Rosana Florit presenta el libro que escribió tras el duelo por la pérdida de su hijo y su marido
En distintos accidentes aéreos fallecieron Antonio y César Emilio Falistocco. La autora aseveró que “desde el duelo cuento como fui transitando experiencias, como lo viví y las estrategias utilizadas”.
Rosana Florit presentará hoy en el Hotel Libertador el libro que escribió luego de sufrir en un corto período la pérdida de su hijo y esposo en distintos accidentes aéreos.
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Acompañada por parte de su familia, estuvo en El Eco Multimedios compartiendo un grato como emotivo momento en el programa La Ciudad que se emite de lunes a viernes por Eco TV (Canal 7-Cablevisión).
Invitada a la tradicional picada comenzó haciendo un repaso sobre su familia contando que su papá era abogado, su madre docente y que ella cursó sus estudios primarios en el Colegio General Paz, ya que a decir de su padre “la educación tenía que ser laica y pública”; mientras que el secundario lo realizó en el Colegio Nacional 1, y su carrera universitaria fue desarrollada en la Universidad Nacional de Río IV donde estudió profesorado en letras.
Su frase de cabecera “la vida es posible”, aferrada a eso y con ayuda profesional y de amigos, Rosana Florit aplacó ese dolor, superó momentos grises y encontró la forma de expresarlo en un libro.
A los 15 años, en su Córdoba natal, se puso de novia con César Emilio Falistocco. “A Emilio, como yo le digo, ya lo veía a los 7 años en el Aeroclub donde íbamos a pasar el día”. Recordó que “de chica lo veía cuando iba a buscar a mi hermano Darío y él iba con su papá a esperar a su mamá que era maestra de ese colegio. Sabía que iba al Liceo Militar, tenía el pelo corto, un Volkswagen color azul y dije este será mi compañero de vida”.
Continuó narrando que “lo dejo de ver y a los 15 años cuando yo iba al tercer año de la secundaria, mi mamá ingresó a trabajar al colegio donde estaba la madre de Emilio y le empezó a contar que había ingresado a la Escuela de Aviación en Córdoba Capital. Enterado de esto, le dije a mi mamá que lo iba a invitar a la fiesta de 15 años, así que desde un teléfono público llamé a la casa de Emilio. Me atendió su madre, me dio la dirección, le mandé la invitación pero no pudo estar en la fiesta porque había quedado privado de salidas ya que era bastante rebelde”.
Agregó que “mandó a su hermano para que me viera como era porque no me conocía. Luego de eso, a los dos meses nos pusimos de novio”.
Detalló que “estuvimos cinco años de novios, durante toda su carrera de aviación y la mía en la Facultad, y en el año 1985 nos casamos y nos fuimos a vivir a Mendoza”.
Añadió que “en 1987 a él lo trasladan a Tandil y nos venimos, yo seguí estudiando en Río Cuarto y ni bien me recibí comencé a trabajar acá en la Escuela de Comercio dando clases de Lengua y Literatura. Tuvimos primero a Antonio en 1988 y luego a María Emilia en 1990, y armamos una vida en estas sierras. Emilio trabajaba en la Base Aérea volando Mirage”.
El primer golpe
Rosana Florit, también habló de su hijo Antonio y refirió que “él aprendió solo a volar, nadie le enseñó. Fuimos a un festival al Aeroclub Maipú. Cuando Emilio termina, observamos que faltaba un avión de color violeta. Preguntamos al ingeniero que siempre lo acompañó y nos dice que lo estaba volando Antonio, lo que fue toda una sorpresa. A partir de ahí empezó a volar y en el último tiempo lo hacía mejor que el padre. Antes del accidente estaban por irse a China”.
Rememoró que “mi hijo había decidido dejar de volar en cuadrilla y ese fin de semana del accidente vuelan en Villa María y dijo que se despedía de la cuadrilla, algo que fue un golpe muy duro para mi marido. Emilio señalaba que Antonio había volado como el mejor del mundo”.
Sobre el hecho en sí expresó que “en vez de retornar a Tandil, llevan un avión a Villa María para probarlo y una de las personas que estaban ahí le dijo si no lo ayudaba a llevar un avión a Córdoba. Se quedó y se vino mi marido solo para acá. A los dos días, nosotros íbamos a Córdoba porque Emilio daba instrucción en una escuela de allá y cuando estábamos viajando nos avisan que había tenido un accidente”.
Reseñó que “viajamos las últimas cuatro horas sabiendo que Antonio estaba accidentado, desde el auto fui coordinando, le dije a mi hija Emilia que fuera hasta Córdoba y movilicé a toda la familia. Estuvimos cinco días acompañándolo y el 23, día en que voy a presentar el libro, se cumplen tres años que Antonio voló a otro plano”.
Aseveró que “fueron meses de muchísima confusión, mi hija retornó a Tandil a vivir con nosotros y en octubre viajamos a Chile ya que Emilio había empezado a dar instrucción de nuevo. Fuimos los tres y la pasamos muy bien, luego de muchos meses oscuros donde se piensa ‘cortito’, que significa ir haciendo pequeñas cosas. Cada minuto dura una eternidad y para mí los meses de mayo y junio fueron como si hubieran pasado cinco años. Miras la hora y no se pasa nunca el tiempo”.
Sobre su marido indicó que “para él fue terrible pero buscaba lugares para desahogarse. Lloraba mucho en el auto, siguió dando clases, iba a la escuela de Azucena donde lo contuvieron mucho. Era profesor de matemáticas y estaba totalmente compenetrado con la ruralidad”.
Recordó que “uno empieza a conectar desde otro lugar entonces aparecen personas que son ángeles con cuerpo y que hacen eso que uno necesita, por ejemplo traerte comida para que nos alimentemos porque no lo hacíamos”. Explicó que “es muy difícil ir a la casa de una familia que perdió un hijo, porque no sabe qué decir o que hacer”.
Más dolor
Cuando juntos y en familia estaban intentando aplacar el dolor por la muerte de Antonio, el destino le puso otro enorme escollo en el camino como el fallecimiento de su compañero de vida, César Emilio Falistocco.
“Retornaba a volar en escuadrilla y lo acompañé. Mi hija estaba en el sur de vacaciones y nos íbamos a encontrar los tres en Chile. Paramos en Aysen y fui ahí donde por primera vez soñé con Antonio que me decía ‘en el avión vos mamá no’, en ese orden sintáctico. Se lo conté a Emilio y me dijo que cruzara en auto y él cruzó solo. Luego nos alojamos en una cabaña y el viernes estuvimos en el club y a la tarde como hacía mucho calor me crucé a la cabaña. De repente comencé a escuchar muchas sirenas de ambulancia y como es una zona turística pensé que se había producido un accidente entre vehículos, así que le mandé un mensaje preguntándole que había pasado pero nunca me contestó”.
Detalló que “personas que volaban me vinieron a buscar a la cabaña y me llevaron al club donde empezó un periplo de tres horas hasta encontrarlo. Hubo un accidente en el cerro a media hora de donde estaba el club, Emilio iba de copiloto e intentaron aterrizar en un lugar que había grandes piedras, pero no buscó estar con su hijo. Emilio defendió a esos tres jóvenes que lo acompañaban, para él la vida era muy importante”.
Tras la desgracia, Florit empezó a volar porque “cuanto chico joven me invitaba a volar lo hacía porque de alguna manera lo encontraba a Antonio. Es más uno de los pilotos fue Mateo, el único sobreviviente del accidente de mi marido”.
Anécdota
Una de las tantas anécdotas que tiene Falistocco es haber pasado por debajo de un puente con un avión. “Era el piloto más joven que estaba en la Brigada, volaba un Mirage, y hacen un vuelo a Uruguay. En el momento que van a pasar por el puente Colón-Paysandú, pasó con su Mirage por debajo del mismo. Siempre decía ‘lo vi tan lindo’. A raíz de ese hecho, la embajada de Uruguay hizo la denuncia y por esa acción quedó privado de la libertad durante 15 días”.
Lo definió como “una persona sumamente creativa, inteligente y osado al que había que acompañarlo. Luego de recuperar la libertad, lo separaron del Mirage, lo mandaron al depósito, aunque seguía volando aviones comunes. Más tarde lo enviaron un año a Ezeiza, yo me quedé con los chicos en Tandil, y terminó pidiendo el retiro porque no se podía vivir así. Nos quedamos sin un sueldo, pero estábamos preparados para lo que venía”.
Sobre cómo surgieron los vuelos acrobáticos dijo que “él tenía 19 y yo 16 años, me dijo vamos a volar en el planeador, hizo tantas piruetas que bajé muy descompuesta. Creo que ahí comenzó el tema de las acrobacias”.
Hoy se presenta el libro
en el Hotel Libertador
Hoy se cumple el tercer aniversario que su hijo Antonio falleció y es la fecha elegida para que salga a la luz el libro que Rosana Florit y Anita Rossi realizaron bautizado “La vida con Y”, crónicas de una vida re-vivida. Son crónicas de vida con Antonio y Emilio desde el tiempo que tuvo que afrontar los duelos. “Desde el duelo cuento como fui transitando experiencias, como lo viví y las estrategias utilizadas. Será el 23 de mayo en el Hotel Libertador a las 20, espacio cedido gentilmente por la familia Cerone.