Expone una figura consagrada
Dice Carlos María Pinasco, con motivo de esta misma presentación en marzo del corriente año en Pilar, tratándose de su exposición número 590: ?Que veinte años no es nada?, pese a que lo diga el tango de Le Pera, presentar dos décadas de labor de un artista de la creatividad de Ernesto Bertani es un desafío fascinante pero nada sencillo. Para él, las dos últimas décadas fueron demoledoramente prolíficas y consagratorias.
Sin embargo, creemos que hemos logrado reunir acá un conjunto de obras cumbre de sus series más famosas: los casimires, los lápices, las braguetas, la pareja y lo floreado.
No dudamos que aún quienes conozcan el artista se han de sorprender…?.
Este distinguido maestro de la plástica nacional nació el 3 de febrero de 1949, en Buenos Aires. Desde chico se sintió atraído por el dibujo. Al concluir el servicio militar y abandonar al mismo tiempo la carrera de arquitectura, decidió dedicarse plenamente al arte. Hacia 1975 estudió escultura en el taller de Leonardo Rodríguez y pintura con Víctor Chab y dos años después realizó sus primeras exposiciones individuales en las galerías Birger (Buenos Aires) y Van Dyck (Rosario).
Desde siempre los porteños, hombres y mujeres de Buenos Aires, son el tema principal de sus obras.
En 1979 conoció a su mujer, Mirta D?Andrea, dibujante y escultora, con quien tiene dos hijos.
?Las braguetas? fue la primera serie pintada sobre casimir, tela que simboliza para el autor el hombre porteño. Opina sobre el mismo Ignacio Gutiérrez Zaldivar: ?Ese traje gris que se transforma en una coraza que esconde los sentimientos, que unifica y a la vez despersonaliza a los individuos (…)?.
En una etapa posterior pinta sobre el casimir planos que simulan papeles arrugados, sobre los que realiza bocetos a lápiz, revalorizando la técnica del dibujo. Ese papel también se transforma en un telón. También dicho soporte le sirve como elemento para representar la fragilidad de la relación de los amantes.
Hacia 1945 comenzó a utilizar la computadora, como parte de la vida del hombre, con el temor de la pérdida del contacto piel a piel. El símbolo de la masculinidad por excelencia se vio representado por las corbatas, que paulatinamente ganaron la escena de la obra.
El casimir, textura que utilizó para los hombres, se vio contrapuesta por la seda y el encaje en el caso de las mujeres, que define la forma erótica de esos cuerpos voluptuosos, vientres y pechos abultados, metáfora de la fertilidad femenina.
De pronto, todo floreció en sus obras, sillones, cortinas, cuadros, vestidos, empapelados, todo entorno al amor, el primer amor, en un clima kitch, que acentuaba la intimidad.
Esta selección nos permitirá recorrer con sumo placer sus diferentes etapas.*
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