Una mirada profesional sobre el fenómeno de la violencia callejera
A raíz de lo acontecido en la madrugada del viernes pasado, cuando una patota no identificada golpeó a varios jóvenes a la salida de un pub y dejó a uno de ellos internado inconsciente en el Hospital Ramón Santamarina, El Eco de Tandil buscó la palabra de un profesional para que analice el fenómeno de violencia callejera.
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El doctor Martín Modaffari, médico especialista en psiquiatría e integrante del área de salud mental pública del Municipio, quien fue una de las personas que atendió al herido y a la familia, ante el requerimiento periodístico, dio su mirada sobre el problema.
Con respecto al caso del joven Gonzalo (NdR: su familia no quiere que se publiquen datos filiatorios por miedo a nuevas agresiones), quien recibió varios golpes llegando al nosocomio local inconsciente y muy golpeado, el profesional expresó una frase de Sigmud Freud que dice “el hombre espera culturalmente llegar a la felicidad, no perderla y evitar siempre el dolor que es la angustia”.
Continuó explicando que “este es el principio que rige las operaciones del psiquismo humano, que la felicidad surge de la satisfacción, la cual nunca es alcanzada”.
Indicó que “la actual cultura hipermoderna, tecnologizada, ha puesto a la satisfacción de forma tan instantánea que ha llevado a la invisibilización de los sujetos. El encuentro con la máquina es total, las redes sociales alojan en las pantallas imágenes que no dan una verdadera especularidad al humano, es decir un encuentro de la mirada del yo con el otro, la imagen de la máquina es pura imagen sin cuerpo”.
“Estas nuevas formas de ‘encuentro’ -siguió- dejan mucha tensión en los cuerpos de niños y adolescentes que la deben descargar de alguna manera. Es así como vemos en la ciudad y en las ciudades del mundo pequeños fenómenos de masas que nos espantan como niños autoflagelándose las muñecas y antebrazos o adolescentes golpearse ferozmente a la vez que sus compañeros filman para subir a la red de internet”.
Aseveró que “el encuentro de las miradas ha sido trocado por el video vida familiar y social. El otro desaparece o se hace objeto al que se le puede golpear, violar, abusar o dejar que se golpee para ‘subirlo’ a las redes sociales”.
Adultos
El especialista consideró que “los adultos ven como ideal el retorno a condiciones de vida anteriores quedando los niños y los jóvenes cada vez más desalojados. Esta impotencia de los padres los deja a merced de las instituciones que ante semejante demanda solo pueden burocratizar la cuestión generando más tensiones en los jóvenes, los cuales son impulsados a actuar más”.
Aseguró que “es así como en esta época se asiste al fenómeno de ‘el otro no existe’ o de ‘el otro que es malo’. La contingencia de la vinculación de los padres y de las nuevas formas de unión ante sus hijos es decir unidos, concubinos, separados, separados y en noviazgo o noviazgos separados y vueltos a formar, ha colocado también a los chicos en un lugar difícil, como objeto fuera y dentro del lazo familiar, debiendo a veces tener un niño que descifrar “qué debe hacer” para conformar a uno o a otro de sus padres. Son niños desalojados con padres desorientados”.
Violencia
Modaffari advirtió que “esto ha llevado también a una perversión, muy frecuente de ver en los que trabajamos en la salud mental pública o privada, que es el uso de los niños como objeto de transacción, los deja al límite de las impulsiones que son actos o conductas sin pasaje por el razonamiento.
Qué hacer ante la violencia, ante la catarata de demandas institucionales y la imposibilidad de instaurar la ley que antaño nos funcionó a nosotros como adultos. Qué hacer con el goce de los cuerpos y con estos fenómenos que alarman a la ciudad. Creo que hay que tomar posesión, asistir, tomar esos cuerpos y capturarlos por lo menos con la mirada”.
Remarcó que “una mirada adulta que ama, alivia. Lo que mira aloja al cuerpo del otro, estos es ubicar cuerpos muy pulsionados por ejemplo por la sexualidad en el adolescente. Hay que mirar para ver y comprender, poner el cuerpo con la mirada y estar a la altura de la época de estos chicos”.
El psiquiatra fue contundente al decir que “ya no se puede rechazar, expulsarlos o terminar con estos nuevos fenómenos de la cultura, porque la era globalizada no se puede desalojar. Se nos ha instalado, vamos con ella y deberemos estar a la altura de los acontecimientos. Todos de pie y no desentendidos, atentos y mirando a los niños y jóvenes que están desalojados, que no nos sobrepase lo tecnológico de la era ni el desentendimiento al sano juicio en esta globalización en que vivimos”.
Goce sin placer
El médico indicó que “lo que es nuevo es esto del acto sin mediación, impulsión sin pasaje por el razonamiento, donde el otro no existe y es golpeado como si fuera un muñeco casi diríamos en forma psicótica. Esto es explicable por el goce de obtener una descarga, no es un placer, que violenta con graves secuelas sobre el otro, pero que no es registrado como tal. Este es el goce, los cuerpos en la era hipermoderna, además de los tóxicos, psicofármacos, los esteticismos que van desde la anorexia a la hiperorexia y obesidades extremas, van todos encadenados”.
Agregó que “en estos nuevos goces que no son placenteros hay que estudiarlos e intervienen todos los actores. Uno opina desde la salud mental lo de la mirada sobre los niños y adolescentes. Otros sectores deberán trabajar también sobre el asunto. Hay que dirimir no solo políticas de salud, sino de seguridad y sobre todo que los padres en primer momento empiecen a mirar a los ojos y corporalizar a sus hijos desde muy temprana edad”.
Profundizó al decir “si lo tomamos como un mero hecho de violencia y no analizamos un poco mas allá de donde viene, cada vez vamos a instar a reprimirlos a los chicos, o a judicializarlos, o encerrarlos, o medicarlos que es lo peor que veo. Es en lo que estamos teniendo problemas porque después se los medica y se alivian tomándose todas las pastillas y tenemos una epidemia de ingesta de psicofármacos en los jóvenes. Es muy delicado el tema, por eso no se puede ver simplemente como un acto de violencia”.
Por último expresó que “quizás haya jóvenes altamente violentos con sociopatía, marginalidad y violencia extrema, que son los menos, y que son sujetos que deben ser controlados por el Estado, las fuerzas de seguridad y por el sistema judicial”.
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