienen?
De 14 a un año y medio: Gustavo, Macarena, Camila, Romina, Juan Cruz, Aylén, Lautaro y Bianca. Los más chiquitos se los llevó el papá.
-¿Podemos pasar?
-Sí ?el lugar está frío, es sombrío, no es un hogar- ésta es la casa de un hombre que falleció y nos metimos aquí porque no teníamos dónde vivir.
-¿Tiene baño?
-No, la verdad es que utilizamos un balde para ir al baño, detrás de la casa.
-¿Dónde está el resto de la familia?
-Gustavo, el más grande en el Hogar Imagina, Macarena está con la tía y los dos bebés me los llevó el padre porque dice que en estas condiciones no pueden vivir. Los otros cuatro están conmigo.
-¿Extrañás a los que no están con vos?
-Quiero que vuelvan los más chiquitos, pero necesito otro lugar para vivir.
-¿Cuánto dinero entra en esta casa?
-Ninguno, porque cobro dos becas, una para el Hogar Imagina y la otra es para la tía de Macarena.
-Cuando se acaba la mercadería y la garrafa que les da Desarrollo Social, ¿qué hacen?
-Pasamos hambre y frío, porque por los agujeros de las chapas entra el frío y la tierra del piso está húmeda.
-¿Cómo se siente viviendo esta situación que no es de ahora?
-Como siempre, mal.
-¿Cómo pasa los días en esta casa?
-Se pasan?
-¿Cree que sus hijos merecen esta vida?
-No.
-¿La suya fue parecida?
-Sí.
-¿Piensa que sus chicos tendrán la oportunidad de vivir de otra manera?
-No lo sé.
La frase del final
Y con esa frase ?no lo sé?, que no es ni más ni menos que la realidad de esta mujer y sus hijos, dejamos a Juan Cruz con un puñado de besos en la mejilla.
¿Sirve de algo prometer volver? Me pregunto mientras siento que la deuda social con este pibe ?que simboliza una generación de niños marginados-, debe tomarse en cuenta y tratar de saldarse como sea. Porque cuando dentro de unos años, ojalá que no, algunos recordemos su carita en el medio de alguna situación confusa, diremos que era previsible, que no nos llama la atención, que ésta será una entrada más. Y eso significará que fuimos incapaces de revertir la vida de miércoles de este nene que tiene muchos hermanos más y una mamá que los parió sin pensar en las consecuencias.
Algo habrá que hacer. No lo sé. Pero quienes trabajan en estos temas de minoridad y familia no pueden mirar hacia el costado, no pueden fallarle a Juan Cruz, que no pidió nada más que alguna vez vuelva a visitarlos.
Con Mariel Echeverría, directora de
Atención Temprana del Desarrollo Infantil.
La institución está en Garibaldi 743, teléfono 434805, el equipo de trabajo esta formado por: un director, 5 maestros estimuladores, fonoaudióloga, asistente educacional, terapista ocupacional, asistente social, y 2 porteros.
-¿Dónde realizan la atención?
-En la sede y en los barrios dentro de los Centros de Salud, y ahora comenzamos en el Hospital de Niños.
La intervención de ATDI se nutre de niños con: Derivaciones médicas o profesionales de la salud. Presentaciones espontáneas. Detección precoz en diferentes barrios periféricos de la ciudad.
ATDI se construye con los niños, la familia, la comunidad, la realidad y los docentes.
-¿Cuáles son los objetivos institucionales?
-Realizar el abordaje del bebé y el niño hasta 3 años de edad con la incorporación de los padres, mediante una atención temprana que favorezca el desarrollo del niño en todos los aspectos.
Generar y mantener una articulación con organismos de salud pública y privada.
Lograr la adecuada inserción en los Centros de Salud ampliando la atención a barrios periféricos de la ciudad.
Realizar la atención del maestro estimulador en los espacios donde los niños desarrollan sus aprendizajes: jardines, guarderías públicas o privadas.
Propiciar la intervención y compromiso de los padres en las situaciones de aprendizaje de sus hijos.
Trabajar en red con profesionales de la salud con el fin de incrementar la detección de riesgo socio-ambiental.
-¿Cuál es la mayor preocupación de la institución?
-Diría que una de las mayores preocupaciones está en preservar y/o recuperar las condiciones para el mejor desarrollo infantil, e implica cuidar de los primeros años del desarrollo de nuestros niños.
-¿Esto apunta a los primeros años de vida que marcarán el futuro del niño y sus capacidades?
-Es para todos una preocupación concreta, basada en una concepción del niño, sí, en una concepción del desarrollo, de la familia, de la sociedad, de las instituciones, de los educadores, en el sostén y el apuntalamiento del desarrollo infantil.
-¿Qué papel juegan los adultos en este aspecto?
-Para garantizar el crecimiento y desarrollo de un niño hay que cuidar fundamentalmente a los adultos que se ocupan de ese niño, porque nadie puede dar lo que no tiene. No se puede dar sostén, respeto, afecto, si uno no se siente querido, sostenido, contenido, reconocido y respetado.
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