Osvaldo de la Canal, el precursor del Campus que con su visión hizo un valioso aporte a la educación
Osvaldo Antonio de la Canal celebra hoy 90 años. Este vecino, que quedó impactado con Tandil y la eligió como ciudad de residencia, fue uno de los impulsores del proyecto que dio forma al Campus de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y de iniciativas que promovieron el desarrollo científico tecnológico y que se tradujeron en valiosos aportes a la educación superior.
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Nació en la ciudad de Tres Arroyos el 8 de marzo de 1928 y de muy pequeño comenzó su vínculo con la crianza de animales al acompañar a su padre en las tareas que desplegada en el campo que administraba.
Tras su paso por la escuela primaria y secundaria en esa localidad bonaerense, inició sus estudios en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de La Plata, que completó cinco años después.
Dos años después ingresó al servicio militar. “Me incorporaron al Ejército y me mandaron a Mendoza”, donde ocupó el cargo de jefe del Hospital de Caballos perteneciente al Grupo de Artillería de Uspallata. Luego se radicó en Tandil al quedar como responsable del servicio veterinario del Haras General Lavalle.
Posteriormente tomó contacto con la Universidad Nacional del Centro, donde comenzó a cumplir funciones como ayudante de cátedra primero y como profesor titular de la cátedra de patología quirúrgica después.
Con una trayectoria en la unidad académica, en 1976 fue designado como decano, desde donde promovió importantes proyectos que fortalecieron la institución gracias a su visión de futuro.
Reconocido y respetado por sus pares, Osvaldo de la Canal tuvo una visión de futuro e ideas creativas que le permitieron desarrollar proyectos estratégicos y dejar un legado muy importante. Entre ellos la necesidad de contar con un predio para contener la actividad académica que con el tiempo se cristalizó en el Campus del paraje Arroyo Seco.
La construcción del espacio comenzó en 1979, cuando se compró el predio y en 1983 se hicieron los primeros edificios. Bajo la continuidad y liderazgo de la Facultad de Veterinarias se creó un complejo científico tecnológico. “Tuvimos esa visión de tener un complejo que sobrepasó las expectativas que todos teníamos”, recordó.
El nacimiento
de la idea
“Cuando entré como decano, la facultad no disponía de un amplio predio para el manejo de los requerimientos de la formación de los estudiantes”, ya que funcionaba en la sede de rectorado, en Pinto y Chacabuco.
Las condiciones edilicias no propiciaban la enseñanza de la sanidad animal, por lo que comenzó a gestionar un espacio para el asentamiento y desarrollo de esa unidad, con la infraestructura acorde para el desenvolvimiento académico.
Con un proyecto que proponía un desarrollo por etapas, de la Canal presentó su inquietud a quien era rector por aquellos años, Roque Cruz, para gestionar por un predio. “Y tuvimos la suerte de recibir un aporte económico a través de la comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires, presidida por el doctor Alberto Taquini”, destacó.
Esos recursos se invirtieron en la adquisición de las 57 hectáreas en paraje Arroyo Seco para mudar las instalaciones de la Facultad de Veterinarias y comenzar con un proceso edilicio para dotar de estructura.
Sin embargo, y pese a la resistencia que generó inicialmente, el espacio disponible derivó en la posibilidad de mudar a las otras unidades académicas de la Universidad y constituir definitivamente un Campus. “Al principio no querían ir a ‘ensuciarse los zapatos al campo’ porque era lejos, no había nada, ni siquiera micros”, describió, y reconoció que la idea representó “todo un desafío” para la comunidad universitaria.
De este modo, con las hectáreas disponibles se puso en marcha un procedimiento modular para que, en forma anual, se avanzara en la construcción de un edificio y dotarlo del equipamiento necesario, con la característica que promovía un perfil de investigación.
“Si una universidad carece de esa particularidad no es una universidad porque el conocimiento es renovación permanente”, resaltó de la Canal, quien sostuvo esa línea pese a la visión de algunos colegas. “Me decían que tenía pretensiones exageradas porque era muy costosa la investigación y llevaba tiempo la obtención de todo lo necesario para llevar adelante la tarea”, expresó el exdecano.
Su firme decisión y perseverancia le valió el reconocimiento de sus pares por el hecho de haber logrado la investigación en una universidad joven, que incluso mejoró no solo el perfil académico sino también benefició a quienes cumplieron con esa tarea.
“Costó mucho; había mucha gente que no lo creía y que era detractora, pensando que estábamos fuera de foco. Pero insistimos”, enfatizó con el orgullo de haber formado parte de ese proceso.
La evolución y continuidad
del predio de Arroyo Seco
A casi cuatro décadas de la creación del campus de la Universidad Nacional del Centro, el responsable de impulsar aquella inquietud destacó la expansión, desarrollo y consolidación del predio que nuclea a las unidades académicas.
El Campus “ha seguido su evolución”, definió De la Canal, que calificó la experiencia como una de las obras que “en este país han tenido continuidad”.
Desde su perspectiva valoró que “se tuvo la visión de que los tiempos cambiaban” y que resultaba necesario “armar” un espacio que contuviera toda la estructura de la casa de altos estudios.
Es por eso que se mostró satisfecho al observar el crecimiento que mostró el predio a lo largo del tiempo, que tuvo como últimos hitos la creación de la biblioteca central y de las residencias universitarias.
Una experiencia
apasionante en política
Tras su paso como docente universitario, actividad que desempeñó durante dos décadas, inició una carrera política acompañando durante ocho años la gestión de Julio José Zanatelli.
Convocado por el exintendente, asumió un nuevo desafío. Como integrante del equipo de gobierno, se abocó primero al armado de la Secretaría de Promoción y Desarrollo “de cero”, en un proceso que desarrolló durante un año.
Posteriormente pasó a ocupar el cargo de secretario de Gobierno durante tres años.
Cuando Zanatelli se presentó para ser reelecto, De la Canal fue incluido en la lista de candidatos a concejales por el espacio vecinalista Apertura Independiente, y tras los comicios, asumió su banca durante cuatro años.
Según admitió, su participación en política fue “sin pretenderlo” ya que, con 65 años consideraba que “había cumplido con todo”.
Pese a no tener aspiraciones, valoró su paso por la función pública y por el Concejo Deliberante, actividad que ponderó como un servicio a la comunidad. “Me apasionaba y lo hacía con toda la concentración y experiencia que había logrado durante los 20 años en la Universidad”, definió.
Fracaso político
En su rol de secretario de Gobierno presentó un proyecto para mejorar el tránsito en la ciudad, que no logró avances por la resistencia que encontró entre los integrantes del propio partido vecinalista. De allí surgió la frase “en 100 días arreglo el tránsito”.
Ahora, vio factible la posibilidad de reflotar aquella iniciativa en función de un perfil propio de la ciudad. “Tandil tiene la capacidad y el nivel social como para asimilar nuevas estrategias a las innovaciones. Otras localidades, como Tres Arroyos, están encapsuladas y son reacias a ello”.
En ese sentido también dio su opinión ante la carencia de la universidad en la formación de dirigentes. “Por eso fracasa políticamente”, sentenció De la Canal
Ateneo Científico Tecnológico
Retirado de la docencia desde hace años, Osvaldo de la Canal mantiene un fuerte vínculo con la Facultad de Ciencias Veterinarias, tratando de generar ideas creativas que aporten al crecimiento académico.
En esa línea, en la actualidad trabaja en un proyecto sobre la promoción de la investigación denominado Ateneo Científico Tecnológico, que contempla la constitución de un grupo de seis o siete exprofesores y exdecanos abocados a la programación futura en investigaciones para mantener la renovación y el nivel.
En efecto, citó que cuando comenzaron con la obra durante su gestión como decano “no solo nos limitamos a amontonar ladrillos” sino que además promovió la formación y capacitación de los egresados.
En lo que concierne a Ciencias Veterinarias, varios discípulos se perfeccionaron en el exterior, como Néstor Auza (en Toulouse, Francia), Carlos Lanusse (en Montreal, Canadá), Eduardo Esteban (en Pensilvania, Estados Unidos) y Ofelia Tapia (en Austria).
“Toda esa gente firmaba ante el abogado un acuerdo que tenían que regresar y dar clases en la Universidad como contraprestación. Logramos eso porque se especializa gente pero después se va a otro lado. A veces decían que era un poco dictatorial pero en realidad quería capitalizar cerebros”, dijo De la Canal.
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