La causa que investiga si una menor fue abusada en una fiesta está “empantanada”
Pasaron los meses, semanas, días. Se dejó la internación y la estadía en Mar del Plata. Ha regresado junto a los suyos a la ciudad, pero poco ha cambiado en torno a la pesquisa que brega por dilucidar qué ocurrió aquella noche-madrugada en una casaquinta de La Blanqueada, antes de que fuera atropellada por un utilitario cuando caminaba junto a un amigo por la Ruta 226.
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“La causa está empantanada”, confían con cierta resignación como preocupación desde los que llevan adelante el expediente que, sorprendentemente, no ha logrado avanzar y se contradice con una especie de causa paralela, mediática, en la que el abogado de la familia de la niña se encarga de seguir desnudando pormenores, sucesos y presuntas definiciones procesales que no se condicen con lo que oficialmente se expone en la instrucción penal preparatoria que llevan adelante en la fiscalía.
Lo más (y único) importante, el estado de la menor de 13 años. Poco y nada se sabe. Como desde el día que salió de la internación en el centro asistencial marplatense, el tratamiento aconsejado por los profesionales no se realizó tal lo pautado, poniendo en serio riesgo a esa joven sobre la cual ya no preocupa su pasado, aquel de aquella noche en la fiesta de la casaquinta, sino su presente y futuro.
Los investigadores insisten en ese estado “empantanado” porque precisamente los últimos pasos revestían vital importancia para la causa. Los peritos psiquiatras y psicólogos iban a poder evaluar si la menor estaba en condiciones de someterse a una cámara gesell y, en dicha instancia, permitir escucharla para que cuente su versión, su verdad en medio de todo lo que dijeron y se encargaron de ventilar los demás.
Según consta en la causa, la joven acudió a la primera cita, y los profesionales ya habían anticipado que el acto demandaría más de una entrevista. Ya a la segunda, pautada hace casi un mes atrás, no acudió sin aviso alguno. Sus padres tampoco dieron señales de que no iban a participar de lo pautado. La semana que pasó fue la nueva fecha acordada tras aquella postergación, y ni la niña ni sus papás acusaron recibo.
Lo llamativo es que en paralelo, el letrado patrocinante de la familia sigue activamente participando en programas televisivos nacionales y emitiendo declaraciones en portales del mismo calibre. Allí se informa sobre imputaciones varias (con nombre y apellidos de quienes serían los acusados -también menores-) e incluso se dejaron publicar imágenes de la víctima en plena internación en Mar del Plata.
Se asume “paciente con una alta vulnerabilidad psíquica”, abonando el “cuadro clínico actual de causa multifactorial, reactivo a ambientales que han influido negativamente en su progreso evolutivo”. El párrafo se corresponde al diagnóstico que oportunamente realizaran los facultativos que pudieron evaluar a la menor. Pasaron los meses y nada hace presagiar que el escenario de la víctima y su entorno hayan cambiado.
El caso
Como se informó ampliamente en ediciones pasadas, serias, delicadas, disidencias surgieron desde el inicio del caso entre el entorno de la menor y los agentes judiciales, a partir del curso de la pesquisa que busca determinar si aquella sospecha de un presunto abuso sexual, advertida una vez internada en el Hospital de Niños, se condice con la realidad de los hechos, reconstruidos a partir del comparendo de todos aquellos que participaron de aquella noche de fiesta de cumpleaños.
Así las cosas, y por los tiempos judiciales, nada hace suponer que en este año el expediente logre definir algo. Ya sin mucho margen para realizar la Cámara Gesell, no se podrá contar con la versión de la víctima y, sin ello, resulta imposible resolver el entuerto judicial que derivó en un escándalo mediático cuyos precedentes hay que buscarlos en otras causas y con actores comunes.
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