Marcelo Gómez, el formador de los grandes tenistas
Por Fernando Izquierdo | fernandoizquierdo@hotmail.com
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Desde la escuela de tenis del club Independiente han emergido talentos que pusieron a la ciudad en un plano de excelencia a nivel mundial.
Con Raúl Pérez Roldán como pionero, la entidad de avenida Avellaneda ha realizado en ese aspecto un trabajo sin antecedentes en el país.
Con el surgimiento de figuras como Guillermo y Mariana Pérez Roldán, Mariano Zabaleta, María Irigoyen, “Machi” González, Diego Junqueira, Juan “Pico” Mónaco, hasta llegar a Juan Martín Del Potro, el mejor deportista tandilense de la historia.
Uno de los principales baluartes de esta increíble camada es el profesor Marcelo Gómez, formador de muchos de ellos.
En una extensa charla con La Vidriera, el “Negro” abarcó distintos temas referidos a algunos de esos tenistas y a sus vivencias personales:
-¿Cuando un jugador que formaste se va y comienza a trabajar con otra gente representa cierta satisfacción o te genera algo de bronca?
-Llega un momento en el que también nosotros (los formadores) tenemos que decidir qué hacer. Viajar a seguir a un jugador implica estar afuera nueve meses al año, lo hice en su momento. En el ’00, cuando mi hija tenía diez días de vida, la dejé sola con mi mujer, sin dinero, y me fui con Juan Martín (Del Potro) a un torneo junior a Sudáfrica. O sea, había que tomar decisiones duras. Y en ese momento para el entrenador no es redituable, comienza a serlo cuando el jugador se mete entre los 100 mejores del mundo, algo realmente muy complicado. Es cierto que en Juan Martín tenía un diamante en bruto. Pero igual fue una apuesta grande, él empezó a viajar en ’01 ó ’02, cuando el país atravesaba una crisis tremenda. Conseguir un dólar era imposible, al papá se le complicaba para mandar dinero, todo muy difícil, pero la carrera se hizo.
-¿Cuándo te diste cuenta de que sería un crack?
-Apenas lo vi, cuando él tenía 6 años. Juan Martín jugaba en la casa, una mañana llegó al club, le empezó a pegar contra la pared y dije “éste es un crack”. Cuando comenzó a jugar los primeros torneos noté que era distinto. Cuando tenía 10 años, y ya estaba más formado, jugaba con chicos de 12 y en algunos torneos hasta con algunos de 14. Lo ponías a jugar contra un pibe que le llevaba cuatro años y lo hacía de igual a igual, ahí te das cuenta. Siempre digo lo mismo, Juan Martín hubiera jugado bien al tenis con cualquier profesor, pero considero que yo hice un muy buen trabajo para que sea top ten. Si él no hubiera llegado a los 18 años como llegó, en cuanto a formación, quizá no lo hubiera logrado. Estoy seguro de que su educación tenística, entre los 8 años y los 14, la hice bien. Yo ponía el cien por cien porque sabía que era bueno y que si no llegaba a ser un gran jugador iba a ser por mi culpa.
-Está claro que su agresividad “rompió el molde” del típico tenista argentino, formado en polvo de ladrillo.
-Es que yo siempre me sentí identificado con un tenis ofensivo. No sólo lo ves en Juan Martín, “Pico”, si bien a veces aguanta en el punto, siempre está intentando ser agresivo, a veces le sale y otras no. Juan Martín es netamente ofensivo, “Machi” (González) no es un simple pasador de pelotas, juega encima de la línea y el día que está fino te sorprende con el saque o la devolución. Son chicos que juegan al tenis más buscando que esperando. A pesar de que cuando yo aprendí a jugar se buscaba meter la pelota adentro, las raquetas eran de madera, las pelotas pesadas, etc. “Pico”, por ejemplo, aunque jugaba a meterla porque era chiquito y no tenía demasiada fuerza, estaba siempre encima de la línea, en una época en la que profesionalmente pocos jugadores lo hacían, quizá Agassi o Hrbaty. Entonces, cuando el tenis se volvió de golpe mucho más ofensivo, se vio beneficiado.
-El físico parece ser el principal enemigo de Del Potro en su búsqueda del número 1.
-Y…es un tipo grande, propenso a las lesiones. Igualmente, a pesar de molestias lógicas, él está muy bien, y ha demostrado que puede jugar a cinco sets y ganar un Grand Slam. Eso indica que su físico está bien.
-Pero el tema es sostenerlo a través de todo un año.
-Seguro. Además, le tocó en suerte y en desgracia una generación de monstruos. En suerte porque eso te obliga a exigirte para progresar, pero pensando en tu posición en el ranking se te hace difícil llegar a lo más alto. Hay que tener en cuenta que entre los de arriba Juan Martín es el más chico, si Dios quiere y el físico lo acompaña, a esos tipos ya les tiene que empezar a ganar con frecuencia, de hecho ya los ha vencido a todos.
-Por características de juego, ¿cuál de los cuatro “galácticos” (Djokovic, Nadal, Murray y Federer) lo complica más?
-Si está bien, le puede ganar a cualquiera. Pero el que más incómodo le queda es Djokovic. A Juan Martín, desde chico, le molestan los jugadores que traen todo, y Djokovic lo hace, y encima a una velocidad increíble, es un contra golpeador tremendo. Nadal también, es muy bueno defensivamente, pero de pronto vuelve con pelotas no tan peligrosas, salvo cuando está como ahora, endemoniado. Djokovic es más completo que Rafa. Murray es un jugador que le cuesta a Juan Martín, pero juega a menor velocidad.
-¿Los primeros enfrentamientos ante Federer traían aparejada esa sensación intimidante de enfrentar al ídolo?
-Y…jugaba contra el poster. De verlo colgado en la pared de tu casa, pasás a enfrentarlo, es fuerte.
-¿Ya lo superó?
-¡Sí! Le costó una adaptación, como siempre le ha pasado. En todo nivel necesita un tiempo para acomodarse, cuando empezó a jugar torneos Future se fue adaptando hasta ganarlos, en los Challenger igual y más tarde en los ATP lo mismo.
-Hasta que llegó a ganar un Grand Slam, nada menos.
-Claro, aparte su preferido, el US Open. En una charla que tuvimos cuando él era muy chico yo le pregunté sobre su Grand Slam favorito y me dijo: “Tengo dos objetivos, ganar el US Open y ser número 1”. Tanto a él como a mí, el cemento era una superficie que nos atraía especialmente, al margen de que la mayor parte de la actividad del circuito es allí.
-¿Es uno de los mejores sacadores de la historia del tenis argentino?
-Sí, seguro. Tiene mucha ventaja por su altura.
-¿Cómo empieza a darse su adaptación a la superficie rápida cuando lo lógico en el tenista argentino es la comodidad en canchas lentas?
-En 2000 fue el primer torneo sobre cemento al que lo llevé, en Sudáfrica, y jugó muy bien, perdió la final.
-¿Y en Tandil cómo entrenaban?
-Ibamos a una quinta que teníamos a disposición y después yo le fui preparando ejercicios especiales. Es decir, lo hacía jugar en polvo de ladrillo como si fuera cemento, lo hacía jugar sin zapatillas para que no pueda patinar, después la mamá cuando tenía que lavar las medias me quería matar, ja. Y otras cosas, como hacerlo parar arriba de la línea de base y pegar desde ahí sin permitirle retroceder.
-¿Suele ser Juan Martín un confidente contigo? Por ejemplo, en el tema Copa Davis.
-No es de transmitir demasiado. Lo que sí sé, porque incluso lo hemos hablado, que él muere por jugar la Copa Davis. Lo que pasa es que cuando él, por determinadas razones, no se siente cómodo, deja de hacer las cosas con placer, como nos pasa a todos.
-¿Por qué no se sentiría cómodo?
-No lo sé, ni indagué demasiado, es por lo que noto desde afuera. Si vos estás cómodo, vas a un lugar, si no, no. El cuando va por el mundo figura como “Del Potro, de Argentina”, y está representando al país. Ocurre que en Argentina la Copa Davis se ha hecho algo lleno de mística, en parte porque no se la ha podido ganar nunca. El otro día escuché una nota a “Batata” Clerc y me dieron ganas de llamarlo y felicitarlo por lo que dijo. Contó que a Juan Martín, antes de la final en Mar del Plata, le cayeron todos encima por haberse ido a jugar el Masters y dijo “Batata” que cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo. Es así.
-¿Estás convencido de que ir al Masters ‘08 no fue perjudicial para él?
-El tenista de ese nivel tiene un estado físico terrible, está súper entrenado. Lo que lo cansa no es un viaje o la cantidad de tiempo jugando, lo mata jugar con la cabeza a mil por hora. Los problemas físicos no se dieron por el viaje a Shanghai, por el cambio de horario o lo que fuera, fue porque se comió una presión y unos nervios de una cosa que estaba ahí dando vueltas y no pudo manejar.
-En ese tipo de situaciones, ¿quiénes generan más daño, la gente, el periodismo, el mismo ambiente tenístico?
-Todos. Yo, Marcelo Gómez, fui a Mar del Plata a festejar, a levantar la Copa, como fuimos todos. Cuando se bajó Nadal, ya habíamos ganado, nadie esperaba perder, y cuando no pensás en esa posibilidad, estás listo. De todos modos, no todo fue culpa de Juan Martín. En el doble, David (Nalbandian) tiró afuera una volea que prácticamente definía el partido, el periodismo hizo todo mal, el capitán (Alberto Mancini) no pudo hacer que la cosa funcione, la Asociación también tuvo sus fallas. Todos nos equivocamos, la perdimos todos.
-Desde adentro, tenés acceso a información que otros no manejamos. ¿Ello te lleva a notar que se hablan muchas cosas sin sentido?
-¡Sí! Los argentinos somos campeones en eso. Se hablan muchas cosas que no son reales.
-¿Cuáles por ejemplo?
-Que Juan Martín no quiere jugar la Davis. El quiere jugarla, que no estén dadas las condiciones para sentirse cómodo, es otra cosa. Aparte, fijate que, en Suiza, Federer sólo juega para no descender y nadie le dice nada; en España, Nadal juega a veces, y nadie le dice nada. También en su momento, Juan Martín elegía la gira de canchas rápidas en Estados Unidos antes de venir a jugar en Buenos Aires y muchos lo cuestionaban diciendo que acá no le pagaban lo que él pretendía, cuando en realidad optaba por una superficie que le sienta mejor, que le genera un menor desgaste. Por el lado de Mónaco, se empezó a cuestionar su relación con Zaira, como si el hecho de que salga con una mujer conocida condicione su rendimiento en la cancha, una pavada. Hay que entender que el jugador tiene una vida normal.
-Y está claro que, con sus altibajos físicos, para Juan Martín no sería compatible ir el mismo año por el número 1 y la Copa Davis.
-Es imposible. La serie de Copa Davis te hace competir un fin de semana, pero incluyendo la preparación se te van dos semanas. Y mucho peor es si tenés que cambiar de superficie, esta serie ante República Checa no hubiera sido tanto problema, porque está justo después del US Open, que es sobre la misma superficie.
-No es tan sencillo medir el trabajo de Franco Davín, en el sentido de que es el único entrenador que ha tenido Juan Martín desde su irrupción con fuerza en el profesionalismo, por lo que no tiene puntos de comparación. ¿Cómo lo evaluás?
-Para mí, el trabajo de Franco ha sido excelente, desde todo punto de vista. Le hizo unas correcciones en la derecha que le sirvieron muchísimo, Juan Martín pasó a jugar con una empuñadura un poco más continental, más amplia, como la que usaba cuando era chico. Y el armado del drive es amplio, algo que antes no podía sostener porque no tenía fuerza. Cuando jugaba conmigo, Juan Martín era mucho más sólido de revés que de derecha, y hoy con ésta tiene un arma importante. Creo que Franco también lo ha hecho crecer en el saque. Aparte, te da mucha confianza tener como entrenador a alguien que sacó un campeón de Roland Garros (Gastón Gaudio, en ’04).
-¿Y qué necesita Juan Martín para dar el salto hacia el “1”?
-Para mí tiene que cerrar más puntos en la red y usar más el revés paralelo, un arma increíble que tiene y a veces no la utiliza.
-También hiciste un largo recorrido junto a Mónaco.
-Sí, mi papá tenía un Fiat Duna, al que le hice 300 mil kilómetros con “Pico”. En momentos en que es todo a pulmón, con aportes de la familia del jugador y también del entrenador, que siempre algo ponemos.
-Distinto al caso de “Machi” González.
-Claro, a él lo tuvimos hasta los 18 años. Después se fue a Europa a jugar interclubes para juntar dinero y poder jugar en torneos ATP, para eso tenía que instalarse allá 8 ó 9 meses, el esfuerzo que hizo fue increíble.
-¿Sentís que Del Potro y Mónaco son agradecidos con vos?
-Me hacen esa pregunta todo el tiempo. Siempre digo que a ellos les di todo, mis conocimientos y ciertos valores humanos que creo que hoy llevan adelante. Llega un momento en el que el tenista está más con su entrenador que con los padres. Siento que el agradecimiento de ellos llega cuando me mencionan en alguna entrevista o cuando hacen referencia a la escuela del club Independiente. Es muy valioso que recuerden de dónde salieron. Después, entiendo la vorágine del circuito, el lugar en el que están, sobre todo Juan Martín, y a veces no te da para ponerte a repasar quiénes te ayudaron hace diez años. Al fin de cuentas, sé que ellos reconocen que los ayudé bastante. Igual, nunca esperé nada de ellos.
-También tenés cierta responsabilidad en la formación de la persona.
-Seguro, me han salido algunos buenos tenistas y muchas buenas personas (risas). Sigo teniendo amistad con chicos que fueron mis alumnos y hoy son contadores o abogados.
-¿Recibís propuestas para ser coach de tenistas profesionales?
-No, no me dedico a eso. Sí recibí ofertas para sumarme a academias importantes, como la de Bollettieri. Pero amo Tandil, a mi ciudad y mi familia, no las voy a dejar.
“Tiraba todo afuera”
-¿Qué tipo de jugador eras?
-Agresivo, le pegaba a lo que me pasara cerca, entonces tiraba todo afuera. Perdía más de lo que ganaba.
-¿Cómo fueron tus primeros acercamientos al tenis?
-A través de un amigo, de apellido Alvarado. Yo tenía 11 años y no sabía qué era el tenis, andaba en bicicleta, en patineta o lo que fuera. Este amigo empezó a jugar en Independiente y un día me pidió que lo acompañe. Ver eso rojo (el polvo de ladrillo) que jamás había visto en mi vida, fue impactante. En esa época por televisión no se veía demasiado, salvo que Vilas llegara a una final de un torneo importante.
-¿Vivías cerca del club?
-Sí, en Constitución y San Lorenzo, a seis o siete cuadras. Cortando por la Plaza Moreno llegaba rapidísimo.
-¿A quiénes recordás de ese momento?
-Entrenaban Guillermo Pérez Roldán y Franco Davín, tendrían 12 años y jugaban “un pedazo”, me quedé loco. Cuando volví a mi casa le dije a mi papá que quería empezar tenis. Empecé a tomar clases y eran tantas las ganas que tenía que empecé a mejorar muy rápido. Empezar a los 11 ó 12 años era tardísimo, a esa edad muchos chicos ya están jugando Nacionales. Me hice un montón de amigos y empecé a pasar mi vida en el club.
-¿Cómo fueron las primeras clases?
-Me ubicaron en un grupo de principiantes, nos daban poca bolilla. La mayor atención era para Davín, Guillermo y Mariana Pérez Roldán, Graciela Pérez, que eran jugadores increíbles. Siempre estábamos con profes diferentes. Hasta que cuando tenía 15 años apareció Daniel Spath, la persona que hizo que yo aprenda mucho más. Lo designaron para el grupo nuestro y lo tomó con mucha seriedad, nos hizo entrenar muy bien, puedo decir que casi todo lo que sé lo aprendí de él. De alguna manera, revolucionó el tenis del club, era la mano derecha de Raúl (Pérez Roldán) y se quedaba a cargo cuando Raúl viajaba.
-Fue como un cambio radical.
-Seguro, yo iba a la escuela Técnica y salía a las 5 de la tarde, recuerdo que me iba desesperado para el club por el entusiasmo que tenía, este tipo (Spath) realmente nos motivaba. Empecé a jugar bastante mejor a los 16 ó 17 años, cuando ya se terminaba todo. Gané algunos Grado 3, algún Provincial y cuando tenía 18 jugué mi primer Nacional. A esa altura, para seguir en el tenis había que irse a Europa y mi situación económica no me lo permitía.
-¿Y qué hiciste?
-Me puse a estudiar, elegí Ingeniería en Sistemas.
-¿Convencido?
-Para nada. Al medio año le dije a mi viejo que quería dejar, tomarme un tiempo y ver qué hacía. Me dijo que me ayudaría, pero que algo tenía que hacer. El siempre fue un trabajador incansable y me dio cada cosa que yo necesité. Con el tiempo uno se da cuenta de lo que los padres han hecho por uno.
-Te viste obligado a buscar una ocupación.
-Tal cual, fui a Independiente y le dije a Raúl Pérez Roldán que quería hacer algo ahí. Empecé a trabajar como “peloteador” y el primer chico con el que trabajé es Mariano Zabaleta. Me gustaba y me alcanzaba para vivir. Le dije a Raúl que me quería quedar fijo, y empecé a dar clases en la escuelita. Peloteando con Mariano me picó “el bichito” de la competición. Y en el ’92 viajé por primera vez acompañándolo, fue a una gira Cosat por Sudamérica. Fue ahí que dije “me gusta esto, no quiero estar más en la escuelita”.
-El tenis de primer nivel mundial no tenía la llegada mediática de la actualidad. ¿Tus referentes, entonces, los encontrabas en el club?
-Sí, Guillermo (Pérez Roldán) lo era. Todos queríamos ser él. Era fascinante verlo llegar con 70 mil raquetas, ropa de todo tipo, un auto nuevo. También admiraba mucho a Franco (Davín), que era más ductil, un talentoso infernal. Más allá de que mi ídolo máximo fue Guillermo Vilas.
-Luego se produce la salida de Raúl Pérez Roldán.
-Claro, él se va a vivir a Mar del Plata y lo lleva a Mariano Zabaleta. El tenis del club quedó sin dirección, me ofrecieron el cargo y lo tomé. Armamos una nueva escuelita, en principio con pocos chicos.
-Y empezaron a llegar los buenos resultados.
-Claro, con “Pico” (Mónaco) por ejemplo. Empezó a ganar Nacionales y ponerse primero en el país. Y empezaba a aparecer Juan Martín (Del Potro). A mí se me complicaba porque tenía que viajar con ambos y fue que apareció Mario Bravo, quien me sirvió mucho de sostén, nos complementábamos muy bien, cuando uno de los dos tenía que viajar el otro se quedaba a cubrirlo. Después, tuve una diferencia con gente del club y me fui, alrededor de un año y medio, con mi escuelita a Uncas. Luego, creo que en 1998, regresé a Independiente.
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