CRISTIAN MATOS
“Jamás te van a decir que la droga es mala”
En La Quinta, Cristian Adrián Matos, más conocido como “Coco”, dedica su vida a rescatar chicos que están en situación de calle o son drogadependendientes.
Por Nahún Lafuente (*)
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Es pastor y, junto a familiares y miembros de su iglesia, Cristian “Coco” Matos ayuda a chicos en situación de calle. Se dedica a brindar un lugar gratuito y un ambiente muy familiar para los jóvenes que lo necesitan.
-¿Qué despertó en usted el querer ayudar a personas que están en situación de drogadependencia?
-Uno tiene diferentes crianzas y, a veces, la pasa bien o la pasa mal; yo tuve una familia buena, muy numerosa, y no la hemos pasado bien económicamente. Lo que me ocurría era que tenía un vacío dentro de mi corazón, que necesitaba llenar de alguna manera. Soy pastor, cuando yo conozco a Dios, quería conocerlo de una manera real, necesitaba la salida. Hoy los chicos buscan mucho la droga para salir. Yo no consumía, era jugador de fútbol.
-¿Usted quiso dar una respuesta a quien la necesitaba?
-Conociendo lo que pasa en el corazón de los chicos, nosotros estamos tratando de que ellos llenen el vacío. Sabemos la consecuencia de la droga. Si vos les preguntás a los chicos si la droga es mala, te van a decir que no. La droga te re levanta, te hace sentir Superman. Jamás te van a decir que la droga es mala. Las consecuencias son terribles, son devastadoras. Uno viendo eso, puede decir, ‘me hago cargo o no me hago cargo, me importa o no me importa’. A mí sí me importaba ver tantos chicos que, queriendo salir, y siendo buena gente, no lo podían hacer. Por eso decidimos trabajar con ellos.
Un trabajo muy especial
-¿Qué siente cuando un chico logra recuperarse?
-Una satisfacción muy grande, porque no sólo se recupera el chico, sino la familia. De ver chicos tirados, en condiciones pésimas que, a veces encontramos, sucios, con pelo largo, barbudos, sin sueños, con una familia destruida, sin casa; de repente los ves afuera, cambiados, afeitados, con sueños, con metas, con ganas de vivir, entonces pensás ‘quiero ver esto todos los días’. Es el objetivo final, pero en el transcurso del proceso es muy difícil; hay que ser papá, hermano, maestro, amigo. Tenés que conducir, dar herramientas, ayudar. Cuando ves un logro, un proyecto terminado, es hermosísimo.
-¿Incentiva a los chicos a que busquen a Dios o se mantengan en una iglesia?
-Personalmente no creía en Dios, a mí me hablaban de la iglesia y los sacaba corriendo, me les reía. Pero hoy en día entiendo que Dios cambia corazones. Si bien La Quinta es un centro de rehabilitación cristiano, donde se lee la Biblia, se ora y todo, ellos toman las decisiones. Ellos son libres y si Dios les va a tocar el corazón, se los va a tocar él, no nosotros. Lo único que hacemos ahí es corregirlos, es decirles: ‘Mirá, está el camino de hacer las cosas bien y el camino de hacer las cosas mal’, les mostramos lo lindo que es hacer las cosas bien y lo que cuesta también. Hacer lo malo es fácil. Jamás le diría a un pibe que vaya a la iglesia si no lo siente; ese no es el fin, el fin es otro.
El día a día
-¿Cómo llegan los chicos a La Quinta?
-Nosotros empezamos con los chicos que estaban en nuestra iglesia, la idea era hacer una fundación para que pudieran venir de todos lados. Los chicos que andan en el consumo se conocen todos, entonces cuando empezaron a salir, les decían a sus amigos ‘che, andá a ese lugar que te recuperás, andá que te va a hacer bien’. La realidad es que no todos los chicos se recuperan, porque todos tienen un proceso y hay quienes no aguantan.
-¿Qué es lo que más trabajo da?
-Les cuesta encontrarse con ellos mismos, porque a veces no tienen estructura de familia y cuando van a La Quinta que sí la tiene, no lo soportan. Igual con ellos seguimos en contacto. Pero hoy por hoy están llegando de boca en boca. Hay veces que, como dicen ellos, se van a refugiar, por ahí tienen problemas con la policía y se van allá para que vean que están saliendo, y nosotros nos damos cuenta. Tenemos varias charlas con ellos y con sus familias porque no es un trabajo sólo con los chicos, también es con el entorno. Vemos si el chico realmente quiere cambiar. Por experiencia nos ha pasado que van a La Quinta y han complicado al grupo, querían salir de un problema y no cambiar. Y ese tratamiento dura entre seis meses y un año. Salen con un oficio, con estudio. Se reintegran a la sociedad bien.
-¿Cómo se te puede ayudar?
-Los padres deberían escuchar a sus hijos, necesitamos una charlita, que los acompañen a la plaza, que los abracen. Los chicos al no hablar, se comen toda esa bronca, ese odio y vemos que la adicción no sólo es a la droga, sino al deporte, a la tele, a la comida y ellos se encierran. Nosotros hacemos todo gratis, nadie tiene que poner un peso, si alguien quiere o siente regalar un par de zapatillas, ropa, comida, es todo bienvenido.
(*) Esta nota forma parte de la serie de doce reportajes realizados bajo la tutela de la profesora Carolina Cordi por diferentes alumnos de Práctica Profesional 1 de la carrera de Comunicación Social para el desarrollo del ISFD y T 10 de Tandil, cada uno de los cuales eligió a un entrevistado.