“No fue una payasada, yo los estaba representando a todos”
Pasa por el diván Roberto Daniel Pérez. Figura célebre por un concurso de baile que ganó hace casi cuatro décadas, el “loco” Pérez da su versión de esa historia y admite que el destino le fue borrando esos bríos inolvidables para una generación de tandilenses.
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-A veces un solo acto de nuestra vida, para bien o para mal, nos identifica para siempre. A usted le pasó con el baile de John Travolta, ¿no?, ¿cómo lo lleva?
-Sí. Fue así. Y… en algunas cosas me sirvió, en otras no. Para mi trabajo de técnico de fútbol no aportó nada.
-¿Pero su gran pasión cuál es: el fútbol o el baile?
-El fútbol. Lo del baile fue una circunstancia, por la edad, me gustaba bailar; pero no sé si hubiese sido bailarín, en cambio no puedo vivir sin el fútbol. No me voy a morir en una pista de baile sino en una cancha.
-Lo etiquetaron con eso de ‘Travolta’ y se hizo una fama que nunca más lo abandonó.
-Se disparó la fama y pasé a ser el “Travolta de Tandil”, y empezaron a contratarnos, con mi compañera, de Mar del Plata, Juárez, Ayacucho, era maravilloso, así que me fui lookeado como Travolta y lo aprovechaba. En Vereda Musical ponían música y nos hacían bailar o entraba al bar Ideal y me pedían que baile, me contrataban para cumpleaños de 15… me la pasaba así, jugando al fútbol y bailando.
-O sea, quería ser famoso.
-Sí, yo quería ser famoso.
-Porque animarse a bailar en la vereda en 1979 en Tandil con traje blanco, solapas enormes, galera…
-¡Era un loco! Un loco lindo, como decían. Y también era otro Tandil, más chico. Sí, la verdad que para hacer ciertas cosas tenés que ser un loco, ja, ja.
-Usted era la alegría de vivir Pérez, pero desde hace mucho es un tipo apagado. ¿Qué sucedió?
-(Silencio. Se toma tiempo para reflexionar) Fui madurando. Vas haciendo cosas que antes no hacías. Además tengo una profesión como técnico de fútbol y no voy a andar bailando…
-Es cierto, pero está tan lejos de lo que irradiaba aquel personaje tan divertido.
-Y sí, la risa la perdí cuando falleció mi padre. Lo perdí de un día para otro, hace 17 años, y desde entonces la vida tiene otro sentido, me falta algo que lamentablemente me va a faltar siempre. Aparte, por distintas razones, tuve que estar viviendo en un lado, dirigiendo en otro, por el fútbol, y no pude formar una familia. Ahora, ¡tampoco soy un depre! Tengo mi carácter alegre todavía.
-Por lo visto, el vínculo con su padre lo marcó a fuego.
-El me mostró los valores que tenía que seguir en la vida y los sigo llevando. Lo único que me enseñó era que tenía que ser una buena persona, “lo único que interesa”, y siempre estuvo a la par mía, ya sea en el baile o en el deporte. Eramos muy compinches, muy amigos.
-De afuera pintaba que usted toda la vida iba a romper las reglas.
-Sí, pero tuve que elegir entre el baile y el fútbol. Por entonces me empezaron a gritar “¡jugá, en vez de bailar!” o “Pérez, ¡bailás mejor que jugás” y tuve que hacer un click. Además, Travolta terminó, pasó de moda.
-¡Travolta tuvo una carrera increíble como actor! Todavía faltaba lo mejor de él.
-Sí, ¡pero el de la plata y el conocido era él, no yo!, ésa es la diferencia. Además, ¿la verdad?, nunca me interesó Travolta. Le soy agradecido, eh, porque me abrió puertas. Acá es útil ser conocido: llegaba a un lugar y necesitaba algo y enseguida, “sí, dale, vení Travolta”. Aunque hace como diez años se les había pasado eso de Travolta, pero con el tema de Tinelli y el baile, volvió, con todo. A cada rato, hoy mismo me dicen cosas.
-¿Qué le dicen?
-“Si fueras a Tinelli, ganarías seguro”.
-¿Si fuera a lo de Tinelli ganaría seguro?
-Por lo loco que era, sí. Bailo bien todavía. Es una cosa innata, me gusta la música, bailar. Fui a Brasil y me encantó por eso: porque el ritmo de vida se lo toman como un baile. Tendríamos que ser un poco más así, tomar la vida con música. Nos hacemos más problemas de los que tenemos.
-¿No queda enojado porque hablemos tanto de algo que debe ser una carga?
-No. Porque no es una carga, pero a veces como técnico… estás hablando serio y te sale un padre diciéndole al chico “mirá, éste bailaba como Travolta”, ¡como si yo hubiera hecho una payasada!
-¿Y no fue una payasada?
-No fue una payasada. Hice algo que me gustaba. A la edad justa: 19 años. Yo le di al público lo que quería: llevaba una galera, hacía alguna morisqueta, hacía participar a la gente, en realidad yo los representaba a ellos, que por ahí no se animaban, por eso repito: hay que estar un poco loco para hacer ciertas cosas.
-Aquella noche de 1979 en que ganó el concurso, ¿fue el día más feliz de su vida?
-No. El día más feliz de mi vida fue cuando salí campeón con el Juvenil, en 1989. Había muerto mi papá hacía varios meses, yo estaba muy mal, y dirigí la clase 1982. Cuando gané sentí que mi papá estuvo al lado mío. Y el otro día más feliz fue cuando nacieron mis sobrinos, Florencia y Máximo. No fue lo de Travolta.
‘Fiebre de Pérez por la noche’
Aún señalado como el John Travolta de Tandil, a partir de una taquillera película (“Saturday Night Fever”, que protagonizó el actor estadounidense en 1977 con música de Bee Gees), Roberto Daniel Pérez (56) era un jugador de fútbol de 19 años que de golpe y sin buscarlo pasó a ser una leyenda local.
Transcurría 1979 y llegó a la ciudad el célebre mentalista e hipnotizador Juan José del Pozo (Tu Sam) para hacer su presentación en el gimnasio del club Santamarina. Tu Sam hacía estragos entre los voluntarios que aceptaban someterse a la hipnosis cuando el “Loco” Pérez propuso una apuesta a sus amigos que lo acompañaban entre el público, Daniel Ferrari y los hermanos Luis y Juan Petrucci: “Les juego una cena que este tipo a mí no me hipnotiza”, desafió. Y subió, concentrado en no caer en las garras mentales de Tu Sam.
-¿Te gusta la pesca? –preguntó el mago.
-Sí – respondió Pérez, tenso, con la idea fija de no distraerse.
–Pensá en un arroyo.
Fue el descuido más afortunado de su vida: cuando despertó, un estadio lo ovacionaba por sus dotes de bailarín.
“Era un genio el tipo -recuerda- evidentemente no había verso, porque donde me imaginé el arroyo, cagu…y bueno, me hizo bailar. Cuando bajo todos me decían “¡Che!, ¿te vas a anotar en el concurso de Travolta, “Loco”? ¡Dale! Y yo no sabía de qué estaban hablando, porque recién llegaba de jugar en Gimnasia y Esgrima de la Plata”.
Munido de una excelente compañera (Gladys Vía), fue a ese concurso que resultó mucho más competitivo de lo que preveían los organizadores (cientos de parejas de baile y 3000 personas colmaron el gimnasio aurinegro). Al cabo de un duelo infartante la pareja Pérez Vía resultó la ganadora y entre aplausos y risas el “Loco” pasó a ser el centro de atención, no sólo en nuestra ciudad sino en varios puntos de la provincia.
Al día de hoy se lo sigue identificando como el John Travolta de Tandil.
-¿Cómo hizo para ganar? Porque si no tenía idea de qué se trataba, es raro.
-Naturalmente. Escuchaba la música y bailaba, no era que lo imitara a Travolta. Es algo que tengo: bailo cualquier cosa. No sé, voy a Brasil y bailo zamba sin dudarlo.
-Ni sospechaba que de toda esa movida iba a resultar algo tan duradero.
-Ni idea, ni lo pensaba. Al tiempo me di cuenta: resulta que se organizó otro concurso de Travolta, pero esta vez en el club Defensa. Yo ya era el Travolta de Tandil, así que me anoté. Pero a esa misma hora actuaba el famoso cantante español. Salgo y paso por el Santamarina a ver cómo estaba ahí la cosa y había 100 tipos en lo de Raphael. Volví a casa y le dije a mi viejo: “¿Sabés que no sé si voy a ir?”. “¿Por qué?”, me preguntó. “Porque si para Raphael, un artista internacional, no hay nadie, ¿quién va a ver en el Defensa…?”. “Andá igual”, me dijo.
Y fui: la cola en el Defensa llegaba a una cuadra y media. Así se vivía el baile en ese entonces.