Los peregrinos tandilenses de “Pedaleando a Luján” concretaron el quinto viaje en bicicleta a la Basílica
El grupo encabezado por Daniel Di Battista llegó al santuario nacional desde Tandil el pasado 6 de enero, tras dos días de travesía por el centro de la Provincia. Una manera de acercarse a la fe religiosa y ofrendar el esfuerzo a la Virgen, a partir de la cobertura a pulmón de 850 kilómetros de trayecto.
El 4 de enero salió de Tandil el grupo de ciclistas que lograron, una vez más, unir la ciudad con la localidad bonaerense de Luján, uno de los epicentros de la fe católica en el país, a donde llegan numerosas procesiones en diferentes épocas del año, ya sea a pie, a caballo o pedaleando como en este caso.
Recibí las noticias en tu email
Daniel Di Battista comenzó con los viajes en diciembre de 2014 para cumplir el deseo de un amigo suyo que no pudo concretarlo. Este año, seis aventureros se animaron a formar parte de la propuesta y desafiaron sus límites físicos y anímicos para llegar al icónico santuario; Carlos Rodríguez, Mauricio Mendiburu, Marcelo Loray, Daniel Uranga y Julio González, acompañaron a Daniel.
En conversación con El Eco de Tandil, Di Battista y Carlos Rodríguez comentaron los pormenores de la sacrificada travesía, que constó de 850 kilómetros en total (ida y vuelta), por caminos de tierra y ruta.
“Fue un viaje distinto a todos los demás no solamente por las contingencias sino porque se incorporaron nuevos pedalistas y peregrinos. Una experiencia muy rica, si bien los viajes son parecidos porque repetimos itinerario, vamos conociendo gente nueva en el camino, por eso el camino es importante y no sólo el destino”, relató Daniel, quien aclaró que tres regresaron en un vehículo y ellos dos junto a otro de los ciclistas se atrevieron a emprender el retorno también en a bordo de sus rodados, lo que implicó más tiempo, sacrificio y doble desgaste físico y mental.
El itinerario que culminaron el 6 de enero con el arribo a Luján, incluyó el tramo de tierra De la Canal, Rauch, Chapaleofú, Miranda, Colman, Estación Gualicho, y pasaron esa noche en Las Flores.
Posteriormente, continuaron por los caminos rurales hasta Roque Pérez que, según sus dichos, es un camino más difícil porque el suelo se presenta más arenoso a esa altura y cuesta más desplazarse sobre él. Los seis peregrinos permanecieron esa noche allí y el plan original era seguir por tierra hasta Navarro, pero la lluvia los empujó a tomar el recorrido de la cinta asfáltica hasta esa localidad para después proseguir al final del trayecto.
“Por la lluvia y temas logísticos tuvimos que buscar localidades intermedias para poder hacer noche o parar, donde había gente que nos acompañaba y ayudaba. No tenemos apoyo logístico durante el viaje si no en las paradas”, refirió.
Por su parte, Carlos Rodríguez, quien se sumó por primera vez a la pequeña expedición, contó que en cuanto a esfuerzo físico es mejor ir por la cinta asfáltica, pero que por una cuestión de seguridad es preferible transitar por tierra, “porque los vehículos son peligrosos y no respetan a los ciclistas en todos lados. Por tierra conocés un montón de lugares que nunca habías visto, la gente que te cruza te saluda”.
Cuestión de fe
A cada uno de los que decide formar parte de ese viaje lo mueve una motivación particular y en el camino se unen otras cuestiones personales donde aparecen la ofrenda religiosa, el sacrificio, la aventura, el reconocer y superar los propios límites, y la voluntad de hacer algo distinto.
Antes de salir el padre Antonio Pozos, de la Parroquia Santa Ana, efectuó la ceremonia de bendición de las bicicletas como acostumbra a hacer cada año con los peregrinos que eligen esta modalidad para llegar con el corazón repleto de intenciones y gratitud al lugar de veneración de la Virgen.
“En todos lados nos atendieron muy bien, emociona que la gente nos espere, a la mañana, al mediodía, a la noche, nos dan cosas. La gente que confió en nosotros para darnos una carta y dejarla en el santuario de la Virgen, personas que nos enviaron mensajes, y hay gente que si bien no puede acompañarnos a Luján por trabajo o el motivo que sea, entrena con nosotros como una manera de ser parte de esto”, narraron.
A pesar de los pequeños escollos que tuvieron que atravesar en el trayecto, tanto de ida como de vuelta, supieron adaptarse y sortearlos los inconvenientes de manera favorable, de modo que nada empañara el viaje ni el propósito con el que partieron.
“Tuvimos una convivencia espectacular, hemos compartido las experiencias y nos hermanamos en un destino común. La gente que nos va recibiendo en el camino que nos da apoyo logístico y anímico, es muy importante, se interesa en lo que hacemos, la idea es seguir motivando a la gente para que lo haga, inclusive pueden sólo llegar a los puntos intermedios que tenemos como objetivos, ya eso es loable”, manifestó Di Battista, quien si bien reconoció que es una iniciativa difícil de llevar a cabo, tiene más puntos positivos que negativos.
“Cuando llegamos a Luján nos fundimos en un abrazo porque lo habíamos logrado. Nosotros somos jóvenes de espíritu pero gente grande edad, yo ya tengo 60 años”, señaló.
Carlos es un debutante en esta experiencia, a la que llegó de la mano de la hija de Daniel cuando se encontraba atravesando una serie de situaciones personales, que al principio lo hicieron dudar de unirse al grupo.
“Ella habló con Daniel, él me fue a buscar, me enganché y salimos. No sabía qué iba a pasar porque tanta distancia nunca había hecho. Arrancamos a entrenar con los 100 km todos los domingos y salió, pude llegar bien y no defraudar a nadie. Es un combo de sensaciones. Encontré lo que fui a buscar y pude llevar las intenciones que varias personas me hicieron llegar, eso fue lo mejor”, confió Rodríguez.
Lo importante no es llegar,
lo importante es el camino
De acuerdo a los consejos de Di Battista, el más avezado en estas lides, cualquier persona sana puede llegar pero se requiere un entrenamiento previo que es duro. “Un mes y medio antes salíamos los domingos temprano para lograr hacer 100 km en terrenos planos y lomas para adquirir fuerza. También se necesita una preparación mental, puede ocurrir que en algún momento uno se venga abajo y no tenga ganas de seguir. En cada uno de los viajes alguno se quiebra, a mí me tocó en el primero, uno cree que no va a poder llegar, para eso está el grupo, para levantarlo y ayudarlo”, explicó.
Además del rodado y el entrenamiento previo, que no distingue ni género ni edad, los ciclistas hicieron énfasis en tener una buena alimentación e hidratación porque las jornadas de pedaleo pueden ser muy largas.
“Si bien el camino de regreso fue más extenso, tramo más extenso se concretó por la ruta y por eso resulto más rápido. Tuvimos viento a favor desde Saladillo hasta Miranda y adelantamos un montón. La mayor dificultad la tuvimos al salir de Miranda, porque hubo una importante tormenta eléctrica y tuvimos que salir al asfalto contrario a lo que pensábamos inicialmente, caminamos 3 km con las bicis por el barrial que había”, expuso Daniel.
Otro percance surgió con la presencia de vientos huracanados en Roque Pérez, que hasta llegar a la ruta 205 los obligó a adoptar una velocidad menor que la marcha de una persona caminando. “Los árboles nos daban reparo, pero cuando se terminaba la arboleda parecíamos un dibujo animado, era muy fuerte el viento”, rieron ambos.
Carlos, Daniel y sus compañeros cumplieron el objetivo y lograron regresar sanos y salvos, con una experiencia diferente a sus espaldas y la promesa de continuar con los viajes, a la espera de que más personas se entusiasmen y puedan vencer los prejuicios y limitaciones para subirse a esta aventura sobre ruedas que combina entrenamiento, solidaridad y fe.