Lo hecho no alcanza
Este julio pasado fue para el olvido. Lo que no debemos dejar de recordar es la cantidad de boxeadores que fallecieron en ese lapso y mucho menos el nombre de los grandes que se fueron.
Tres suicidios; Alexis Argüello, Arturo Gatti y el menos conocido colombiano Andrés Cervana. Tres asesinatos; el campeón super welter Vernon Forrest, el zacateca Santos Morelo y el colombiano Williams Morelo.
Pero también hubo dos muertes sobre el cuadrilátero. Francisco Moncivais y Marco Antonio Nazareth. Tuve oportunidad de ver la de este último que cayó a manos del hijo de Julio César Chávez, Omar. Fue un golpe a la cabeza detrás de otro, como certeros mazazos que martillaban con misteriosa puntería a unos centímetros sobre la oreja izquierda de Nazareth. Fue víctima de lo que se llama síndrome del segundo impacto. Su espíritu guerrero lo mantuvo en pie hasta que el físico dijo basta. De ahí al quirófano y a la muerte sólo hubo un paso.
Las víctimas fuera del ring son un tema para tratar en particular y dentro de los límites que marca la prudencia, al no conocerse las causales de tales determinaciones. Pero lo que sí deben preocupar, son aquellas que se producen en el ejercicio de este deporte-profesión que no me canso de afirmar que es de alto riesgo y que no sólo se debe evitar que en él se deje la vida, sino que también se deben seguir estudiando profundamente las medidas para que no sufran luego de cesar en la actividad, alguna de las muchas lesiones irreversibles que puedan haber padecido. Desde las deformaciones físicas visibles, como las neurológicas invalidantes. Todo esto sin que el boxeo pierda su esencia, ni se lo transforme en un ?juego de la mancha? como hoy día lo presenta la AIBA. El resultado es que en los Juegos Olímpicos, es más importante el badminton que esa lavada versión boxística.
A medida que fue transcurriendo el tiempo se ha ido avanzando en la disminución de riesgos. Se implementó la cuenta de ocho segundos de protección al boxeador que apenas toque el suelo con algo más que no sean las plantas de sus pies. Luego vino el ring de cuatro cuerdas, el aumento de divisiones con la reducción de diferencia de kilajes, los guantes más grandes, la disminución de los rounds en peleas de campeonato y el constante aumento de controles físicos con las técnicas más modernas.
Ahora vuelve al tapete una de las cuestiones más controvertidas: el tamaño de los guantes. Varias autoridades médicas consideran que el guante cuanto más grande sea aumenta el efecto de repercusión y el daño cerebral con el aditamento de que al no noquear, amplían las posibilidades de desenlaces graves. Un púgil semi-inconsciente puede seguir peleando y se mantiene en posición de combate debido al hábito adquirido por su entrenamiento, pero no puede golpear al adversario ni tampoco defenderse, y en esas condiciones recibe un castigo demasia¬do traumático que empeora sus condiciones hasta caer inerte a la lona. Algo similar sucede con las reglamentaciones que impiden que se le haga la cuenta de protección a un boxeador de pie, vigente en algunas entidades mundialistas.
Por eso, una clara nota de desinformación e irresponsabilidad es la de justificar una paliza porque por su trabajo, no se ?pudo entrenar?, o que se ?sacó un gusto?. Es no tener idea de que está científicamente probado de que ?cualquier trauma en el cráneo puede ser potencialmente grave?. Mucho más aún cuando un individuo está mal entrenado o ha llegado al peso deshidratado. Si le sumamos a eso un record paupérrimo, cualquier accidente será culpa del boxeo, cuando los responsables, son justamente los irresponsables que participan de estos desatinos.
Estudios recientes indican que las lesiones más graves en boxeadores retirados se han encontrado en aquellos que han practicado boxeo por más de 10 años, quienes han participado en más de 150 peleas, los sparrings que por años reciben golpes a mansalva y aquellos cuyo historial está lleno de nocauts en contra.
Como para seguir pensando, aunque que se haya hecho mucho, no todo correctamente es necesario continuar con estudios serios y científicos que protejan la salud del boxeador.
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