La vitivinicultura, una tarea que demanda paciencia y en Tandil busca su propia fórmula de producción
La producción de vinos no es apta para los impacientes. Esta actividad que lleva años de trabajo minucioso ha encontrado en Tandil buenas tierras para su desarrollo. Uno de los pioneros, Matias Lucas, lo explicó clarito: “Esta es una fruta que crece una sola vez al año y tenés esa única posibilidad de hacer las cosas bien”.
Cada 1 de febrero se celebra en todo el país el día del trabajador vitivinícola, por lo que uno de los mayores referentes de la actividad en la ciudad, Matías Lucas, contó el minucioso laboreo que llevan adelante a diario.
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La fecha se estableció en la Convención Colectiva de Trabajo, celebrada en Buenos Aires el 27 de junio de 1975, pero luego en 1991 se firmó un acta acuerdo en San Rafael a partir de la cual el 1 de febrero es feriado para los trabajadores del sector. “Las partes declaran el 1 de febrero de cada año, Día del Trabajador Vitivinícola, declarándose feriado para todo el personal comprendido en el presente convenio. La parte empresaria se obliga a abonar el correspondiente salario al mismo, aún cuando coincidiera en feriados nacionales, domingos o vacaciones, sostiene el documento”.
En nuestro país, la región de Cuyo es la más importante en cuanto a producción vitivinícola. Pero también se produce en algunas zonas del norte y del sur (como Salta, Neuquén, entre otras).
Si bien en nuestro país la región de Cuyo es la más importante en cuanto a producción vitivinícola, también se destacan algunas zonas del norte y del sur, como Salta y Neuquén. Pero la realidad es que hoy el arte de hacer vino se ha ido expandiendo a distintos terruños, encontrando en Tandil un clima y suelos muy aptos para su desarrollo.
Tarea fina
El especialista, que desde hace 11 años apuesta a los viñedos en las sierras tandilenses, consideró que la época de mayor laboreo está comprendida desde septiembre, aproximadamente, hasta fines de marzo o abril, porque es ahí cuando se produce el ciclo vegetativo. Tal como detalló Matías Lucas es justamente ahora cuando más atención requieren las plantas y más trabajo demandan.
“Ahora estábamos subiendo todos los tejidos, que son para que los pájaros no se coman la fruta a punto de alcanzar su madurez”, explicó al recorrer las hileras de vides cubiertas en sus laterales por tela conocida como mediasombra. Es que cuando la uva comienza a tomar color, en el caso de las tintas más rojizas y las blancas más amarillentas, las aves enseguida lo notan y van a comerlas.
A raíz de esto es que resulta necesario recorrer cada día las plantaciones, chequear que no se hayan metido pájaros adentro de los tejidos. “Por ahí no hay tantas operaciones como arreglar alambrados o cambiar postes, que lo dejamos para invierno que es más tranquilo”, contó, asegurando que el enfoque ahora está puesto en el cultivo.
En sus viñedos la producción es intensiva, por lo que cada cuidado que se realiza es planta por planta y requiere de mucho trabajo. “Estuvimos haciendo deshoje y despunte”, reveló, recordando que solamente en el predio de La Elena tienen alrededor de siete mil plantas. Allí cuentan con variedades como cabernet franc, sauvignon blanc y merlot.
Cuando los ejemplares son pequeños y están recién plantados, los cuidados apuntan más a resguardarlos de roedores, hormigas y fauna en general que gustan de sus tallos. “Lo primordial son las malezas, principalmente cuando hay sequía que hay que controlarlas bien”, indicó. Asimismo, intentan que evolucione lo más rápido posible hacia arriba para que llegue a la altura del primer alambre. “La idea lógica sería al segundo año de plantación hacer el empalizado para tener la primera producción el tercer año”, manifestó.
La falta de agua
La producción de vinos está instalada en una quinta de la familia, ya habilitada para la actividad, pero que les está quedando chica contemplando la cantidad de tanques y barricas que requieren para el proceso de elaboración del vino.
“Nunca hemos alcanzado a elaborar más de seis o siete mil kilos por año”, sostuvo, admitiendo que están muy por debajo de la media. Esta ecuación está íntimamente ligada al factor climático, ya que como trabajan bajo el método denominado “secano”, no utilizan riego y la falta de lluvias se hace notar.
“Este año estamos muy complicados con el otro viñedo (sobre Don Bosco), porque no llovió en todo el invierno y se bajaron las napas, entonces lo poco que cayó en primavera se fue directamente para la tierra sin lograr acumulación de agua. Ante este panorama, son más de dos mil las plantas comprometidas que a base de fertilizante siguen con vida, pero ya sabe que perdió gran cantidad de producción.
De esta manera, adelantó que con Carmenere, que es la uva más cara con la que trabajan en Don Bosco, van a tener un rinde muy limitado este año.
En cuestiones normales una plata tendría que estar dando entre tres y cuatro kilos, pero el referente de la Bodega Cordón Blanco asumió que ellos están sacando alrededor de un kilo por planta, cuando lo necesario para hacer un litro de vino es 1,700 kilos de uvas.“Nosotros sacamos valores bajos y es algo a solucionar”, ratificó.
“Demasiada paciencia”
En su trayecto inmerso en el camino de la vitivinicultura se pudo dar cuenta de que no es posible realizar una producción eficiente, intentando seguir los libros de asesores que pretenden aplicar las mismas normas que en otras regiones.
Nadie conoce mejor su viñedo que uno mismo, por ende su suelo, el clima y los requerimientos ligados. Así es que es necesario estar atentos y encontrar la propia fórmula para ser exitoso en este trabajo que, además, demanda de mucha paciencia. “Demasiada”, insistió.
Según dijo, hay que aguantar la seguidilla de años malos y esperar la oportunidad de ese año bueno que permita corregirlo. “Esto es una fruta que crece una sola vez al año y tenés esa única posibilidad de hacer las cosas bien”, aclaró, sumando que a veces se dan y otras no.
“La paciencia es grande, la inversión es mucha”, aseguró. Determinó entonces que, ante la falta de estas condiciones es difícil la continuidad, de hecho a muchos a nivel local les ha pasado de abandonar a mitad de camino. “No se trata de poner la planta y tener la botella de vino colgando en tres años”, aseveró quien actualmente está realizando la Licenciatura en Enología en Mendoza, para instruirse aún más en esta rama de la actividad.
Finalmente, Matías Lucas contó que hoy por hoy se encuentra más enfocado en conocer qué hay debajo de la tierra, conocer su biodiversidad y profundidad. Además, el intercambio con pares, colegas y aspirantes siempre es útil para complementar los conocimientos. “Todo sirve, lo que pasa es que lleva años”, concluyó.