Sin privilegios
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La noticia del asalto a un matrimonio en su casa del Country Sierras del Tandil coronó, anoche, una semana complicada en lo que a seguridad refiere.
Así, el delito tocó un punto crucial, un barrio cerrado en el que sus habitantes se sentían al resguardo, con la ventaja de vivir contenidos en un perímetro de vigilancia permanente.
Algo similar le pasó al sector agropecuario, que esta semana se reunió en la Sociedad Rural para reclamar medidas ante una ola de robos cada vez más audaces.
Aún están frescos en la memoria de la comunidad aquellos años en los que el campo se mantenía ajeno a los resonantes asaltos a mano armada, hoy cada vez más frecuentes en la agenda de los medios de comunicación y de la ciudad toda.
¿Estamos frente a un escenario de total desprotección? O por el contrario, ¿no tomamos conciencia de la imperiosa necesidad de cuidarse, de adoptar medidas en el ámbito privado, en una ciudad que ha crecido vertiginosamente?
Siempre que se debaten estas cuestiones aparecen dos caras de una problemática que escapa al ciudadano medio. En primera medida, el derecho a exigir soluciones a un Estado administrador de los aportes de todos.
En segundo término, la necesidad de perder la ingenuidad de aquel pueblo para asumir parte del costo de devenir en una ciudad pujante y en plena expansión, que conjuga las industrias tradicionales con el agro y el turismo.
Al cerrar otra semana, el Tandil soñado evidencia que en aspectos como la seguridad ya no hay privilegios, es decir, le puede tocar a cualquiera.
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