Seminaristas de la diócesis de Azul están realizando una misión de verano en Tandil
Las actividades comenzaron el miércoles 14 de enero y finalizarán el sábado 22 con una misa en la capilla Santiago Apóstol.
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Los seminaristas en misión son: Pablo Porta y Luciano González de Tandil, Francisco Molfesa de Rauch, Tomás Rodríguez de Azul, Oscar Forquera y Marcos Ferreyra de Bolívar, José Luis Rodríguez de Tapalqué, Esteban Gennuso y Gonzalo de la Rosa de Azul y el ingresante Agustín Melsi de Tandil, que se incorporará este año, aunque ya compartió la misión en la ciudad. Junto a ellos, compartieron la experiencia los sacerdotes Rafael Grassetti y Estanislao Fariña.
-Vinieron a Tandil a realizar una misión de verano.
Rafael Grassetti: -Sí, somos un grupo de seminaristas y sacerdotes que realizamos una misión de verano. Además de ser una tarea eclesial, tiene una particularidad, porque los que la realizan son seminaristas, es decir, futuros sacerdotes. Esta actividad que toma dos semanas de trabajo, conforma una de las actividades de verano que hacemos como parte de la formación de los futuros sacerdotes.
-¿Por qué eligieron Tandil?
Rafael Grassetti: -Vamos cambiando los espacios. A veces visitamos grandes ciudades o pueblos más pequeños. Se hace para enriquecer las experiencias de los seminaristas y descubrir otras realidades, conocer cómo se trabaja en una capilla, en una parroquia, con la presencia de un sacerdote. Hacía bastante tiempo que desarrollábamos las actividades en Azul y este año decidimos hacer otro tipo de experiencia, introduciéndonos en una ciudad más pujante, como es Tandil.
-¿Qué actividades han realizado en la capilla?
Rafael Grassetti: -Estamos en Santiago Apóstol, que pertenece a la parroquia Santa Ana y hemos trabajado en el barrio.
Tomás Rodríguez: -Llegamos el miércoles a la tarde y el jueves comenzamos la actividad central, que es la que hacemos con mayor regularidad: la visita a las familias. Lo que realizamos en esta semana fue la visita de la Virgen a las familias, que se queda un día en cada casa. Entre la entrega y la retirada de la Virgen, se da un diálogo en el que compartimos experiencias de fe, realidades de la familia. También ofrecemos los sacramentos, la bendición de la casa, e invitamos a la Misa.
-¿Cómo vivieron esos encuentros?
Francisco Molfesa: -Es la primera misión que tengo, porque recién entré el año pasado al seminario, de modo que es toda una experiencia. Al pasar los días, uno va entrando en confianza, encontrando su lugar, se va sintiendo más cómodo. Eso también lo forja el grupo en el que venimos y la gente que acompaña.
Pablo Porta: -Al ser de Tandil, yo me he sentido muy contento, en casa. Yo soy de la parroquia de Begoña, y mucha gente de mi barrio participó en las actividades. Estoy muy contento. Hace ocho años que venimos haciendo misiones y nunca me había tocado en Tandil.
-¿Cómo será el cierre de la misión?
Luciano González: -Haremos la última misa el sábado a las 18, en la capilla Santiago Apóstol y, Dios mediante, partimos el domingo para el seminario de Azul.
La preparación
-¿Cómo es la formación de un seminarista?
Rafael Grassetti: -Fundamentalmente tenemos un período que llamamos “curso introductorio”, que busca intensificar la vida espiritual y dura uno o dos años. Luego, hay otro período de formación humanística-filosófica, a la que se dedican tres o cuatro años y finalmente, el aprendizaje de teología, de tres o cuatro años más.
En general, se toma ocho años para prepararse. Es un proceso casi artesanal, no se trata sólo de acaparar unas ideas, sino de formar un corazón sacerdotal. Entonces, hay que darle a cada persona el tiempo necesario para ir madurando en muchos aspectos, no sólo en lo religioso, sino en la dimensión humana, de los vínculos. He hecho, hacemos actividades fuera del seminario para generar esos espacios de crecimiento, que ayuden a la preparación sacerdotal.
-¿La formación dónde se realiza?
Francisco Molfesa: -El curso introductorio se realiza en Azul y también la formación filosófica. Allí estamos aproximadamente seis años. El paso siguiente se realiza en el seminario de Mercedes. Ahí también se puede compartir con seminaristas de otras Diócesis. En Azul somos cinco seminaristas y este año está por entrar un compañero nuevo de Tandil.
-¿Cómo se imaginan su porvenir después de tantos años de formación?
Pablo Porta: -Uno se va preparando, formando un corazón de pastor. Tenemos una vida entregada a Dios, que nos hace volcarnos a los hermanos, para lo que nos consagramos.
Luciano González: -Me gustaría ser un sacerdote para los tiempos que corren, que son difíciles. Espero que sea un sacerdocio de entrega, como decía Pablo.
Francisco Molfesa: -Es una consagración desde la fe, pero también al servicio de los hermanos. Es una vida religiosa, en pos del bien de los demás.
Más allá de la formación, que genera un poco de desesperanza, porque es larga y uno tiene que tener paciencia para ordenarse como sacerdote, vale la pena. Al igual que cualquier carrera profesional extensa, uno se hace en el día a día, puede empezar a ser sacerdote desde el día en que empieza a formarse. Siendo buen seminarista, con ayuda de tus formadores y la gracia de Dios que todo lo puede, uno espera ser buen sacerdote.
Tomás Rodríguez: -La idea de Jesús Buen Pastor está adelante, atrás y en medio del pueblo. Es un camino de formación largo, pero nosotros caminamos con la esperanza de que no sólo tenemos vocación de seminaristas, sino de sacerdotes. Es un estudio y una formación que se va haciendo día a día. En un futuro uno tiene ideas y proyecta como cualquier profesional pero, sobre todo, deseamos ser instrumento de Dios para el pueblo. Es lo que más rescato y espero ser.
-¿Cómo vive su tarea en el seminario?
Rafael Grassetti: -Es un desafío grande. Los padres que colaboramos en el seminario, sea cual fuere la tarea que desempeñemos, entendemos que desarrollamos una de las ocupaciones más importantes del obispo, que es ayudar a formar los futuros sacerdotes. Es un desafío grande porque uno es consciente de que no es un modelo acabado, sino que a partir de las experiencias vividas, con buena voluntad y generosidad para aquel que nos pide, tratamos de colaborar para potenciar al máximo las posibilidades que hay en cada uno de los seminaristas y ayudar a que se vayan venciendo los obstáculos que se presentan en cada uno en particular.
-¿Y en lo personal?
Rafael Grassetti: -En el orden de lo personal, todo esto redunda en beneficio mío. Cualquiera de los padres que hoy estamos en el seminario, vivimos en la dinámica de seguir creciendo, no sólo aprendiendo ideas, sino cambiando actitudes, delicadezas, cosas que, cuando pasa el tiempo, se van afirmando. Los seminaristas tienen una virtud: la de ser veraces, directos, claros. Ellos te dicen las cosas, te las hacen notar y eso, en el fondo, a uno le ayuda mucho, el proceso se retroalimenta. Imponen esa dinámica de crecer. Compartimos una vida donde tenemos que aprender a convivir todos, que es la vida del Evangelio.
El papa Francisco
-El Papa es argentino, ¿cómo se sienten respecto a eso?
Rafael Grassetti: -Todos, de alguna manera, vibramos en el espíritu del Papa. Uno se siente muy unido. Primero, porque los católicos queremos mucho al Papa, sea Francisco, Benedicto, Juan Pablo. Le tenemos un cariño especial en Latinoamérica.
Indudablemente sentimos una cercanía especial con el Papa. Cuando habla, lo entendemos con mucha claridad, porque tiene un lenguaje e ideas muy directos. También las experiencias que ha vivido son un poco las que nosotros tenemos también como Nación.
-Tiene un gran conocimiento de cómo y quiénes somos.
Rafael Grassetti: -Sabe cómo son las cosas, cómo vivimos, cuáles son nuestras preocupaciones, las inquietudes que tenemos, los obstáculos que se nos presentan. Tal vez por eso nos sentimos tan identificados, además de la propuesta que hace el Papa. Podríamos resumir esta experiencia que hacemos en la misión, en el seminario, con lo que el Papa va planteando. Son dos ideas muy recurrentes en el magisterio de Francisco: la primera es esa fuerza del encuentro con la persona de Jesucristo. Nos damos cuenta de cuánto nos enriquece el silencio, el recogimiento, la oración y la reflexión para encontrarnos con la persona de Jesús, que es el cimiento de la vida cristiana. Después, está la necesidad que tenemos de comunicar esa experiencia del encuentro, que es lo que explica la Misión, el deseo de consagración. Yo pienso que en el corazón de los seminaristas hay mucho más de lo que dicen, en el sentido de que seguramente proyectan ideas de cómo organizar una parroquia, cómo llegar al barrio, cómo tratarán las inquietudes de fe de la gente y eso pone en evidencia la necesidad que todos tenemos de compartir de la experiencia de Jesús.
-Son tiempos difíciles. ¿cómo pueden adaptarse a las nuevas necesidades de esta época?
Rafael Grassetti: -Es una tarea que nos toca, para la que hay que prepararse bien. Es iluminar la realidad del mundo de hoy, dar esperanza, pacificar el corazón, ayudar a la unidad de las familias, descubrir el sentido de la vida, ésa es la razón por la cuál vivimos. Son todas realidades muy presentes en el mundo de hoy. Tenemos el deseo y la vocación de sostener las inquietudes y responder a los interrogantes del hombre de hoy.
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