Después de haber padecido cáncer de mama, María transformó su enfermedad en ayuda a otras mujeres
María Piñeiro y sus compañeras del grupo "Con vos" acompañan -de forma solidaria y desinteresada- a las mujeres a transitar de la mejor manera posible el proceso de diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama. Apuntan a la prevención y detección precoz como armas fundamentales para la cura.
Se supone que las células no deben crecer sin control y volverse invasivas. Pero sucede; diferentes grupos de células que se dividen sin detenerse en el cuerpo. Y un diagnóstico que muchas veces desciende sobre quien lo recibe como un ala negra que todo lo cubre.
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El 19 de octubre se conmemora el Día Internacional del Cáncer de Mama. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se detectan en el país alrededor de 20 mil nuevos casos de cáncer de mama por año, esto es, en promedio dos nuevos por hora.
En cifras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Argentina ocupa el segundo lugar en riesgo de muerte por este tipo de cáncer en América Latina: mueren alrededor de 20 mujeres por día a causa de esta enfermedad.
María Piñeiro, psicóloga de profesión, se define “una mujer como cualquier otra” que en el año 2013 tuvo cáncer de mama y forma parte del grupo “Con vos”, que desde 2015 acompaña y apoya a mujeres que transitan la enfermedad.
Irradia calidez y humildad cuando habla desde el mismo sillón en el que atiende a sus pacientes y se presta a la charla con El Eco de Tandil con una sonrisa luminosa, capaz de enfrentar las batallas con la convicción de que “la vida es milagrosa”.
-¿Cómo te diagnosticaron?
-Me diagnosticaron en 2013 con la mamografía de control. Yo estaba por viajar y no me la había hecho, mi marido me insistía y yo no presté atención. Primero viajé y después me la hice. Para mí era un trámite, si él no me insistía hubiera esperado un año. Salió algo en la imagen y finalmente el diagnóstico fue de cáncer de mama.
Fue un shock, sobre todo porque estaba en un muy buen momento, una a veces se imagina que es porque está mal o viene arrastrando cosas, estaba bien en mi matrimonio, con los chicos, el trabajo, con las cosas cotidianas, y fue un sacudón grande. Tuve que dejar de trabajar y fue un tratamiento largo, trabajoso.
Una de las cosas que me pasaron es que me sentí muy sola, no por mi familia y mis amigas, sino con respecto a la enfermedad y googleaba a quien más le pasó, tenía a mí hijo más pequeño de dos años, el otro de cuatro y los más grandes de once. ¿Cómo se los digo? Soy psicóloga, se suponía que lo sabía pero no podía hacerlo, era todo demasiado ajeno y algunas cosas me resultaban demasiado rosas; el agradecimiento a la enfermedad. Yo no agradecía nada, no veía el beneficio en ese momento de una enfermedad.
-¿De qué modo se gestó el grupo “Con vos”?
-Tuve el tratamiento, varias cirugías, la quimio un año y medio, otras cirugías. Cuando terminé con todo eso y empecé a sentirme mejor empezaban a llamarme mujeres. Esto es Tandil, es una ciudad relativamente chica. Tuve muchas consultas sobre dónde me había hecho el tratamiento, cómo lo había atravesado. Mi sensación de soledad más los llamados de las mujeres me despertaron la inquietud de acompañar, de estar en contacto. Me conectaron con Claudia Cuesta que hacía algo similar y decidimos empezar a hacerlo juntas. En nuestras primeras reuniones nos dimos cuenta de que estábamos en la misma sintonía. Después se sumaron Eugenia Sopranzi, Guillermina Sica y Julia López Ballent. Todas transformamos la enfermedad en algo. En nuestro caso, en esto de acompañar.
En el acompañar insistimos en que uno no sabe si da o recibe. El ida y vuelta es reparador y muy lindo. La pasamos mal, pero sabemos que se puede pasar mejor.
-¿Cómo se atraviesa un proceso de enfermedad sobre el que pesa todavía un estigma social?
-Me cuesta comprender el estigma desde lo personal –si lo hago desde lo teórico-, porque no lo viví. Me encontré con mucha gente solidaria, personal médico, enfermeras, kinesiólogas. Además el cáncer de mama tiene mucha difusión ahora.
En torno a la incomodidad me pasaron dos cosas. Cuando estaba en tratamiento me decían que iba a ver todo distinto y no fue así, era la misma loca de siempre con el mismos carácter de siempre.
‘A mí esto me pasa al cuete’, pensé (se ríe). Como si por tener esta enfermedad fueras un buda iluminado caminando. Y yo me sentía mal y no sabía nada de cómo manejarme, se hace camino al andar.
En segundo lugar, los últimos meses de quimio me costaba la mirada del otro en la calle, o al ir al supermercado. Hay un gesto que sigue de largo y que es muy natural, después somos todos muy respetuosos y no te dicen nada, pero si vas con chicos pequeños, todavía más. Quería que no me miraran. Yo iba a la puerta del colegio y necesitaba entrar como cualquiera.
Después cuando dejás de poner el cuerpo, miras para atrás y te das cuenta de todo. Somos un grupo particular porque tenemos un límite físico en lo que hacemos. Tenemos que parar.
A ninguna se nos fue esa sensación de decir ‘estoy viva, no me morí’. Esa sensación de que la vida es milagrosa. Del poder hacer después de que la quimio te canse mucho durante mucho tiempo.
Caminar media cuadra y cargar bolsas no lo podía hacer, esa sensación de poder hacerlo y estar viva es tan intensa que te pasás de rosca y tu cuerpo no da. A veces hay que bajar.
–Pareciera que sólo hace falta ser mujer para estar dentro del grupo de riesgo de cáncer de mama, y entonces se hace especial hincapié en la prevención y detección temprana.
-Los factores de riesgo son ser mujer e ir cumpliendo años. Lo que queremos decir es que se hagan las mamografías. Yo nunca toque ni sentí nada en mi cuerpo y la mamografía lo detecta cuando todavía no es palpable. Perder el miedo de que duele, o es incómoda, porque es la diferencia entre la vida y la muerte y no es poca cosa, es un pequeña incomodidad que dura un segundo. Dejarlo y no hacerlo, entonces el pronóstico de vida es diferente.
La importancia de los chequeos
María insiste con lo vital de realizar los controles cuando corresponde, en general a partir de los 40 años. Si hay factores de riesgo o antecedentes familiares, informar al médico y plantear cualquier inquietud.
“Más vale pecar de precavido que pensar que no pasa nada. Que se empiece a hacer a partir de los 40 no significa que antes no se pueda dar. La gran limitante es el miedo. El gran problema social que tenemos es la dificultad de aceptar el paso del tiempo y la muerte, como si no fuera lo más natural”, reflexionó.
Las actividades del grupo
Desde el espacio de acompañamiento ofrecen diferentes ayudas y orientaciones. Además del apoyo emocional y práctico, una abogada asesora sobre obras sociales y trámites; otra persona colabora con el tema de los cascos fríos que se usan en quimio para reducir la caída de cabello; otra con las pelucas. Un círculo virtuoso de solidaridad y empatía. Como cierre del ciclo de charlas sobre mitos de la enfermedad que encararon junto al Sistema Integrado de Salud Pública, el miércoles 16 de octubre, a las 15, se llevará a cabo la última de ellas en el Hospital Ramón Santamarina.También organizaron el Zumbathon el 10 de noviembre, en la Cámara Empresaria de Tandil, a cargo de la instructora Daniela Petersen, y para cuyo día han vendido ya 800 entradas. Con los fondos recaudados aspiran a poder hacer las pelucas oncológicas en la ciudad, para no tener que viajar o traerlas de otro lado.