Carta de Lectores
La insensibilidad inaudita de un mandamás
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Tito Romero tiene 57 años de edad. Desde que nació sufre serias dificultades para caminar, se sostiene con dos tutores de madera ante la imposibilidad de usar bastón. Vive de la mendicidad. No posee otro ingreso para vivir que el que le proporcionan las limosnas. Es conocido y estimado por todos en el radio céntrico. Poco antes de las 10 de cada mañana se ubica en la esquina de Sarmiento y Rodríguez junto al Banco de Galicia. Un par de horas después pide apoyo a alguien que pasa para que lo acompañe hasta la puerta del Grill Argentino, donde sigue pidiendo limosna.
Como su inestabilidad física necesita de un asiento más que cualquier mortal, tiene un banquito que hasta hace poco, cuando él dejaba la primera de las paradas, se lo guardaban hasta el día siguiente dentro de la entidad bancaria; los días fríos o lluviosos, a veces también, le permitían cobijarse en el interior. Hasta que le fueron negados ambos “privilegios”. Ahora Tito, con frío o con lluvia, permanece en su puesto, parado, sosteniéndose como puede contra la pared.
Este es un caso evidente de miseria humana, originado por un mandamás desalmado que seguramente piensa, con su cerebro de mosquito, que guardar un banquito a un indigente en un rincón del edificio constituye un menoscabo para los clientes que, si fueran consultados, sin lugar a dudas se pronunciarían en contra de quien dio la orden, rechazando su actitud inhumana, mezquina y perversa.
Se requiere por todo lo expuesto que algún gaucho que nunca falta cope la banca en la esquina aludida guardando el banquito que el Banco rechaza. Haciendo lo que en la otra parada del mendigo hace -y mucho más- el buen vecino Vicente Murno, dueño del Grill.
Juan Roque Castelnuovo – DNI 5.366.012
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