La escritora Marisa Arana ganó un certamen internacional de poesía y narrativa breve
Cabe destacar que Marisa Arana -si bien no es de Tandil hace mucho que vive aquí- es profesora de lengua y literatura en la escuela ESB 25 y en el bachillerato de adultos de la técnica 5.
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-¿Cómo surgió la idea de escribir el libro?
-Es producto de un premio que gané en un concurso organizado por la Editorial de los Cuatro Vientos, que yo conocía de antes, y que siempre me mandaba las bases para participar de sus certámenes de narrativa y poesía. En años anteriores –2010 y 2011– había ganado menciones y había participado de las antologías resultantes, pero esta vez fue diferente porque participé con relatos –antes sólo con poesías-, y pude ganar el primer premio, que era precisamente la edición de un libro, totalmente gratis. No sé si todos saben, pero, generalmente, el autor que no es muy conocido debe pagarse la edición de su propia obra. Bueno, y así surgió este libro, del premio.
-¿Quién decide sobre la edición?
-Los editores te dan un formato y una cierta cantidad de páginas que ellos hacen gratuitamente. Más de eso no te podés exceder: son 64 páginas el libro del premio. Podría haber sido de poesías, pero ya tengo publicadas varias: tengo un librito de poesías del año 1995 que se llama “Paisajes Internos” Para una novela, la extensión del libro me resultaba corta, así que decidí hacer algo acorde con el género en el que había ganado, y lo hice de cuentos.
-¿Cuántos incluye?
-Diez cuentos, algunos que ya tenía escritos, y otros más nuevos, que surgieron después del premio. Tenía un año para presentar el material, si no, el premio vencía. El concurso que gané se llamó XXV Certamen Internacional de Poesía y Narrativa Breve “Poetas y Narradores Contemporáneos 2012”.
-¿Por qué lo tituló “Alegorías”?
-Porque en su mayoría salieron relatos más bien simbólicos, como el que ganó, que se llama La Mujer Deforme. Una alegoría es una ficción en virtud de la cual una cosa representa algo diferente, por ejemplo, un pescado para representar a los cristianos, como se ve en una película bíblica. Salieron cosas que me pareció que tenían que ver con eso, con personajes simbólicos o situaciones simbólicas, y por eso le puse ese título.
Aquel primer premio en la primaria
-¿Desde cuando escribe?
-La necesidad de escribir creo que surge desde que nací. En realidad, no puedo decir de dónde viene. Desde muy niña tenía la inclinación más a escribir que a hablar. Recuerdo que mi madre contaba –era empleada– que cuando me llevaba a la oficina con ella, algún día de vacaciones, o algún día a la tarde, después de la escuela; yo dejaba papelitos en todos los escritorios hablando de la personalidad de cada uno de sus compañeros de trabajo, o dejándoles mensajitos, y ella temblaba por lo que pudiera poner. Pueden dar fe de eso algunos de sus compañeros que todavía viven, porque ella falleció hace cuatro años. También la gente, cuando me hacía la pregunta clásica que se le hace a los niños, ¿Qué querés ser cuando seas grande?, yo contestaba, sin que nadie me lo hubiera enseñado, “Escritora”. Y a los seis años gané el primer premio de redacción en mi colegio primario. Yo digo que a lo mejor es genético. Mi padre escribía muy bien y narraba buenas historias, aunque nunca lo llevó a la práctica, quiero decir, mejor dicho, no lo sacó a la luz. En cuanto a la inspiración, creo en eso, que hay un momento mágico en que al artista, cualquiera que sea, pintor, escritor, u otro, le viene una chispa, una frase, algo que enciende la llama. Me ha pasado de estar durmiendo a la noche y despertarme con un verso, con una idea, que tengo que escribir enseguida, porque si no se me va. Por eso dejo un cuaderno y una lapicera a mano, cerca, por las dudas. Así como hay períodos en que no se me ocurre nada, y por más que me pongo con la hoja, nada me satisface, Pero cuando a uno se le ocurrió, después viene el trabajo, porque la idea o la palabra en bruto no basta si uno lo quiere transformar en arte, o pretende que tenga una cierta estética: necesita corregirlo, pulirla, darlo vuelta, trabajarlo. Me pasó con una de mis novelas: tenía todos los borradores manuscritos, y cuando la pasé a la computadora y empecé a corregirla, casi no me quedó nada de la primera idea. Se van superponiendo otras, y a lo mejor estos caminos terminan en algo que uno ni imaginó al principio. Ese es el acto de creación.
Las imágenes también vienen de repente, por lo menos para mí. Por supuesto, casi siempre, parten de una realidad, pero después con el trabajo del lenguaje, con las sinestesias –mezcla de imágenes de distintos tipos, por ejemplo, auditivas y táctiles– les voy dando otro sentidos que me parecen o más interesante o que reflejan mejor lo que uno quiere decir. Debo confesar que la literatura y el acto de escribir es, ante todo, para mí, y creo que también lo será para otros, una catarsis, la manera de no caer ante estados de ánimo negativos, injusticias o problemas de los que este mundo está lleno. Ella me ayuda a no rendirme. Y ésa es la razón principal por la que escribo.
Letras de la ciudad
-¿Cuándo verá la luz este libro?
-Supongo que la presentación va a ser en marzo, cuando pase la temporada, por razones obvias. Ahora, de todos modos, la Asociación de Escritores de Tandil me ha hablado de un evento el 18 y 19 de enero en la Casa de la Cultura donde me han invitado a presentar la obra, claro que no sería una muestra exclusiva, pero lo importante es participar junto a tantos valores de la ciudad.
-¿Cómo ve el movimiento literario en Tandil?
-No hace tanto que estoy en la ciudad, pero he tenido una muestra muy positiva de su vida cultural y su movimiento literario. Aplaudo la Feria del Libro en la Cámara Empresaria. Me parece un emprendimiento muy favorable para la cultura regional y nacional. Creo que Tandil tiene muchos valores culturales para compartir, y hay que mostrarlos. Me alegra formar parte de esta comunidad como docente, que es mi trabajo, y haciendo lo que más amo hacer, que es enfrentarme a la hoja en blanco, como tantos otros que sienten lo mismo, y desangrar, por decirlo así, el alma y el corazón en medio de un silencio interno que, lamentablemente, el mundo de hoy no sabe valorar, o no puede, porque no es fácil enfrentarse a sí mismo cuando todo el bullicio del alrededor se apaga y dejamos el escenario cotidiano. En la soledad del oficio de escribir hay millones de compañías: hay que escucharlas. Siempre tienen algo que decir.
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