La Casita de la Esperanza festejó 20 años de existencia
Durante el emotivo encuentro, que coincide con la proximidad a las Fiestas, se recordó el nacimiento de la propuesta, los logros y el crecimiento, y fue coronado con un brindis entre todos los actores intervinientes.
El proyecto que se inició en la década del 90, se convirtió en una suerte de barrio cerrado que se presenta como una alternativa habitacional para la tercera edad, en especial a matrimonios de personas mayores a 65 años.
Allí conviven 36 abuelos autoválidos que además desarrollan distintas actividades, muchas de ellas, en el salón de usos múltiples.
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“De a poco”
El padre Raúl Troncoso, el fundador de la obra en la ciudad, se mostró muy contento por los logros alcanzados a lo largo de estas dos décadas de trabajo en el lugar.
“Lo que queríamos hacer es agradecer a toda la comunidad que está finalizada la obra, que significó una inversión bastante grande y que con el tiempo la fuimos haciendo de a poco”, manifestó el párroco del Santísimo Sacramento.
Destacó que La Casita de la Esperanza representa una obra “muy importante”, especialmente por la cantidad de abuelos que transitaron por el lugar y los que actualmente están.
“Proponemos una opción”, explicó el padre Troncoso, y agregó que “en la sociedad, los más desprotegidos son los chicos y los abuelos”. Bajo esa premisa, emprendieron la construcción del complejo para adultos mayores, y luego impulsaron el proyecto que más tarde se convirtió en Pajaritos de la Calle destinado a los más pequeños.
En ese sentido, expuso que al complejo de Salustiano Rivas ingresan como matrimonio, “y a medida que va pasando el tiempo, si fallece alguno antes que otro, van los abuelos con los abuelos, y las abuelas con las abuelas, cada uno en su módulo”.
“Lo que queríamos hacer es agradecer a toda la comunidad que está finalizada la obra, que significó una inversión bastante grande y que con el tiempo la fuimos haciendo de a poco”, manifestó el párroco del Santísimo Sacramento.
Destacó que La Casita de la Esperanza representa una obra “muy importante”, especialmente por la cantidad de abuelos que transitaron por el lugar y los que actualmente están.
“Proponemos una opción”, explicó el padre Troncoso, y agregó que “en la sociedad, los más desprotegidos son los chicos y los abuelos”. Bajo esa premisa, emprendieron la construcción del complejo para adultos mayores, y luego impulsaron el proyecto que más tarde se convirtió en Pajaritos de la Calle destinado a los más pequeños.
En ese sentido, expuso que al complejo de Salustiano Rivas ingresan como matrimonio, “y a medida que va pasando el tiempo, si fallece alguno antes que otro, van los abuelos con los abuelos, y las abuelas con las abuelas, cada uno en su módulo”.
Talleres
En el lugar, que se presenta con una prolijidad y cuidado especial, los adultos mayores realizan distintas actividades.
“A la mañana se los deja en la casa y, por la tarde, siempre hay talleres”, manifestó el párroco, que a su vez destacó que en este tiempo “todas las asociaciones vinieron a ayudar a los abuelos para la lectura, escritura y trabajos prácticos”.
“Y hay algunos que hace años que están. Esta es su casa, su vida”, dijo a modo de ejemplo para graficar lo que significa el proyecto para algunos de sus integrantes.
Por último, y en el marco de la celebración, el padre Raúl Troncoso reiteró su agradecimiento a toda la sociedad de Tandil que de una manera u otra hizo posible esta obra, que fue pensada para “aquellos abuelos que nunca podrían haber estado en esta situación si no hubiésemos ofrecido esto”.
“A la mañana se los deja en la casa y, por la tarde, siempre hay talleres”, manifestó el párroco, que a su vez destacó que en este tiempo “todas las asociaciones vinieron a ayudar a los abuelos para la lectura, escritura y trabajos prácticos”.
“Y hay algunos que hace años que están. Esta es su casa, su vida”, dijo a modo de ejemplo para graficar lo que significa el proyecto para algunos de sus integrantes.
Por último, y en el marco de la celebración, el padre Raúl Troncoso reiteró su agradecimiento a toda la sociedad de Tandil que de una manera u otra hizo posible esta obra, que fue pensada para “aquellos abuelos que nunca podrían haber estado en esta situación si no hubiésemos ofrecido esto”.
Seguir aprendiendo
Paloma Cabana, una de las voluntarias de La Casita de la Esperanza que acompañó el proceso de crecimiento y consolidación del espacio a lo largo de estos 20 años, destacó que pese a los años, “seguimos aprendiendo”.
Y remarcó que si bien “no nos atamos a códigos muy fijos”, apuntan a que cada integrante del espacio pueda desarrollar “sus posibilidades”.
Confió que vivieron el viernes una jornada “hermosa y llena de recuerdos”, donde se repasó aquel momento en que se colocó la piedra fundamental, que continuó con “toda la construcción, los esfuerzos y la sensación de pensar que se tenían las cosas para seguir y de pronto no”.
También recordó la energía depositada con el objetivo de otorgarle al lugar una “característica distinta”, puesto que “el lema dentro de las casitas es ‘una comunidad de abuelos solidarios’”.
“No es un lugar donde queremos venir a traer cosas para los abuelos, sino que los abuelos mismos puedan rendir todo lo que puedan a su propia vida y a los demás”, valoró.
Por último, Paloma Cabana, quien fue la primera trabajadora social que estuvo desde los comienzos, expresó que hoy la idea es “tratar de estar, de acompañar, encontrar caminos para allanar situaciones que a veces parecen enormes y no lo son tanto”.
Y remarcó que si bien “no nos atamos a códigos muy fijos”, apuntan a que cada integrante del espacio pueda desarrollar “sus posibilidades”.
Confió que vivieron el viernes una jornada “hermosa y llena de recuerdos”, donde se repasó aquel momento en que se colocó la piedra fundamental, que continuó con “toda la construcción, los esfuerzos y la sensación de pensar que se tenían las cosas para seguir y de pronto no”.
También recordó la energía depositada con el objetivo de otorgarle al lugar una “característica distinta”, puesto que “el lema dentro de las casitas es ‘una comunidad de abuelos solidarios’”.
“No es un lugar donde queremos venir a traer cosas para los abuelos, sino que los abuelos mismos puedan rendir todo lo que puedan a su propia vida y a los demás”, valoró.
Por último, Paloma Cabana, quien fue la primera trabajadora social que estuvo desde los comienzos, expresó que hoy la idea es “tratar de estar, de acompañar, encontrar caminos para allanar situaciones que a veces parecen enormes y no lo son tanto”.
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