Patria, y no bandera
La llegada del Bicentenario refleja, cabal y desgraciadamente, lo que hemos sabido conseguir a lo largo de estos todavía jóvenes dos siglos de historia.
Sea por una autoflagelación congénita o por esa marcada tendencia a la autodenigración, entre otras razones, los argentinos hemos construido un capital social endeble.
Los antagonismos, sangrientos y viscerales, según las épocas, han dejado su sello marcado a fuego. De lo que apenas debieran haber sido diferencias que habilitaran al debate apasionado de ideas sobre un modelo a seguir en sana convivencia, sólo hemos recogido luchas estériles y rencores. Y eso se nota, con claridad meridiana.
Durante la presente semana, en la que hay mucho más para reflexionar que para festejar, sobre todo cuando el futuro siempre promete indulgencias, surgió una nueva muestra del dislate institucionalizado. Los choques de la Presidenta con el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y a su vez con el vicepresidente, se convirtieron en una patética función de egos que no respetan nada. Y lo que es peor, no conducen a ninguna parte.
Estamos a tiempo aún, si de una vez por todas aprendemos la lección que nos legaron los próceres que entregaron sus vidas en nombre de una patria bien distinta a la que tenemos. Y la ponemos en práctica.
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Yendo a lo local, la llegada del Bicentenario encontró a un Gobierno algo más ocupado en los actos celebratorios que en las alternativas que depara la gestión.
Miguel Lunghi volvió a recibir insistentes pedidos de viviendas, anunció una serie de obras -la mayoría ya anunciada- y hasta participó de la inauguración de una nueva edición de La Nación Ganadera.
Pese a que la suba de la coparticipación no es suficiente para cubrir la demanda instalada, el Intendente elogió el diálogo ?maduro y democrático? que sostiene con el gobernador Daniel Scioli.
Por lo demás, monitoreó todo lo relacionado al 25 de Mayo, y se hizo tiempo para recorrer junto a su secretario de Obras Públicas, Mario Civalleri, su nuevo chiche. Se trata del Parque del Bicentenario, un bello espacio verde, útil y bien logrado. Simplemente natural, y no ploteado.
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