Juicio por abuso contra una menor que habría sido víctima de su padrastro
En 2012 se efectivizó la denuncia tras la descarnada espontaneidad de la menor confiándole a su mamá que aquello que estaba aprendiendo en el colegio, acerca de abuso infantil, lo había padecido en carne propia tiempo atrás. En medio del estupor, la conmoción y hasta cierta incredulidad frente al relato de su propia hija, finalmente decidió confiar en ella. Si en definitiva nunca había fabulado, era una chica muy locuaz y lo que decía debía ser verdad: estaba acusando de aberrantes como ultrajantes sucesos sexuales al que hasta ayer llamaba como su papá, si bien no era su padre biológico.
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Sin titubear, la mamá habló con su terapeuta y desde allí se aconsejó propiciar la denuncia en cuestión. Aquí comenzaría otro calvario, tener que exponer a la niña a que le contara a extraños, especialistas en la temática, lo padecido y desandar un camino plagado de hostilidades. Quien resultaba apuntado de los presuntos abusos era quien la había criado como hija propia y quien le había dado dos hermanitas. Por ellas, y por su mamá, antes nunca había referido aquello que aún hoy la conmueve y la ha cambiado. Ya dejó de ser aquella niña sociable y vivaz. Ahora la intromisión, el asilamiento, el sentirse un objeto, con la autoestima por el subsuelo.
La repercusión
Pasaron los meses, años, y aquel presunto responsable ahora ingresó a la sala de audiencias esposado. Lleva ya un tiempo detenido tras ser apresado luego de un pedido de captura. Es que el imputado se había ido de la ciudad, empujado por las circunstancias. A más datos, había quedado “preso” de las redes sociales desde donde se inició un escrache virtual, y por lógica consecuencia la condena social, que ameritó una rápida salida de la ciudad, dejando su trabajo en las oficinas estatales de Anses.
De Carlos Alberto Barilaro se trata, quien clama su inocencia (ya lo expuso en la instrucción penal y se prepara para hablar en el debate oral y público), empero, hay indicios vehementes que llevaron a la circunstancias procesales descriptas. Uno de esos indicios -fundantes del caso- son los testimonios, obviamente, de la niña hoy adolescente presuntamente abusada. Pero también acompañada de la opinión de los profesionales de la psicología, los peritos oficiales y la palabra del entorno. Por caso, su mamá, quien irrumpiría con su relato en la primera de las jornadas y dejaría un halo conmovedor a partir de lo que expuso.
Sus vivencias, sus penas y olvidos. Su desgarrador dolor. No sólo su hija fue abusada (al decir de su versión y de los profesionales que la entrevistaron), sino que el responsable de aquellas atrocidades sexuales era su pareja, el padre de sus dos pequeñas hijas, a las que le debió decir que a su papá dejaban de verlo hasta que la Justicia determinara si tuvo o no responsabilidad con lo que padeció -y padece- su hermana mayor.
El testimonio de la mujer sería escuchado atentamente por las partes y el público presente. Allegados, familiares de la víctima como del victimario.
Su extenso relato sólo se vio interrumpido por las preguntas puntuales del fiscal Marcos Egusquiza, que buscó determinar tiempos y lugares que dieran coherencia y credibilidad a lo que decía. Los defensores particulares, César Sivo y Manuel Marañón, prefirieron no intervenir en el interrogatorio. La estrategia parece que pasará por cuestionar la aparente credibilidad de la mujer como de la víctima, a la vez que poner en tela de juicio los informes peritales. Pero eso será a sus tiempos y sus formas. No ahora, la idea sería no confrontar con la madre, en este caso, delante del TOC 1, presidido por el doctor Pablo Galli y secundado por Guillermo Arecha y Gustavo Echeverría, quienes serán, en definitiva, quienes sellen la suerte de un escabroso, delicado, aberrante como escandaloso caso de abuso sexual infantil.
Cámara Gesell
El pasado jueves, en tanto, fue el turno de proyectar la Cámara Gesell que grabó la declaración de la menor. Si bien a pedido de las partes no se dejó al público -tampoco la prensa- presenciar la filmación, por lo que trascendió de los funcionarios consultados fue que el testimonio no hizo más que ratificar lo que oportunamente había expuesto la mamá, con un lenguaje propio de una menor que, además, hablaba en primera persona como la que sufrió los vejámenes sexuales.
Al decir del ministerio público fiscal, el relato resultó coherente, creíble, concordante, espontáneo y cargado de emotividad, sin margen a especulaciones de una presunta mendacidad para perjudicar a quien señaló como su abusador. Conceptos que serían también ratificados por los peritos psicólogos que fueron consultados al respecto.
Hasta aquí, con la prueba de cargo expuesta, el fiscal como la abogada del particular damnificado, Elisa Hospitaleche, se dieron por satisfechos a la hora de contar con elementos suficientes para encarar lo que será el venidero alegato. Mañana, cuando se retomen las audiencias, llegará el turno de los testigos de la defensa, encarnada en los abogados César Sivo y Manuel Marañón.
Una vez culminada la exposición de las pruebas traídas a juicio, se fijará fecha para alegatos en torno a un delito hasta aquí tipificado como “Abuso sexual gravemente ultrajante”, por los hechos que la menor habría padecido entre los ocho y doce años de edad.
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