Entre la incertidumbre del día a día y las expectativas en el verano, volvieron a abrir los gastronómicos
Después de un mes de cierre volvieron a abrir al público los bares, cafés y restaurantes. Con una restricción del 25 por ciento de su capacidad habitual, aseguraron que esto ayuda a la supervivencia, aunque no haya ganancias. Esperan que la gente se vaya animando más a salir y que no deban dar marcha atrás en el Estadio. La esperanza se posa sobre el buen clima que se aproxima.
Ayer se puso en marcha nuevamente el Estadio Amarillo, lo que dio vía a que los sitios gastronómicos vuelvan a abrir sus puertas aunque con muchos cuidados y solamente al 25 por ciento de su capacidad.
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El ansiado momento llegó para uno de los rubros más castigados por las medidas que se han tomado para prevenir el avance del coronavirus, sin embargo garantizaron que esto no significa la salvación, ni mucho menos, sino que les permite “sobrevivir”.
La reacción del público en la primera parte del día resultó tibia, aunque para la noche algunos ya habían recibido llamados de consultas y reservas. Desde los bares, restaurantes y café esperan que con el correr de los días las personas se vayan animando más a salir.
Se podría decir que en este sector ya están “cancheros” en la ejecución de las medidas preventivas, la disposición de los elementos de higiene y hacer cumplir las medidas de distanciamiento. Eso se distinguió a simple vista, ya que todos contaban con alcohol en gel para colocarse al ingreso y en cada espacio, carteles con recomendaciones y la separación respectiva entre las mesas del lugar.
Al estar prohibidas las reuniones y eventos sociales, mantienen la expectativa de poder canalizar de a poco la necesidad de la gente de juntarse y compartir un momento.
De todas maneras, la mayoría de los empresarios del sector reveló sostener la incertidumbre de no saber hasta cuándo durará este Estadio, aunque no quieren perder las esperanzas de lo que podría pasar en el verano.
Para la supervivencia
Luego de un mes sin estar abiertos al público, Franco Cabrera, de “El Bodegón del Fuerte”, aseguró que si bien no sabían exactamente cuándo ocurriría el regreso, siempre se mantuvieron en guardia sabiendo que podía volverse al Estadio Amarillo. “Más que nada por la esperanza y la necesidad de volver a trabajar”, argumentó.
Como siempre siguieron activos a través del take away y los deliverys, una vez que les llegó la noticia de apertura solamente les quedó organizar los horarios y reacomodar los salones, aunque aseguró que todo el tiempo los mantuvieron en condiciones.
Así lo único que restaba era esperar la gente, ya que aseguró que para ayer a la noche ya tuvo reservas hechas y recibió varias consultas más. Al respecto mencionó la importancia de tener rotación.
Contempló que de a poco va a se irá instalando el mejor clima y el público va a estar más afuera, por lo tanto se propusieron a implementar de a poco el servicio de mesas al exterior, tanto en la vereda como en los patios internos que tienen.
Esto claramente es una mejora, pero admitió que ya la rentabilidad no es un tema, sino que lo que está en juego es la supervivencia. “Volver a trabajar y estar en movimiento”, señaló como importante.
En este sentido, consideró que la respuesta de la gente va ser buena y paulatinamente se irá volcando a estas salidas, de hecho muchos le han pedido por favor que los dejen sentarse afuera. “Esperamos volver a interactuar que tanta falta nos hace a todos”, dijo.
“Ojalá que esto vaya de a poco pero firme, como para volver a esto de la normalidad distinta”, sostuvo, mirando de cara al verano y respaldando que ya se ha visto que en otros lugares hubo otro dinamismo.
“Aguantamos como podemos”
Al recorrer las calles por la mañana del jueves, en una ciudad que tiene la cultura del cafecito bien instaurada, resultó un tanto extraño encontrar algunos sitios vacíos, sobre todo aquellos que tienen espacio en la vereda y el día se prestaba para disfrutarlo al sol.
En ese momento, tal no fue el caso del café y bar “Ruya”, ubicado sobre la peatonal, que considerando la posibilidad de contar con el 25 por ciento de ocupación tenía unas cuatro mesas en atención. “Esperábamos este movimiento para esta hora y creo que después de las 16 va a estar el pico de nuevo”, estimó Fernando Sabatini, el encargado del lugar.
Tal como explicó, al contar con mesas grandes y largas resultaba difícil redistribuirlas, entonces optaron por retirar sillas. Allí la gente puede variar entre un menú de pastelería y cafetería, y otro de sándwiches y hamburguesas.
Según contó, el espacio abrió en diciembre de 2019 y ya en marzo, como todos, fueron alcanzados por la pandemia. Allá por junio, también como el resto, tuvieron la oportunidad de volver a abrir al público, pero nuevamente debieron afrontar un mes de cierre. Lo que lamentó es que en su caso el sistema de envíos a domicilio o “para llevar” resultó complicado y el movimiento fue muy poco.
“Vamos aguantando como podemos”, lamentó y admitió que aunque recibieron ayuda con la Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) no resulta suficiente. “Somos nuevos, hicimos una inversión grande y queremos lucharla para no cerrar”, agregó, destacando que siempre se priorizan los sueldos.
Al hablar sobre las expectativas hacia adelante, admitió que en realidad las tenían puestas en Semana Santa, luego en las vacaciones de invierno y ahora ya la esperanza no tiene la misma fuerza hacia el verano.
“Personalmente no sé qué decir, si seguiremos abiertos o tendremos que volver a cerrar, se hace complicado el saber hasta cuándo va a durar esto”, señaló. En este aspecto, con respecto a la mercadería y la oferta, aseguró que se van manejando con lo que se tiene y hasta produciendo algunas cosas menos.
Una apertura simbólica
“La Vereda” tiene casi dos décadas de historia en el centro de la ciudad, una capacidad de sillas para aproximadamente 120 personas y alrededor de 12 personas trabajando allí. Ahora, en este momento epidemiológico de Tandil, el límite ronda entre los 20 y 30 clientes a la vez, por lo que su dueño, Sergio Givonetti, consideró que “es simbólico”.
“Estábamos mal en marzo y esta capacidad es muy poca”, advirtió, aunque sostuvo que “por lo menos es algo”. Admitió que los números no cierran, que los costos fijos son altos y que las ayudas estatales acompañan pero no resuelven el problema, igualmente mantiene una expectativa alta sobre lo que vendrá, aunque será “de a poco”.
Para esto, con tres mesas ocupadas en ese momento, contempló que sólo haría falta la llegada de la gente, que se vaya “animando” de a poquito. Al respecto, asumió que el perfil de público allí es más bien de adultos, que son precisamente los que más deben cuidarse en estos tiempos.
“Yo creo que a medida que vayan pasando los días y los casos se mantengan más estables se irán animando a salir”, concluyó.