?Sin la toma no hubiera salido lo que salió hasta hoy?
Marcelo Cybulski tiene los ojos cansados. Hace más de una semana que pasa sus días dentro del edificio que se levanta en una de las esquinas de Aeronáutica Argentina y San Francisco. Sin embargo, no piensa bajar los brazos. Por él, por su familia y por sus compañeros de trabajo. Marcelo, elegido en asamblea hace cuatro meses como delegado de los trabajadores de Apaz Madrid, es uno de los ocho obreros despedidos de la empresa metalúrgica. “Sin la toma no hubiera salido lo que salió hasta hoy”, explica en diálogo con El Eco de Tandil. Y habla de su vida, de la dignidad que le da el trabajo, del conflicto que explotó con el cierre de la empresa y del apoyo que recibieron por parte de la sociedad y el gremio.
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Una vida dedicada a los metales
De los 39 años que tiene Marcelo, 25 se los dedicó a la actividad metalúrgica. Nació en Oberá, Misiones, pero su familia llegó a Tandil empujada por la falta de trabajo en su provincia natal. “Lo mismo que me pasa ahora a mí le pasó a mi viejo en ese momento, pero él trabajaba para una empresa de Buenos Aires. Una cantera”, cuenta.
Empezó a trabajar a los 14 años y se convirtió en obrero metalúrgico “por convicción”. “Prácticamente viene de familia. Mis hermanos son metalúrgicos y es algo que se te va metiendo en la sangre. Es una vocación dedicarnos a esto. Y es lo que me gusta”, cuenta. “Mi vida no fue fácil, al igual que la de mis siete hermanos, porque nosotros somos ocho. Cuatro varones y cuatro mujeres. Pero yo estoy agradecido del padre que tengo y de la madre que tengo. Mucho más orgulloso estoy de mi apellido”, dice. Marcelo está casado y tiene tres hijas: una de seis, una de cuatro y una de un año y ocho meses.
Cybulski llegó a Apaz Madrid hace cinco años, y una vez solucionado el conflicto su objetivo es quedarse en Tandil, donde ya echó raíces y en donde se siente arraigado. Confía en poder seguir dedicándose a la metalúrgica. “Este es un grupo muy cerrado. No se consiguen personas que hagan el trabajo que hacemos nosotros. Vos te podés capacitar, podés tener estudios, pero hay ciertas cosas que el estudio no te las da, te las da la experiencia: trabajar, lastimarte, que forme parte de tu vida. A golpes te hacés prácticamente. Y ya no hay tanta gente”, dice.
Sin embargo, sabe que el cierre de Apaz Madrid lo deja en una situación complicada. “De ahí viene mi bronca, porque es como que yo perdí la dignidad. Llegar a casa y no poderle llevar muchas veces un plato de comida a tus hijos. No se trata de política, no se trata del gremio, se trata de vos como persona. Mi vida no se termina con una indemnización. Yo quiero seguir trabajando para seguir siendo una persona digna o sentirme útil ante mi familia. No quiero ocupar un espacio que no me corresponde. Sí voy a pelear por lo que es mío y de mis compañeros, porque ellos me votaron para que yo pelee por lo de ellos”.
Los comienzos del conflicto
Marcelo insiste en que la intención de los trabajadores nunca fue perjudicar a la empresa, que lucharon primero por cobrar los sueldos atrasados y luego las indemnizaciones, con respeto, y que no son los malos de la película. “Nosotros como empleados hemos ido hasta al gremio a pedirles que no vayan a quemar gomas, que ésa es una parte que la gente no escucha de los empleados. Porque esta gente -se refiere a la empresa- nunca había pagado nada. Ni ART teníamos. Nosotros podríamos haberlos denunciado, pero teníamos la esperanza de que ellos sigan trabajando”, dice.
-¿Cuándo empezaron los problemas?
-Los problemas existieron siempre. No es de ahora. Trabajo teníamos. El año pasado, nosotros como empleados y ellos como patrones, tuvimos un muy buen año. Yo te diría que excelente. Y a partir de diciembre se empiezan a suscitar estos problemas. Ahí empiezan con los atrasos, con los proveedores. Pero es como siempre, el que la paga es el empleado. Mirá cómo llegaría nuestra fe en ellos que ni nos quejábamos. Nunca estuvimos al nivel de ellos, que supuestamente ellos tienen estudios y se capacitan para ser empresarios. Nosotros como empleados jamás les faltamos el respeto. Jamás.
-¿Pensaban que se podía superar la crisis?
-Nosotros siempre trabajamos. Como decían ellos, teníamos la camiseta de la empresa puesta. No es que nosotros íbamos y nos quedábamos parados. No teníamos capataz, sabíamos lo que teníamos que hacer. El trabajo lo manejábamos nosotros porque en el trabajo nadie nos mandaba. Los problemas los solucionaban los empleados.
-¿Cómo se decidió la toma de la fábrica?
-Si nosotros nos quedábamos afuera podíamos estar años esperando ahí, quemando gomas. Fue una manera de presionarlos a ellos para que vean que se portaban mal. Sin la toma no hubiera salido todo esto que salió hasta hoy.
-¿Realizaron otras acciones antes de decidir tomar la fábrica?
-Reuniones y asambleas. ¿Pero sabés de qué se trata? De plazos legales. Y yo quiero que esos plazos legales se terminen porque quiero seguir con mi vida. Yo como empleado no le puedo decir a mi hija “no, esperá los plazos legales”. Un día antes de su cumpleaños, el 27 de agosto, me preguntó: “¿Qué me vas a regalar mañana?”. ¿Qué le digo yo como padre a mi hija después de estar un mes y medio sin cobrar? Se trata de momentos. Y vos los momentos los tenés que vivir. A mí me tocó vivir un mal momento y yo quiero salir. No sólo yo, mi familia y mis compañeros de trabajo.
El apoyo de la sociedad
Marcelo resalta el apoyo que tienen los trabajadores de parte de la sociedad de Tandil y del gremio. Gracias a ellos no se sienten solos. “Ayer hicimos un festival y estuvo la Juventud Peronista y el Partido Obrero. Diego Bossio llevó los baños químicos después de un mes para la gente que nos acompaña. Hay momentos del día que tenés 50 personas. Cuarenta. Treinta”, cuenta. “El apoyo de la gente fue bárbaro. Preguntan cómo estás, te acompañan, se quedan, charlan. Es lo que más tenemos que agradecer. Y no sólo económicamente, porque se acercan con comida, leña. Eso es lo que rescatamos. La solidaridad de la gente y del gremio”.
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