“No está mal ser fanático”
Pasa por el diván Diego Araujo. El defensor oficial reafirma sus convicciones políticas y sostiene que en ciertas circunstancias históricas “no transar” es el mejor de los fanatismos
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-Mas que Defensor Oficial a usted le quedaría mejor el viejo nombre de Defensor de Pobres y Ausentes.
-(Risas) Sí. Tiene razón.
-Le quedaría como anillo al dedo.
-Y sí, creo que por cierta trayectoria y por lo que me pude formar desde el ámbito político, tengo empatía con los sectores más vulnerables y en mi profesión eso me vino como anillo al dedo.
-¿Militó desde joven?
-Cuando retornaba la democracia ya estaba militando, en el Colegio San José, armando una agrupación peronista. Luego en la Universidad formé parte de la JP y después milité junto a Jorge San Miguel.
-Los Araujo fueron una familia históricamente justicialista en Tandil.
-Sí, peronistas.
–Y tipos justos, también. Ahora: ¿no tiene miedo que el fanatismo lo lleve a ser injusto en su cargo?
-(Contundente) No. No tengo miedo. Evita decía que ella era fanática de la doctrina justicialista y de Perón.
-¿Y?
-Hay momentos históricos donde fanatismo significa no transar, no claudicar ciertos derechos. Obviamente, si el fanatismo está llevado a ciertos extremos por circunstancias violentas o determinadas facciones religiosas o políticas tiene una connotación negativa, pero no hay que tener miedo al fanatismo si lo entendemos como no claudicar.
-Aún a costa de ser la oveja negra del Poder Judicial en Tandil.
-No me siento la oveja negra. Aunque sé que no hay muchos peronistas en el Poder Judicial.
-¿Forma parte de justicia legítima?
-Sí, pero independientemente de la ideología soy sumamente prudente, equilibrado, en el ejercicio de mi profesión.
-¿El caso Bravata (ver aparte) es una metáfora de su misión en la Justicia?
-Sí, pero es un caso más dentro del cúmulo que hay en la Defensa Pública.
-¿Pero está conforme con la resolución que tuvo?
-Y sí, el Defensor Público tiene que asumir necesariamente los intereses de la parte.
-¿Le sorprendió la cantidad de gente que marchó por “Ni una Menos” en Tandil?
-No, porque en los últimos años la participación popular ha sido uno de los ejes del gobierno, entonces más allá que la marcha no fuera convocada en forma oficial, lo que ha generado esta nueva era política es el fomento a la participación popular en las cuestiones públicas. Es un hecho sumamente trascendente.
-¿Tandil está más progre?
-Sí, pero no exageradamente (risas).
-¿Y el Poder Judicial?
-El Poder Judicial es conservador, independientemente de la ciudad. Creo que acá no es tan conservador, lo es mucho más en los lugares donde tiene cabecera, como Azul o Dolores.
-¿Siente el peso de la mirada crítica de sus colegas?
-No. Me muevo con absoluta libertad y aparte me gusta debatir, ya sean cuestiones estrictamente jurídicas como políticas, que, aparte, se mezclan mucho.
-Donde hay una necesidad hay un derecho (Interrumpe)
-Tal cual, “donde hay una necesidad nace un derecho” y no es una mera formulación para utilizar como slogan, ¡es la pauta básica para el ejercicio programático de políticas públicas!
-Espere, no me dejó terminar: “y donde hay un pobre hay un Araujo que lo defiende”
-(Risas).
-¿Todo vale cuando se trata de un pobre?
-No. De hecho, trabajo con infracciones que cometen personas que en su mayoría son carenciadas y no se trata de justificar cualquier cosa sino de entender por qué se equivocan y darles una solución integral. Nadie justifica a alguien que hace algo mal y se entiende, como funcionario, que se aplique una pena, ahora, una vez encarcelado esa persona tiene derechos y garantías.
-¿El kirchnerismo fue el mejor de los peronismos?
-Ya vio, yo estoy formado con el peronismo del ‘45, los libros de Perón, su visión del país, el mundo, la integración latinoamericana, la defensa de los menos favorecidos. Pero nunca lo viví. Tenía seis años cuando Perón murió, después vino la dictadura y el kirchnerismo vino a ser un resurgimiento de las mejores banderas del peronismo. Para usar el lenguaje que usted planteó, el kirchnerismo las ha llevado a cabo de una manera fanática, sí, pero en el buen sentido: sin claudicar ningún derecho. La historia del país merecía posicionarse desde ese lugar para que se hicieran efectivos esos derechos.
Crimen y castigo atenuado
El caso “Bravata” hizo evocar a no pocos tandilenses la novela “Crimen y castigo”, una de las mejores de la literatura universal, en la que Fiódor Dostoievski despliega su enorme talento para describir el dolor psicológico que soporta un joven estudiante tras cometer el asesinato de una anciana usurera y su sobrina.
Pese a la brutalidad del hecho -Raskólnikov las mata con un hacha- el relato empuja sutilmente al lector a comenzar a olvidar aquella escena y a sentir empatía con el asesino en virtud del terrible castigo interno que página tras página soporta Rodión Raskólnikov, el protagonista.
Sin que transcurriera tanto tiempo como en la novela, en nuestra ciudad parte de la opinión pública tuvo una mirada un tanto condescendiente con Martín De Agostini, quien en diciembre de 2011 asesinó con un martillo al prestamista italiano Antonio Bravata y a su esposa Francesca Crocci.
El caso provocó una fuerte división de aguas en el Poder Judicial. Y dos años más tarde el autor del crimen fue condenado por el Tribunal Oral y Criminal Nº 1 a 24 años de prisión.
Ahora, a instancias de la apelación del defensor oficial Diego Araujo, esa condena se redujo a 16 años por decisión de la Sala Quinta del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires.
-Más allá de que a usted le corresponde defender sí o sí al imputado, este caso era especial, ¿no?
-Y, había generado una cierta división entre quienes sin conocer muy a fondo la problemática entendían que el hecho se había cometido en forma intencional, o sea de una manera preordenada y otros que por la situación, porque lo conocían a De Agostini o porque les parecía que una persona como él -con sus características- no podía haber cometido un hecho así, se inclinaban a pensar que algo había pasado.
-¿Por qué se le bajó la pena al final?
-Lo que se discutió en la Justicia fue si efectivamente el hecho obedecía a un preordenamiento de la conducta motivado por cuestiones económicas o si realmente había pasado algo en la mente de Martín De Agostini.
-¿Y?
-El Tribunal de aquí entendió que no estaba configurada la emoción violenta, en cambio esa circunstancia sí fue acreditada por Casación Penal.
-¿Cuál fue el argumento?
-La figura de la emoción no sólo tiene una faz psicológica –el estado emocional en sí mismo- sino también una cuestión valorativa que tiene que ver con que las circunstancias del caso le hagan excusable. La Casación no dio por acreditada la cuestión valorativa pero sí dio por acreditado un gran estallido emocional que permitió la reducción de la pena.
El Intendente y un “océano” de diferencias ideológicas
Militante de Justicia Legítima, Diego Araujo no tiene prejuicios en asumir su participación en esa agrupación kirchnerista dentro del Poder Judicial ni en sostener debates públicos con el intendente Miguel Lunghi.
“Sí, soy miembro de Justicia Legítima junto con otros colegas muy formados como Paco Masson, María Nazábal, Micaela Herrera, Florencia Juárez, Carlitos Kobl”, admite orgulloso.
“Justicia Legítima es una asociación civil que surgió como reacción a una mirada hegemónica dentro de la estructura del Poder Judicial, trata de romper esa mirada conservadora, ponerla en crisis”.
-Y como si fuera poco esa militancia también ha tenido cruces públicos con el Intendente.
-Con toda sinceridad: no tengo nada personal contra el Intendente, pero nos diferencia un océano en cuanto a posicionamiento ideológico.
-El quiebre surgió hace unos años, por la ocupación del ex barrio Smata, ¿no?
-Sí, hubo una ocupación irregular de 49 viviendas de la que surgieron una causa civil y una penal. Pero ni una ni otra avanzaban y se mantenía una situación irregular en la que nadie se quería hacer cargo.
-Y qué mejor entonces que el Defensor Público…
-Recién a partir de ahí, la Defensa Pública -aunque era un ámbito que no pertenecía exclusivamente al fuero penal- se hizo cargo.
– ¿Por qué discutió tan fuerte con la Municipalidad?
-Lo que intentamos plantear era que la resolución del conflicto social tenía que ser necesariamente política, lo único que se estaba reclamando era la provisión de agua potable, porque el 51 % de la población que estaba ocupando irregularmente esas casas eran menores de edad. Y durante 14 meses la respuesta fue negativa, porque aún con un fallo favorable se negaron a entregar algo tan básico como el agua potable a una población vulnerable. ¿Se entiende por qué nos diferencia un océano desde lo ideológico?
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