Reconocida artista visual y fotógrafa dona grabados
Estas donaciones son un ejemplo más de lo que el Mumbat crea con cada muestra: vínculos, anécdotas, recuerdos para atesorar, momentos de trabajo y pasión, que dejan como resultado un enorme patrimonio que sigue posicionando al mismo entre uno de los más notorios del país.
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Autunno dio sus primeros pasos en el arte en 1985, cuando comenzó a trabajar con la idea de la identidad, de la huella, las marcas. Desde el año 2008, su preocupación por el medio ambiente la llevó a fotografiar la naturaleza alterada por la mano del hombre.
Recibida de la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de Córdoba, fue becada por la Organización de Estados Iberoamericanos para realizar estudios de Maestría y Artes Visuales en España y residió en Madrid durante cinco años. Expuso sus trabajos en Argentina, España, Italia, Egipto, Portugal, Polonia, Rumania, Alemania y Estados Unidos. Obtuvo 19 premios, entre los que se destacan el Premio Adquisición en Grabado Fundación Alberto J. Trabucco de la Academia Nacional de Bellas Artes (2006) y el Primer Premio del Salón Nacional de Artes Visuales (2016).
Dedicada por más de
veinte años al grabado
Un lenguaje por el que obtuvo importantes premios y reconocimientos, con técnicas diferentes, desde la xilografía y la monocopia, a las técnicas de piedra y planchas: litografía, punta seca, aguafuerte y aguatinta, gofrados y otras de aditivos, Olga deja testimonio de su vida, sus pasiones, y reflexiones. Así el Mumbat tuvo el privilegio de recibir dos grabados de la Serie Huellas del año 2007, titulados “Huellas de mi memoria” (Prueba de Aptitud) y “Huellas XVI” (Prueba de Aptitud), que ya forman parte de su relevante patrimonio. Asimismo, sus obras se encuentran en la Biblioteca Nacional de España, Calcografía Nacional de España, Real Academia de San Fernando (Madrid, España), Fundación Antonio Pérez (Cuenca, España), Centro Internacional de la Estampa Contemporánea (Galicia, España), Museo de Arte (Boston, USA), Centro W. Lam (La Habana, Cuba), Unesco (España), Embajada Argentina en la Santa Sede (Roma, Italia), Embajada Argentina en Israel, Museo Macla (La Plata), Academia Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires), Museo del Grabado (Buenos Aires), Ministerio de Cultura y Educación, Gabinete de Estampas (Buenos Aires), entre otros.
Es importante destacar que escribieron sobre su Obra: Elena Oliveras, Jorge Taverna Irigoyen, María Elena Babino, María Paula Zacharías, Laura Feinsilver, Rodrigo Alonso, Jorge Zuzulich, Rosa Faccaro, Albino Dieguez Videla, entre otros.
María Elena Babino -jurado del XLV Salón Nacional de Arte Sacro- comenta: “En el contexto de la gráfica contemporánea la obra de Olga Autunno se destaca con singular visibilidad. Desde hace ya muchos años, sus grabados están respaldados por un notable dominio en el manejo de las manchas, de las formas sugeridas, de la tensión entre los espacios llenos y vacíos o de los contrastes claroscuros; estrategias de representación plástica con las que explora y visualiza el asombro ante los enigmas del mundo. Para ella la obra no es tanto la organización de un espacio plástico del orden de lo formal, sino, en esencia, una categoría de pensamiento. En este sentido, el arte instaura un territorio abierto a la reflexión, al tiempo que se presenta como un dominio que se ofrece a la contemplación… Con la elección del grabado como técnica de representación, la artista apuesta al lento y misterioso vínculo con los materiales que le permite dejar la huella -impronta o marca- de su paso por el mundo y el reflejo de éste en su obra…”.
Comentario de Nelly Perazzo
Desde los primeros atisbos de su interés por el arte, Olga Autunno se enfrento con las infernales búsquedas informalistas de investigación en la materia, de bucear en lo primigenio, en lo que el crítico Aldo Pellegrini –acompañando al grupo de artistas argentinos– llamó el “grito de la problematicidad, de la contradictoriedad, de la caoticidad”. En España, donde O.A. residió, conoció a fondo la obra del grupo informalista Dau al Set integrado en Barcelona por Tapies, Cuixart, Tharrats, Ponç y Madrid por Manolo Millares, Antonio Saura, Canogar, Feito, Lucio Muñoz. La sacudida emocional que esa visión no tradicional del arte le aportó, junto con la calidad inimaginada de los artistas que habían surgido al cruce, habrían de marcarla para siempre. Le pareció que el arte estaba buscando otros niveles de significación a través del surgimiento de nuevos recursos técnicos, la visión micro y macroscópica testimoniada por Georgy Kepes en “El nuevo paisaje”, la aceleración de los tiempos en el discurso del arte contemporáneo. Comprendió que para sobrevivir a ese aluvión de cambios lo único que podía hacer era tomarse todas las libertades necesarias para encontrar su camino propio. Fue así que no vaciló en salir de la ortodoxia del grabado y usar la fotografía, el collagraph, el transfer, la chapa de aluminio graneado y crear imágenes –que como había dicho María Elena Babino– están cargadas de interrogantes. Interrogantes que le ayudaron a salir, a su manera, mediante la acción, del caos y la indeterminación entonces frecuentado. Así la conexión desde el punto de partida con aquella generación que investigaba, desbrozaba, penetra, inquiría a la materia, la proyectó hacia elementos mínimos como el rastro y la huella para vincularlos con el ser humano. Esto imprimió un sello a su obra de la lucha entre lo determinado y lo indeterminado, entre lo posible y lo imposible. Imposible como ya parecían serlo las técnicas contemporáneas respecto al tamaño. La praxis de O.A. consistió en fundir su presente con su memoria, la imagen y la palabra, la cartografía y la deriva, la geometría y la mancha intempestiva. Su hacer se multiplicó mas allá de las cuatro características que señalara Gregory Ulmer: corte, mensajes o materiales formados o previamente existentes, montaje, discontinuidad o heterogeneidad. La huella digital que interviene en sus construcciones se agiganta para afirmar y confirmar la presencia humana. Ante el quiebre de la columna como simbología del ayer, de valores tradicionales que no logran atrapar el ritmo desmesurado de hoy, ella las encolumna como fuerza afirmativa, como posible voluntad de orden, en la serie “columnas de la memoria”. La fotografía le permitió intimar con la naturaleza en momentos dramáticos como el incendio del Parque los Alerces en Chubut, o acompañar su vulnerabilidad ante las irrupciones máximas o mínimas de los desechos de la sociedad de consumo. Pero siempre registra la secreta energía que alienta en la naturaleza – como ha señalado Elena Oliveras- una energía que resiste. En las obras de la muestra actual de O. A. ramas y follajes animan las amplias superficies. En ellas encuentro, una vez más, la reflexión sobre la supervivencia y la esperanza. (Nelly Perazzo. Miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes).
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