Vientos
El Gobierno nacional se quedó sin recursos. De toda índole. Gastó pólvora en chimangos y ahora, con la fiera al acecho, apenas cuenta con un puñado de balines de aire comprimido.
En lo financiero, ha echado mano a lo que viniese por delante. Ultima prueba, la negativa a bajar las retenciones por el impacto fiscal que esa medida produciría.
Malas noticias para las provincias y sus gobernadores, rehenes de un poder central que asfixia en vez de dar aire.
Al Gobierno local, con atenuantes, le sucedió algo parecido. A diferencia de aquél, que lo dilapidó a partir del conflicto con el agro, ostenta un capital político refrendado recientemente con creces en la urnas. Alcanza para capear el temporal, pero no para pretender tapar el sol con un harnero.
Cristina naufraga en un mar de dilaciones, sin decisión política para despegarse del ex presidente y empezar a ser más Fernández que Kirchner. Lo pone de manifiesto su nueva y poco creíble impronta, desempolvada tras la aciaga jornada del 28 de junio. Como están las cosas, ha cambiado para que todo siga igual. No se percibe ni un solo gesto, más allá de la subrepticia impostación del tono, que apunte a enderezar el rumbo perdido.
Enfrente no hay demasiado para ilusionarse. La interna del PJ, que amenaza con entrar en ebullición, y un Julio Cobos decidido a copar la UCR y su entramado, o en su defecto a jugar con el establishment sin ponerse colorado. No habría manera, si ni siquiera se ha sonrojado tras su voto ?no positivo? -en aras de la ?pacificación nacional?-, con su codiciosa campaña ya no encubierta.
Pero de vuelta al pago chico, la semana arrojó un furibundo contrapunto entre los municipales, el Ejecutivo y sus laderos. La puja no es nueva: A la hora de la negativa a las demandas salariales, el contraataque llega indefectiblemente por el lado del gasto político. Esta vez, Martínez Lastra le puso todo el tuco y apeló al ?día del ñoqui? para graficar el costado flaco lunghista.
Muy cierto es lo de la caída abrupta de la coparticipación, de la recaudación por tasas, y lo del explosivo aumento de la demanda social. Tanto como que el oficialismo rehuye, de manera constante, a ofrecer prendas de negociación.
Carlos Alberto Fernández, jefe de Gabinete y senador electo, ha insistido sobre un ?gesto simbólico? cuando se lo apuró en definiciones. Sin embargo, cosa poco creíble en el puntilloso funcionario, alegó desconocimiento de las cifras que importan el cuestionado gasto.
Existen coincidencias en que el segundo semestre de 2009 traerá un panorama aún más sombrío para las arcas comunales, según lo anticipado desde la Provincia. Ergo, se deberá profundizar el recorte, justo cuando la caída del empleo (Omar Farah dixit), entre otros indicadores, multiplicará las carencias y, por ende, las exigencias.
En esa hipotética coyuntura, a un Gobierno acostumbrado a navegar con viento de cola, le hará falta algo más que gestos para evitar el naufragio.
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