El padre de uno de los chicos sospechados de realizar las amenazas de bomba pidió disculpas y asume su responsabilidad
Durante las últimas semanas, pero sobre todo en la que hoy cierra, la comunidad educativa se vio alterada por las reiteradas amenazas de bomba en distintos establecimientos educativos, principalmente secundarios.
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Mientras la intranquilidad, la preocupación y los inconvenientes de distinta índole tuvieron como damnificados directos a directivos, docentes, trabajadores de la educación, padres y a los propios alumnos, la comunidad en general se sintió afectada por este accionar. Y lo hizo saber a través de las redes sociales, que se ha constituido en la vía elegida para expresar emociones y pareceres no siempre gratificantes.
Paralelamente, policía y justicia debieron hacer frente a una serie de acciones que demandaron horas de trabajo, investigación y despliegue de personal. De hecho, peritos en explosivos que tienen su asiento en Azul debieron instalarse momentáneamente en la ciudad ante la cantidad de amenazas denunciadas.
Como siempre ocurre, los tiempos de la justicia no son –ni deben ser- los mismos que los de la sociedad. Y mientras esta reclamaba “medidas urgentes”, las investigaciones avanzaban sobre datos concretos, pero no necesariamente rápidos. No obstante, el jueves comenzaron los primeros operativos y allanamientos que permitieron la detención de un joven y la detección de algunos menores, sospechosos de ser los autores de las llamadas.
Precisamente, el padre de uno de los menores sobre los que recaen sospechas, se comunicó con este Diario para dar su parecer y asumir la responsabilidad que le toca.
Su nombre es Gustavo, al igual que el de su hijo (su apellido se preserva al tratarse de un menor, por disposiciones legales) y considera que como padre, “corresponde”, expresar públicamente sus “disculpas como familia, por el dolor y la pena que nos ha causado saber que lo que pudo ser una travesura, ha excedido los límites y ha perjudicado a tanta gente de diversas maneras, y digo travesura, ya que ninguno de los chicos involucrados sabe absolutamente nada de bombas ni atentados”.
Un párrafo aparte destina a confiar que su familia se siente apenada porque “la mayoría de la gente que ha comentado notas, o escrito en alguna red social, en ningún momento haya hecho una propuesta de solución frente a una problemática, más que golpear al chico, o encarcelar a los padres. Nada constructivo ha llegado a nosotros ni a ninguna de las familias involucradas, desde estos lugares de comunicación y opinión deliberada”.
El padre se mostró firmemente confiado en la justicia y destaca que “sabemos que han actuado rápidamente, que han sido muy respetuosos, y que se encuentran en trabajo de investigación para terminar de dar con los actores, y determinar la responsabilidad de cada uno”.
“Eso es algo que todos queremos –remarca-, por sobre todo nosotros, porque así debe ser. Porque nuestra sociedad, necesita que el sistema funcione, y todos debemos cumplir un papel para que así sea”.
Gustavo aclara que tanto él como su familia ha colaborado “con todo lo que se nos ha pedido”, y seguirá haciéndolo, “para aportar todo lo necesario para que esto se resuelva, no vuelva a suceder, y por sobre todo, se repare el daño ocasionado, así tengamos que ser nosotros quienes debamos hacernos cargo de esto en cuanto nos corresponda”.
Reflexiona que “somos padres, somos hijos, y todos cometemos errores. Ese no es el mayor problema, eso es una condición humana. Creemos que lo mejor que podemos hacer, en respeto hacia el otro y en ejemplo hacia nuestros hijos, es reparar el daño ocasionado, y aprender del error. Responsabilizarse, y actuar de manera sincera y transparente, debería ser de uso cotidiano, si queremos que las cosas cambien. Lo hecho, hecho está”.
Con criterio, se muestra esperanzado en que “al final de todo, esto sirva para mejorar los vínculos con nuestros hijos, creciendo, aprendiendo y enseñando, que nuestras acciones tienen efecto sobre los demás”.
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