La mujer condenada habló de su adicción y despegó a Temudio de la tenencia de estupefacientes
Tal lo anticipado, se trataba de una jornada importante habida cuenta de los testigos citados para la ocasión. En verdad la expectativa se centraba en una protagonista excluyente, Inés Guardia, mujer del acusado y recientemente condenada con sentencia firme por el mismo delito -y mismo hecho-, quien a través de una carta varió la rutina prevista en la audiencia al anoticiar a las partes que ella y sólo ella era responsable de la droga que se halló en su casa. Ergo, su esposo, ahora sentado en el banquillo de los acusados, es inocente y como plantea la defensa, debe ser absuelto.
Como se informó en ediciones pasadas, para el fiscal Néstor Prado existen elementos suficientes para endilgarle el delito a Temudio y así lo expuso no sólo en el preámbulo del debate sino que lo fue ratificando con el desfile de testigos citados para la ocasión, principalmente los policías que intervinieron en la pesquisa, con seguimiento y filmaciones de por medio, y que derivaron en el allanamiento en la casa de Baigorria al 300.
Allí, los efectivos secuestraron cuatro tizas de clorhidrato de cocaína (39,1 grs.); un cigarrillo armado de 0,6 gramos y un envoltorio 1,1 gramos de marihuana, la que tenía bajo su guarda y disposición en el dormitorio matrimonial, más dos plantas de marihuana que, en macetas, se encontraban en la cocina del comedor. A lo que se le sumó tres blisters de clonazepan, un plato y cuchillo con restos de cocaína, un rallador, recortes de nylon –todo ello comúnmente utilizado para el estiramiento, fraccionamiento y venta de droga- y la suma aproximada de 1500 pesos en billetes de diversa denominación.
Al momento del procedimiento Guardia tenía entre sus ropas media tiza de clorhidrato de cocaína (5,5 grs.). La mujer, entonces, fue detenida y sus hijos (estaban presentes en el procedimiento) quedaron bajo la custodia de la abuela.
El acusado Temudio no estaba en ese momento en la casa -un kiosco de droga para los investigadores- y recién fue detenido un año más tarde, cuando se encontraba pintando -ese es su oficio- una casa.
De allí se toma el defensor Carlos Kolbl para argumentar que su pupilo nada tenía que ver con la tenencia de los estupefacientes y mucho menos la comercialización, incorporando como hipótesis que Temudio estaba separado de su mujer y que por esos días iba a la casa a ver a sus hijos.
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Ambos se cruzaron miradas y sonrisas cómplices. Hace tiempo que no se ven, separados por los avatares de una vida signada por la adicción que los llevó a una distancia aún mayor, separados por las rejas de los calabozos donde cada uno fue depositado por el ilícito que se les endilga, el de tener droga en su casa y vender al menudeo a un sinnúmero de clientes, tan adictos como ellos, o mejor dicho y según su versión, sólo a ella, que confesó su enfermedad como responsabilidad penal.
Con un relato crudo y hasta cruel, si alguien se anima a imaginar sus días de ayer y de hoy, la mujer admitiría su enfermedad. Hablaría de dos décadas de consumo de cocaína, que primero las sustancias eran inyectadas y después aspiradas sin solución de continuidad, el objetivo era consumir, como sea y a costa de lo que sea, incluso de hacer una especie de cooperativa entre consumidores para obtener la droga compactada en mayor cantidad y consecuentemente mejor precio.
Según la testigo, ella recibía la mercadería y luego repartía. Ese párrafo, claro está, sería leído por la defensa como el esclarecimiento de que no se comercializaba, sino que se repartía la droga obtenida entre los “pares”, entre ellos, ella, quien afirmó que diariamente consumía una tiza, que a la hora de calcular su pesaje aludió a unos 900 gramos aproximadamente.
Con gestos y luego preguntas, el fiscal claramente no creyó el testimonio, interpretándolo como una de las maneras de desligar a su pareja y hacer creer al Tribunal que la droga hallada era sólo para su consumo personal, no del esposo.
Guardia insistiría en su gran adicción que la llevó incluso a perder el tabique nasal. De hecho confió que el momento del allanamiento perpetrado en su casa los policías irrumpieron cuando ella estaba aspirando una línea del plato en la pieza, a escasos metros donde incluso estaban sus hijos y un amigo.
El tema de su adicción fue, según ella, también el motivo de la separación con Temudio, siendo que éste ya no la aguantaba porque, como dijo, “me drogaba mucho”. Habló entonces de una relación que por ese entonces empeoró y por eso él a veces se quedaba en la casa y otras tantas no, en clara intención de despegar a su pareja de la situación esclarecida en la casa calificada como kiosco de droga.
A preguntas del juez, la mujer no supo qué responder sobre las macetas con plantas de marihuana encontradas en la vivienda, sobre las cuales dijo desconocer su procedencia, mientras que por las pastillas de clonazepan secuestradas adujo que se las había recetado un médico cuando tuvo intenciones de dejar de consumir cocaína, y les servían para dormir y aquietar la ansiedad.
A medida que la mujer relataba sus vivencias y convivencia con la droga, Temudio la seguía con la mirada, aunque a veces sólo observaba el piso y se refregaba los ojos cual signo de algún llanto por lo relatado por quien era, hasta ayer, su mujer.
La testigo condenada dijo que delante de ella, en sus días de convivencia Temudio nunca consumió y sobre las visitas a la casa afirmó que pasaba para ver a sus hijos y a dejarle dinero.
Indagada por el día del allanamiento, dijo no recordar mucho. “Yo no estaba en mis cabales, me había tomado media tiza”, indicó a la vez que sí dijo con seguridad que Temudio no estaba en la casa, a propósito de la sospecha acusatoria de que se escapó cuando los policías llegaron a la propiedad.
Quedando a criterio de las partes y fundamentalmente del juez, sobre la credibilidad del relato, la mujer dejaría la sala sin mucho más por aportar que no fuera mayores aditamentos a su enfermedad, como la intención de desligar a su pareja del entuerto en que se metieron precisamente a partir de la adicción que terminó en un negocio para la subsistencia.
Después devino otro par de testimonios aportados por la defensa que no sumaron demasiado al debate, más que referencias sobre el acusado y su pasar laboral, cerrando así la segunda audiencia que terminó con la etapa de prueba. El martes venidero será el tiempo de los alegatos que mantendrán sus respectivas tesituras, intentando dar razones al juez para que resuelva según sus respectivas hipótesis y, consecuentemente, el futuro procesal del imputado. u
De hecho, uno de los hombres que desfiló citado por la defensa intentó con su versión también despegar a Temudio, aunque finalmente aceptaría que lo había visto en la casa en varias oportunidades, incluso quedándose a dormir. Hasta después terminó confesando que fue amante de la mujer.
Tal vez el más certero a la hora de contar su vivencia con el acusado fue el actual vicepresidente de la Usina Jorge Renis, quien tuvo palabras elogiosas para con el acusado.
Dijo conocerle desde tiempo, que le merecía la mejor de las confianzas, a tal punto que le dejó las llaves de su propiedad cuando él viajó para que pintara su casa.
Precisó que al tiempo de que se habla del allanamiento, Temudio estaba trabajando en el edificio donde él reside, que supo por palabras de aquél que se había separado de la mujer y que estaba viviendo en la casa de sus padres, agregando que se lo veía compungido por la situación de sus hijos.
El aporte de Renis también serviría a la defensa para desestimar que Temudio se haya fugado cuando sucedió el procedimiento, de hecho lo terminaron deteniendo un año más tarde cuando él estaba pintando una casa.
También haría su aporte otro de los policías que intervino en el seguimiento, filmación y allanamiento, quien daría un aporte sustancial a criterio del ministerio fiscal. Aseveró, sin titubear, que una vez dentro de la casa, supieron de la fuga de Temudio (a quien habían ido a buscar con la intención de detenerlo junto a Guardia) por los propios dichos de uno de los chiquitos, quien dijo -según el policía- que el papá recién se había ido de la casa.
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