Ya no hay tiempo de lamentos…
La creciente crisis interna, negada hasta el hartazgo por el Gobierno de CFK, sumada a los coletazos del crack económico financiero internacional, apareció esta semana en la portada de los medios del pago chico. Habían pasado cataratas de rumores, especulaciones de todo orden y salidas pretendidamente tranquilizadoras, hasta que la realidad golpeó con toda su crudeza.
Empresas como Loimar SA y Metalúrgica Tandil anunciaron el despido de trabajadores, bajo el argumento de bajas en la producción. Creen los observadores que fueron las encargadas de hacer punta, y que habrá un efecto dominó que, más temprano que tarde, involucrará a pequeños talleres y a firmas de diversa naturaleza.
La Presidenta había pedido encarecidamente a los empresarios que preservaran las fuentes de trabajo. Pero, sabido es que los voluntarismos y los gestos tardíos nunca alcanzan para detener un fenómeno que se caía de maduro.
Como no podía ser de otra manera, situación compleja atraviesa entonces el país por estos días, a los que los K le han sumado un nuevo manotazo de ahogado, como supone la reestatización de las jubilaciones. Como una suerte de fatalismo histórico, el guardarropas de lo que hace apenas unos meses parecía una fiesta, se quedó ahora sin disfraces.
Mientras tanto, la agenda de la ciudad presentó también otros de sus temas: inseguridad sostenida, mayores demandas sociales, interna justicialista, y un enorme esfuerzo de la gestión Lunghi por no perder la iniciativa política.
En este último ítem, se inscriben la presentación del secretario de Desarrollo Local Julio Elichiribehety sobre su acción sustentable en el área y los anuncios del pediatra en lo concerniente al avance en las obras de cloacas más allá de la Ruta Nacional 226.
Se vienen tiempos difíciles, para el país y para la comuna. Y no deberían ser precisamente de lamentos.
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