La lucha por el cumplimiento de la Ley de Cupo Laboral para Personas Trans en Tandil
El Municipio adhirió a la ley provincial en 2017, pero denuncian que no se cumple con los objetivos que plantea dicha legislación. Sabrina Alba Díaz, mujer transgénero de la ciudad, reclama que puedan acceder a fuentes de trabajo genuinas para salir de la marginalidad. Una historia de dolor y lucha por la igualdad de oportunidades.
“No se nace mujer, se llega a serlo”, escribió en 1949 la filósofa francesa Simone De Beauvoir, y con esas pocas palabras intentó borrar el estigma que liga la identidad al sexo biológico.
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Sabrina Alba Díaz nació hace 38 años en Tandil. A los 15 se fue de la ciudad, expulsada por ser una mujer transgénero. Vivió en varias ciudades, inclusive fuera del país, pero hace un tiempo regresó. Hoy reside junto a su madre y abuela, está desempleada, tiene su documento gracias a la Ley de Identidad de Género, y lucha por la inclusión de las mujeres trans en el mercado laboral. La provincia de Buenos Aires sancionó en el año 2015 la Ley 14783 de Cupo Laboral para Personas Trans, que determina que el sector público de la Provincia debe ocupar, en una proporción no inferior al uno por ciento de la totalidad de su personal, a personas travestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo y establecer reservas de puestos de trabajo a ser exclusivamente ocupados por ellas, con el fin de promover la igualdad real de oportunidades en el empleo público. La aplicación se hace extensiva a los organismos descentralizados, las empresas del Estado, las municipalidades, personas jurídicas de derecho público no estatal creadas por ley, las empresas subsidiadas por el Estado y las empresas privadas concesionarias de servicios.
El Municipio de Tandil adhirió a dicha ley en 2017, a través de una ordenanza aprobada por el Concejo Deliberante, en adhesión a la Ley 14783, haciendo efectiva su aplicación en la ciudad, en el marco de su creciente reglamentación en el orden provincial por otros municipios.
Consultada al respecto, Sabrina fue contundente al señalar que “el asistencialismo no ayuda al colectivo en sí, entiendo que está bien ayudar a capacitarse, por ejemplo, pero siguen excluyendo y marginando, nos invisibilizan a nosotras y a la temática”. Para ella la situación actual del Municipio y Estado sigue siendo excluyente y marginal, porque no contempla la posibilidad de acceder a fuentes de trabajo genuinas. Según su relato, las únicas posibilidades ofrecidas están enmarcadas dentro de un programa de ayuda social y coprestación.
“Las chicas de mi edad que necesitan ayuda siguen siendo marginadas a la prostitución. Quizás se les da una ayuda económica pero no hay una posibilidad de trabajo real. La ley existe pero no se cumple”, sostuvo. “Es preocupante, yo he militado un par de años, me han querido dar esa ayuda, pero yo me sentía marginada, encerrada en mi casa. No tenemos tampoco el acceso a la vivienda, que es importante”, precisó durante el diálogo.
Además, manifestó que desde la esfera municipal han argumentado que falta capacitación para el personal que desee acceder a puestos de trabajo a través del cupo establecido por la legislación. “El gran debate que plantea el activismo es que nosotras no hayamos podido acceder a terminar los estudios o concurrir a una secundaria, pero tenemos derecho a tener un trabajo como cualquier ciudadano. Mientras se nos dé la posibilidad de finalizar los estudios, no estamos diciendo que queremos un puesto gerencial, cualquier trabajo sirve para poder ir creciendo, sin trabajo no se puede tener acceso a nada porque te marginás, te encerrás en tu casa”, explicó la entrevistada.
Sabrina, a la que le faltan pocas materias para terminar la escuela secundaria, lucha por ser escuchada, exigiendo igualdad de oportunidades para su vida y la de sus compañeras. “Se tiene que cumplir la Ley de Cupo Laboral Trans, nuestra ciudad está adherida. Se tiene que abrir esa posibilidad, sino nos llevan a un lugar marginal. Mi prioridad es ser incluida en cualquier trabajo, pero si puedo elegir, una vez que esté incluida laboralmente, me gustaría capacitarme en algo, seguramente por el lado social”, se explayó, y sus ojos se iluminaron al imaginar esa alternativa.
“Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí…”
La letra de María Elena Walsh puede resignificarse hasta el infinito. En Argentina la expectativa de vida de las personas transexuales, travestis y transgénero ronda los 40 años. Sabrina es parte de ese grupo de sobrevivientes que se sobrepusieron a la muerte temprana producto de los crímenes de odio, enfermedades y suicidios.
“Nuestro colectivo siempre ha sido marginado y perseguido, y como única alternativa ha tenido el ejercicio del trabajo sexual. Fuimos expulsadas de todos lados, sufrimos travesticidios, enfermedades y suicidio, todo por culpa de un Estado ausente”, expresó con su voz pausada y calma, segura de sí misma y sus palabras.
Agregó que “ahora estamos dentro del feminismo, que nos une, pero nosotras como mujeres trans fuimos dos veces excluidas. De niñas fuimos marginadas por atravesar ese cambio, y una vez que lo realizamos fuimos excluidas por el patriarcado. Ahora nos sentimos apoyadas, se están abriendo frentes disidentes. Esto quiere decir que se están incorporando gays, queers, chicos trans, hay una nueva tendencia”.
“Estoy en contacto con muchas chicas trans de Mar del Plata, gracias a ellas pude empoderarme nuevamente y comenzar un frente. Me había decaído y marginado nuevamente, atravesando una depresión. No soy partidaria de una bandera u otra, me gusta que se escuche la voz del activismo trans”, señaló. Sabrina expuso que en las organizaciones las voces de las mujeres trans no son levantadas por ellas, sino que hay otros actores encargados de dirigir las acciones.
“Las chicas prefieren estar asistidas de esa manera y no moverse, no sé. Es una gran problemática, porque claro que lo necesitan al dinero pero creo que es más importante la salida laboral, es importante visibilizarnos y que nos nombren, algo que es invisible y de lo que no se habla sigue siendo marginal y excluyente”, dijo.
Cambia, todo cambia
Surgió el tema de la escolarización y los estudios, y Sabrina aseveró que “estos últimos años, más allá de las carencias que seguimos teniendo con respecto a otros temas, creo que sí las chicas y chicos trans van pudiendo ser escolarizados y hacer frente a eso, están más integrados de lo que nosotras estuvimos”.
“Como muchas sobrevivientes la pasé mal, me fui de mi casa a los 15 años, era chica, caés en otra realidad. Te unías a guetos de chicas trans que te acogían cuando eras expulsada de tu casa, tenías que prepararte para formarte físicamente como mujer, prostituirte y salvar tu vida. Era todo muy rápido. Tenías que inyectarte siliconas que acarrearan muchos problemas de salud”, recordó con dolor.
Un párrafo aparte merece la persecución policial, que las depositaba durante días en los calabozos de las comisarías, donde las violaban. “Son muchos traumas, muchas heridas abiertas. Hoy lo podemos contar entre nosotras para reírnos del dolor que sufrimos en ese momento. Damos gracias que todo ha cambiado muchísimo, pero en otras provincias todavía es así”, refirió.
El colectivo de mujeres trans también lucha por la reparación histórica. Tal como explicó Sabrina “hemos sufrido los edictos policiales 68 y 92, que recién fueron sacados en el año 2000, por lucir vestimenta no adecuada al sexo y ejercer la prostitución en la calle, éramos detenidas por eso, tengo cantidad de carpetas de causas por esas cosas, que ya prescribieron. Unos años atrás conducía el coche acá en Tandil y me saltó una captura por una causa de 6892 y me tuvieron todo un día detenida acá, es volver a sentir la impotencia y dolor”.
Soy lo que soy
-¿Cómo es nacer en un cuerpo que no te pertenece?
-Primero tenés mucha incertidumbre. Hoy en día con tanta información es distinto. Estamos hablando de los años 89, 90, en mi caso. Era incertidumbre y dolor, vos sabías que atravesabas algo que no te correspondía, no era lo que querías. Muchas de nosotras tuvimos intentos de suicido a los 12, 13 años. En otras provincias se les inyectaba hormonas masculinas para que no se “degeneraran”, muchas chicas tuvieron cáncer de próstata por la cantidad de testosterona. Duele alejarse de la familia, hay heridas que van a quedar siempre. Tuvimos mucha fuerza y pudimos salir adelante, aunque algunas se quedaron en el camino. Duele cuando no estás incorporada al sistema, volvés a pensar en esa forma de vida que te tocó y te llevó a la marginación.
-¿Qué les dirías a los chicos y chicas que están iniciando el camino que vos transitaste hace años?
-Que hablen con sus padres y se acerquen a los grupos, cualquier organización tiene espacios de género en los que te apoyan, guían y ayudan, también se forman grupos para los padres. Hoy cambió muchísimo esa situación, pero no quiere decir que no siga ocurriendo la expulsión del hogar. El activismo y el empoderamiento es lo más importante. Primero hay que empezar a empoderarse con compañeras y gente que militen, que estén, nosotras no tuvimos esa opción. Luchar por lo que uno cree y siente más allá de lo que suceda a tu alrededor. Porque si no lo hacés y te das cuenta a los 50 años de lo que querías y perdiste toda una vida, muy triste. Estoy orgullosa de haberlo hecho a la edad que lo hice, porque así lo sentía, sino iba a morir. Yo no iba a ser lo que los genitales con los que nací determinaban, no era una opción para mí.
Valiente y orgullosa por la vida que decidió tener, Sabrina agradeció el amor y apoyo de su familia, sin el que hoy estaría perdida. Y a sus compañeras de lucha, que desafiaron el estigma y el dolor de ser mujeres trans. Y finalizó la charla reformulando su deseo de poder acceder a algo tan digno e importante como un trabajo que le permita seguir adelante con su existencia.
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