Pasa por el diván Patricio Fernández
-¿Por qué piensa que siempre lo eligen presidente de la Cámara Empresaria de Tandil?
-Ja, ja, no sé, pienso que será porque me ven como un tipo potable. Realmente no sé porqué me eligen, pero sé que he entregado mucho a la Cámara.
-O será porque es políticamente correcto. El tandilense medio.
-Puede ser. Soy lo que soy, no puedo ser otra cosa.
-¿Se anima a dar una explicación de esa postura políticamente correcta tan propia de usted?
-Siempre la doy: fue la primera lección que aprendí de la dirigencia. De Walter Levy.
-¿Antes era más rebelde?
-Claro, no nací así. Me fui transformando, antes era todo lo impulsivo que alguien puede ser en su juventud, con mucho carácter.
-Qué le habrá dicho Levy…
-Apenas empecé en la dirigencia me dijo: ‘Vos podés llegar, pero te tenés que poner una capa de aceite’. Y me quedó grabado. Lentamente me fui colocando esa capa. Y no es fácil, porque el aceite también te lo ponés hacia adentro. Pero me di cuenta de que siendo más prudente iba a poder lograr cosas más sustentables.
-¿No se habrá tomado demasiado a pecho el consejo?
-(Risas) Puede ser. Sí, es probable, y lo confieso: internamente me ha costado, he tenido gastritis, sí, pero ahora ya no intento serlo, ahora intento hablar y decir las cosas que pienso. Con todos estos años en la dirigencia puedo razonar las cosas, pensarlas y defenderlas.
-¿Será por esa corrección que nunca intentó el salto hacia la Intendencia? Es el Carlos Reutemann de Tandil, la eterna esperanza blanca para dirigir la comuna que no se larga.
-(Carcajada) Hay varias cosas, y se mezclan; pero ante todo tengo que seguir al frente de mi negocio.
-Vamos, Matelec no se va a fundir por eso.
-No sé… puede ser, pero no es un tema menor. En realidad el que estuvo en política lo sabe: hay que tener un coraje adicional para largarse y, a lo mejor, no lo he sabido canalizar. No sé cómo explicarlo.
-Tal vez se explique por el lado del miedo. A la crítica y a todas esas cosas.
-No, no es eso, menos a esta altura de mi vida que ya tengo mis hijos criados. En eso tengo experiencia, he sido bastante bastardeado, sé que ser dirigente implica eso. Creo que uno va cambiando en función de las oportunidades. Más allá de los deseos que tenga tal vez no surgió la oportunidad o por estar en un lugar de equilibrio, en la Cámara, no las supe ver. Por eso no echo culpas afuera. Tal vez yo no las supe ver.
-¿Puerta cerrada entonces?
-Mientras haya vida nunca se cierra ninguna puerta.
-Ya que estamos en tren de confesiones, dígame: ¿es radical o conservador? ¿O acaso son sinónimos?
-(Carcajada) Siempre tuve afinidad con la UCR, pero no soy afiliado. ¡Y no soy conservador! Al contrario, me arriesgo a producir cambios, también en los aspectos personales.
-En su ambiente, el empresarial, alguna vez fue tildado de ‘viejo’.
-Eso de “viejo’ fue el lema contra el que tuve que luchar en una campaña por la presidencia de la Cámara. Tito (Erviti) era lo nuevo, con un grupo nuevo y con todo el poder económico y sin embargo, nosotros pudimos demostrar que también teníamos poderío y que no era tan viejo. Las elecciones entre lo nuevo y lo viejo no sirven.
-Cuesta imaginarlo inmerso en la típica campaña argentina matándose verbalmente con el adversario.
-No es mi perfil, pero justamente aquella campaña que hicimos con Tito fue durísima. Fue en 2003 y casi teníamos el mismo centimetraje en El Eco que la compulsa entre Lunghi y Bracciale por la Intendencia. Y fue una experiencia muy enriquecedora. Si estás con ganas y convencido de lo que hacés, lo superás.
-Joaquín Sabina habla del ‘Hombre del traje gris’ que un día saca un sucio calendario del bolsillo y ve que la vida se le pasó, como un huracán, ¿no tiene miedo de eso?
-No. Estoy convencido de que no, porque no pienso jubilarme. Reemplazaré una actividad por otra. Ni me siento gris mentalmente. El hombre del traje gris es un tipo sin expectativas y yo soy de canalizar las cosas que me gusta hacer. El hombre del traje gris cierra la puerta de su casa y ve la vida pasar. En mi caso es al revés, de tantas actividades que tuve y tengo, mi temor es no dejar de tenerlas. u
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Los mejores logros son los
que no llaman la atención
Hijo de una queridísima profesora y de un padre muy conocido en la ciudad, Patricio Fernández moldeó su impulsividad ni bien pisó Buenos Aires para estudiar ingeniería y se encontró con que el paraguas familiar que aquí lo cubría en todo, no regía allá. Después, como dijo en la entrevista, Walter Edmundo Levy le sugirió la fórmula para triunfar: aprender que buena parte de las cosas a uno le tienen que resbalar.
Con ese bagaje pronto se convirtió en un empresario exitoso y pasó a ser la cara visible -aunque sea el máximo cultor local del perfil bajo- de muchos hombres de negocios tandilenses.
-Sin embargo su éxito vino bastante asegurado, era previsible. Matelec lo heredó.
-Sí, lo fundó mi viejo y andaba muy bien, estaba instalado, pero el compromiso de continuar con una empresa familiar también es fuerte, no creas que es poco.
-El presidente de la asociación que nuclea a los empresarios, ¿no debería intentar ir por más?
-No sentí la necesidad, aun cuando desde lo personal hago otras cosas y otro tipo de inversiones.
-Hay un mito que rodea a la Cámara Empresaria: siempre que se la nombra, no son pocos los que creen que a la sociedad no le sirve, que no aporta mucho que digamos. ¿Usted qué responde?
-Tengo dos respuestas. La primera es pedirle a la gente que piense eso, que se incorpore, que intervenga ayudándola para que sirva; puede hacerlo tranquilamente y sería saludable y generaría muchísima más renovación. Y la segunda es más sencilla: por algo lleva los años que lleva, por algo está incorporada dentro de la comunidad como una gran defensora de la actividad privada, algo que no es nada fácil.
-¿Cuál es la dificultad de defender la actividad privada?
-Nunca es fácil, porque nunca es fácil la coyuntura, hay que dialogar con sectores políticos, gremiales, con todos, y no es sencillo mantener el lema de ser la defensora de la actividad privada. Entonces podrá decirse que no sirve, que no tiene proyección, pero que la Cámara está incorporada y que es una institución que siempre es considerada a la hora de tomar decisiones, no quedan dudas y eso de por sí demuestra que es útil.
-Vayamos por otro lado: si usted no fuera dirigente sino un solitario hombre de negocios de la ciudad, ¿cree que le sería útil?
-Creo que sí. Y de hecho podría citar hechos puntuales que lo demuestren, pero lo que pasa es que los logros de las instituciones no tienen que ser llamativos, notables, los logros tienen que ver con que las empresas se puedan desarrollar lo mejor posible y cada vez que una empresa ha necesitado de la Cámara una respuesta en tal sentido, la ha tenido. u