Tipo de cambio
Obligado por los acontecimientos, acotado su margen de acción por el escaso poder de recambio con que cuenta, Miguel Lunghi debió echar mano a lo conocido para encarar la comezón del séptimo año de Gobierno.
Esta historia de contratiempos se inició allá por 2003, en su estreno del sillón más caro de Belgrano al 400, cuando el jefe comunal tuvo que armar el Gabinete una y mil veces, ante el sinfín de negativas que iba recibiendo de sus elegidos originales. Aquella vez, maquinó una suerte de rompecabezas, apelando incluso, no sin desgano, a hombres y mujeres del riñón zanatelliano.
Como justificación, concibió aquello de que en la actividad privada se obtienen réditos económicos que el Estado no puede equiparar y por eso alentó aumentos en los salarios de funcionarios. Muy por lo bajo, volvió a surgir la tesis que pregona que quien se mete en política le tira la honra a los perros, y parece que cada vez hay menos dispuestos a ese agrio convite.
Pero volviendo al sendero de la gestión, en su trabajo de Intendente el pediatra debió no pocas veces pisar el embrague para introducir cambios apenas coyunturales. En la inmensa mayoría de las oportunidades, optó por reacomodamientos internos. En lenguaje futbolero, priorizó la táctica por sobre las individualidades.
Ahora, en 2009, enfrenta el mismo problema, con el agravante de que los hombres más fuertes de su primera línea, léase Carlos Fernández y Julio Elichiribehety, tomaron otros rumbos. Aquel, para robustecer el animal político que lleva adentro desde el Senado bonaerense; éste, para tomarse un respiro luego de seis años al frente del área más pesada de la administración.
Nuevamente, Lunghi apeló a las fuerzas básicas. Desarmó el bloque oficialista del Legislativo para disciplinar un gabinete menos experimentado pero más horizontal. Los pro y los contra saltan a la vista.
Eso sí, los argumentos del Intendente sobre la capacidad de renovación y formación de nuevos cuadros con que cuenta la UCR suenan más a justificación que a convicción pura.
A propósito, por estas horas en los círculos cercanos al poder se intercambian ideas sobre fortalezas y debilidades.
La realidad indica que el lunghismo, tal como está diseñado, se circunscribe a un pequeño grupo, full time y todoterreno. De regreso a la jerga futbolera, sufre el mal de la manta corta que acuñara el brasileño Elba de Pádua Lima (Tim): Si se tapa la cabeza se destapa los pies. Y viceversa.
Hasta ahora, pese a las críticas y el desgaste, le ha alcanzado y hasta sobrado en términos electorales.
Quizá, porque en el personalismo del Intendente anida toda la razón existencial de la gestión. Siendo así, bueno o malo, pero celoso intérprete del ser tandilense, no hay vuelta que darle.
Recibí las noticias en tu email
Este contenido no está abierto a comentarios