Un móvil desconocido, una pelea que terminó en muerte, silencios, miedos y contradicciones entre sus protagonistas
Comenzó ayer el juicio por el crimen de Marito Maciel, ocurrido el 3 de marzo de 2013, asesinado a puñaladas a la salida del boliche Sol Disco. Declararon las madres de los dos acusados y la ex mujer de la víctima. Padre y yerno del joven muerto, participes de la reyerta, poco aportaron para ayudar al esclarecimiento. Incluso el ex esposo de Marcela Aranda casi termina preso por falso testimonio
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Tres familias enfrentadas por las circunstancias virulentas que terminaron en muerte, ahora compartían la misma sala. Apenas separadas por centímetros y franqueadas por uniformados se fueron ubicando en las tres columnas de butacas que miran hacia un estrado más elevado, que aguardaba por tres hombres de traje, los jueces que integran el Tribunal Criminal 1.
A los costados, el fiscal y el particular damnificado, y los defensores con los dos hombres que arribaron como imputados de un crimen envuelto en muchos interrogantes, en la escenografía de la noche marginal tandilense, combinado con excesos, violencia y códigos de barrio que distan de comparecerse con el código de procedimiento penal del estado de derecho.
La tensión por momentos fue alta, sin embargo la convivencia se hizo sostenible a pesar de los intereses encontrados en juego. En el medio, la Justicia terrenal intentando como mayor o menor suerte reconstruir lo ocurrido aquella noche en que Marito Maciel moría tendido en la acera, rodeado de un charco de sangre en plena avenida Del Valle, producto de siete puñaladas, frente al boliche Sol Disco, donde había ido con su papá y su yerno.
En una de las columnas de butacas destinada al público precisamente estaba la familia del difunto. Su madre y las hermanas de Marito, aquellas que marcharon una y otra vez por las calles de la ciudad clamando por justicia, la misma que ayer se toparía con la desmemoria, desinterés y hasta cierta apatía de aquellos que debían recordar a favor de un esclarecimiento, como el mismísimo padre y yerno de la víctima, que estuvo a un suspiro de quedar detenido por falso testimonio (ver aparte).
En la otra columna de asientos, la familia de Jesús Angel Molina, quien arribó al juicio en libertad (ver recuadro), sindicado por la acusación como uno de los que asestó las últimas puñaladas mortales contra Marito. El se dice inocente, y con esa convicción presenció la primera jornada junto a sus seres queridos, como la madre, que sería una de las primeras en prestar declaración frente a los jueces.
Se conoce en Molina antecedentes varios por hechos al margen de la ley, empero dice que en esta muerte nada tuvo que ver, a pesar de aquellos testimonios que lo reconocen como uno de los protagonistas de aquella batalla campal entre grupos de violentos que terminó de la peor manera.
En la columna restante, los familiares de Matías Concha, el confeso autor del suceso, aunque dijo haber participado sólo en la primera de las estocadas a cuchillo para defenderse de las agresiones también a cuchillo de Marito Maciel. Ergo, no fue el asesino. El -según dice y declaró en la instrucción-, lo dejó con vida. Más luego aportaría que vio a otros, entre ellos Jesús Molina, retomando la agresión contra Marito.
Concha confesó las horas del hecho, por consejo de su madre, precisamente la que declararía en primer término en la audiencia que comenzó a las 9 y transitó con el comparendo de media docena de testigos buena parte de la tarde de ayer.
Si no fuera por esa madre (que a estas alturas podría incluso estar arrepentida frente a la muralla de impunidad que devino después para con los demás protagonistas) y algún que otro testigo circunstancial, tal vez este juicio no hubiera comenzado, porque no se hubiera logrado desmadejar semejante pacto de complicidad como de confusión por un episodio que se inició como una pelea entre buscapleitos, con el aditamento que empuñaban cuchillos y que las consecuencias suelen ser letales, como en este caso.
¿El móvil? Difícilmente se sepa en estas cuatro audiencias que se previeron. Apenar los actores judiciales buscarán dilucidar si con la prueba recogida alcanza para sentenciar la suerte de los sentados en el banquillo de los acusados. De ser culpables, el porqué lo hicieron difícilmente se esclarezca. Ellos y solo ellos, víctima y victimarios con las tres familias a cuestas y en pugna que conviven hace décadas en el mismo barrio La Movediza, lo puedan descifrar y digerir…
Testimonios
Una vez ventilados los lineamientos de la acusación y la defensa, comenzó el desfile de testigos citados para la primera jornada. Blanca Rodríguez, mamá de Matías Concha, sería la primera en romper el hielo de una audiencia cargada de tensiones y miradas de reojo, desconfiadas.
La mujer reseñó que se enteró del suceso por boca de su propio hijo en horas del mediodía, a quien le aconsejó que si se había mandado una macana tenía que entregarse y decir la verdad. Antes, recordó, su hijo había estado en la casa de Jesús Molina, quien le había dicho que se tomara algunas ropas y se fuera de la ciudad porque se había mandado una cag…
La madre reiteró que ante la confesión de su hijo le dijo que se entregara. “Cosa que las otras madres no tuvieron los ovarios de hacerlo”, expresó frente al Tribunal, pero con una clara dirección que no era precisamente los jueces sino los que escuchaban detrás de ella.
El sentido como sincero relato de la madre provocó las lágrimas del hasta allí impertérrito hijo, que la escuchó conmovido desde el banquillo de los acusados.
También la testigo recordó que una vez preso su hijo, desde la comisaría recibió su llamado telefónico, indicándole dónde había escondido el cuchillo que utilizó en la pelea. Sin dudarlo, la mujer recogió el arma blanca y la llevó a la seccional.
Otro párrafo de su relato versó sobre su búsqueda incesante entre la barriada para que aquellos que presenciaron la pelea, para prestaran declaración y así colaborar en la pesquisa, principalmente con el objetivo de apuntalar la hipótesis de que Concha no había sido el único que agredió a puñaladas a Marito.
La testigo citó con nombre, apellidos y apodos, los que al entender de su pesquisa casera habían tenido que ver en aquella reyerta que terminó fatalmente. Nombres propios que se escucharían a lo largo de la jornada y serán protagonistas en audiencias venideras como testigos.
Tampoco la mujer tuvo empacho en calificar a Jesús Molina como un hombre “pesado”, que generaba temor en la vecindad por sus actividades más allá de la ley. Empero, sus dichos venían de la mano de meros comentarios, ninguna prueba certera sobre la fama que se había ganado Molina, que en ningún momento le sacó la mirada fija, intimidante, a la mamá declarante.
Otra madre
Luego vino el turno de otra mujer, precisamente María Isabel Iriart, madre de Jesús Molina, quien a pesar de los dichos de la mamá propinante, ella aseveró que también cuando se enteró del suceso, y la presunta vinculación de su hijo, le dijo que fuera a la comisaría y aclarase qué ocurrió. En este caso la postura fue otra, Molina negó -niega- los hechos. El dijo -dice- no haber participado de la agresión letal y actuó en consecuencia.
A favor de esta coartada, su mamá contó a los jueces también que una vez en la puerta de la comisaría y mientras su hijo se encontraba adentro prestando testimonio, arribó Matías Concha, quien le confió: “Qué cag… me mandé vieja… pero me tengo que hacer cargo”.
Claro que para estos relatos se escribe también otra historia no oficial que nunca se ventilará en este juicio, apenas son susurros en los pasillos de la antesala. Una historia que alude a que en verdad Concha no sólo habría declarado su responsabilidad en la agresión a Marito por consejo materno, sino también por el apriete previo que pudo haber sufrido en aquella reunión anterior en la casa de Molina. Conjeturas, especulaciones y sospechas que se respiran en la audiencia cual denso humo, pero que no llegan a asfixiar, porque todos parecen haber aprendido a convivir en esa atmósfera, con esas verdades a medias.
Y si de madres se habla, también pasó frente al tribunal Patricia Dadario, ex pareja de Marito Maciel, con quien tuvieron un hijo, mientras ahora aguarda en breve por parir a otro, de una nueva pareja.
Su testimonio poco tuvo que ver con el suceso violento en sí, pero podría servir para las estrategias defensistas, sobre todo cuando la joven madre habló de las reacciones violentas de Marito, sus adicciones a los estupefacientes (se encontró cocaína en sangre en la autopsia). También aludió a problemas económicos y que estaba pergeñando un asalto a una propiedad.
Sus dichos, se dijo, poco tenían que ver con la muerte injusta, pero sí podría ser utilizado por los defensores para desacralizar a la víctima y acuñar la idea de que los ahora imputados actuaron en defensa propia frente a la agresión de Maciel.
Tras un cuarto intermedio, llegaría el turno de dos protagonistas directos de la pelea que terminó en la muerte de Marito. Su papá y su yerno se ganarían la atención por la expectativa que generaban sus dichos, expectativa que fue directamente proporcional a la decepción de propios y extraños (ver aparte).
Sin más, la primera audiencia finalizaba pasadas las 17.30, con el aporte del médico policial Roberto Leitao, quien practicó la autopsia, y el policía Barrientos, quien intervino en la gresca y fue el primero que arribó al cuerpo ya sin vida de Maciel.
El jueves se retomará el juicio, con más testimonios, más acertijos, más especulaciones y confusiones por develar en lo que será una titánica tarea de fiscal y defensores por tratar de arribar a la verdad.
La hipótesis fiscal y de las defensas
Previo a escuchar los testimonios, el fiscal Gustavo Morey trazó los lineamientos acusatorios, compartidos por el abogado particular damnificado, Claudio Castaño.
Al decir del ministerio público, el 3 de marzo de 2013, minutos previos a las 6.30, en inmediaciones del local bailable denominado Sol Disco, de Pasaje Murature y Del Valle, se produjo una gresca entre varios sujetos en los que se encontraba Matías Alfredo Concha, quien munido en una de sus manos de un arma blanca del tipo cuchillo, en forma intencional y con el ánimo de quitarle la vida a Mario Eugenio Matías Maciel, inició un ataque contra éste, aplicándole al menos una puñalada que le produjo una herida punzo cortante de tres centímetros de longitud en cara latero posterior de hemitórax izquierdo en línea axilar posterior y a diez centímetros por debajo de la axila izquierda, siendo penetrante en tórax, ocasionando con dicha embestida que Maciel cayera al piso herido. Fue donde al menos tres sujetos continuaron agrediéndolo con golpes de puño y puntapiés en distintas partes del cuerpo, situación ésta que fue aprovechada por uno de esos sujetos, identificado posteriormente como Angel Jesús Molina, y en función del estado de indefensión en que se encontraba Maciel, se valió de esa condición para mediante el uso del arma blanca, tipo cuchillo, que portaba en una de sus manos, aplicarle, con finalidad de darle muerte, al menos tres cuchilladas en la zona posterior del hemitórax izquierdo, que provocaron hemorragia aguda severa y shock hipovolémico con paro cardiorrespiratorio que produjeron el deceso de Maciel.
Los defensores oficiales, en tanto, adelantaron su rechazo a la acusación planteada y sostuvieron que irán por la absolución de sus pupilos.
En el caso de Jesús Molina, el doctor Diego Araujo prometió acreditar que su defendido era inocente y peticionaría su absolución.
Carlos Kolbl, en representación de Matías Concha, indicó que a su entender en el marco de una pelea su representado ejerció la legítima defensa, se protegió de las agresiones de Maciel, como así también remarcó que la muerte no era atribuible a la puñalada que él confesó aplicar. Así, pedirá la absolución. u
La situación de Molina
Cabe consignar que Angel Jesús Molina arribó al juicio en libertad, más allá del delito que se le está imputando. Es que al momento de peticionar su prisión preventiva la Cámara de Apelaciones consideró que las pruebas en su contra no eran lo suficientemente contundentes para encerrarlo.
A saber, en los pasillos judiciales reina un debate doctrinario respecto a la validez de determinados testimonios incriminantes. En este caso, fue el imputado Concha el que sindicó a Molina como el posible autor de las otras puñaladas mortales. Para algunos jueces, la condición de imputado no puede considerarse como un testimonio válido a la hora de acusar a otro. Se considera, al respecto, que debe tomarse una nueva declaración testimonial con las garantías y obligaciones a dicha figura.
Asimismo, hay una testigo ajena a los protagonistas que dijo haberlo visto a Molina agrediendo a Maciel, pero luego hay otro testigo que la contradice y señala a otro. Frente a la ambigüedad, se optó porque se resuelva el entuerto en el mismo juicio, por eso el acusado permanece hasta aquí en libertad.
Casi termina preso por falso testimonio
Como botón de muestra de la confusión y complejidad del caso que busca esclarecer lo ocurrido aquella noche, alcanza con haber escuchado los testimonios del papá y el yerno de Marito, protagonistas directos de la pelea que terminó de la peor manera.
Es que sendos testigos estaban con Marito en el boliche y salieron juntos para protagonizar luego la reyerta entre lo que graficaron como “una manada” de personas (entre 40 a 50) que emprendieron contra ellos tres.
Mario Maciel, papá de Marito, con sus dificultades de comunicación a cuestas (analfabeto) poco pudo aportar para recrear el episodio que terminó con su hijo asesinado.
Con poca capacidad para recordar, el hombre apenas atinó a reseñar las circunstancias en que estaba con su hijo y su yerno cuando éste último intercambió alguna palabra con un extraño y allí comenzó lo que sería después la batahola, en la que él -contó- fue golpeado a puños y patadas por varios, defendiéndose apenas de dichas agresiones y sin saber nada de su hijo hasta que mermaron las agresiones y se lo topó ya moribundo en la calle.
Fiscal como defensores evidenciaron fastidio ante la necesidad de tener que preguntar y repreguntar por un olvidadizo hombre cuyo aporte tenía que servir nada más y nada menos que para saber quién mató a su hijo. Empero, poco colaboró el testigo, por inacción o fatiga intelectual u omisión, para intentar recordar algo que ayudara a esclarecer las causales de la muerte.
Peor suerte correrían con el comparendo del yerno de Marito, pareja de Marcela Aranda, Ignacio López, quien estuvo a punto de terminar preso a pedido de las defensas por falso testimonio. Para suerte de él, primó la prudencia del Tribunal, que optó por mantenerlo latente (no sin antes interrogarlo por un par de horas sin suerte) ante la eventualidad de que “revea” su postura y pueda aportar a la causa.
Es que López no sólo se mostró reticente a responder con claridad las preguntas de las partes, sino también que terminó desdiciéndose de todo lo que había dicho en la instrucción, por caso, señalando a Jesús Molina como uno de los agresores, incluso identificándolo como el que portaba un cuchillo.
El tedio ante sus indefiniciones y postura timorata, incluso bajo la sospecha de que habría sufrido alguna amenaza, el hombre del riñón de la víctima (que presupone interés en saber quién mató a Marito) terminó demostrando que muchas veces lo que se clama frente a los micrófonos, por caso justicia, luego no se condice a la hora de prestar colaboración con esa Justicia a la que reclaman acción y resolución.
“López, acá ya tenemos un muerto, no mate también a la verdad”, indicó Claudio Castaño en representación de la familia Maciel, que veía y padecía cómo el propio integrante del círculo íntimo se desdecía, se sumergía en aguas movedizas por sus propias contradicciones que estuvieron a punto de que los jueces ordenaran que los uniformados lo esposaran y lo llevaran preso por falso testimonio.
Tras un largo cuarto intermedio en el que se buscó que López recapacitara, terminó admitiendo en tono balbuceante, casi indescifrable, que sentía temor y por eso su postura corporal como verbal. ‘¿Miedo a qué? ¿A quién?’, insistieron fiscal, defensores y jueces. Nunca respondió… tal vez su silencio responda a aquellos códigos marginales de una historia no oficial que no llegará a la audiencia, más allá del esfuerzo titánico de quienes intentan hacer justicia por una muerte injusta.
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